Las familias de los pacientes con diabetes mellitus tipo 2 son el efecto colateral del padecimiento: Hay mujeres que –gozando de salud– viven entre consultorios médicos, duermen en hospitales y pasan el tiempo encerradas en casa para cuidar a sus maridos enfermos.
Las mujeres no sólo dan soporte económico, también deciden ser pilar para que el ánimo no decaiga y permanecen fuertes para cargar a cuestas con las consecuencias de la enfermedad no transmisible por la que el Gobierno de México decretó una alerta epidemiológica en noviembre de 2016.
Las historias de Angélica, Cecilia y Enriqueta son la muestra del desgaste físico y emocional que representa para las familias cuidar de una persona que padece la enfermedad. Esta es la sexta entrega de una serie de siete testimonios sobre la diabetes y las complicaciones físicas, emocionales, económicas y sociales que acarrea. Las entrevistas fueron recogidas por la organización El Poder del Consumidor para el proyecto “Voces de la diabetes: el drama de una epidemia nacional”.
Cancún/San Cristóbal de las Casas/Hermosillo, 12 de octubre (SinEmbargo/El Poder del Consumidor).- La epidemia de diabetes mellitus tipo 2 no sólo afecta a los 12 millones de pacientes que viven en México: sus familias son también quienes sufren a diario las consecuencias de la enfermedad. En muchos casos es la pareja quien se dedica por completo al cuidado del enfermo y deja a un lado su propia vida.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la diabetes tipo 2, conocida también como no insulinodependiente, es causada por una utilización ineficaz de la insulina que es la hormona encargada de regular el azúcar en la sangre. Un peso corporal excesivo, el consumo de productos ultraprocesados y la inactividad física son los principales factores que la desencadenan. Sin embargo, la genética también juega un papel importante: hace a las personas más propensas a padecerla cuando familiares en primer y/o segundo grado la han presentado.
Este tipo de diabetes se presenta generalmente en la etapa adulta, no obstante, con el problema de exceso de peso que se vive en México, ataca a edades cada vez más tempranas. Actualmente, la enfermedad es la primera causa de muerte en el país: cobra más de 105 mil vidas cada año. Y de acuerdo con la última Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut), uno de cada diez mexicanos la padece.
El 14 de noviembre de 2016, el Gobierno federal, en un hecho inédito, decretó una alerta epidemiológica por sobrepeso, obesidad y diabetes. Pero no implementó medidas suficientes para mitigarla, lo han denunciado especialistas en materia y organizaciones de la sociedad civil como El Poder del Consumidor.
El padecimiento ocasiona distintas complicaciones entre las que destacan retinopatía, ceguera, insuficiencia renal, neuropatía, amputación de miembros inferiores y otras consecuencias que afectan gravemente la calidad de vida, por lo que frecuentemente los pacientes requieren cuidados especiales que sus familiares asumen. Además, el gasto de bolsillo en medicamentos, consultas y tratamientos pone en aprietos su economía.
El gasto de bolsillo es el desembolso directo de las familias para solventar requerimientos de la atención de la salud. En el caso de las enfermedades crónicas –como es la diabetes–, las cuotas pueden llegar a provocar que una familia entre en condición de pobreza, señala el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO).
“ES PSICOLÓGICAMENTE AGOTADOR”: ANGÉLICA
Angélica Nieto Díaz fue pareja de Carlos, quien a consecuencia de la diabetes tuvo que ser amputado. “Charly”, como lo llamaban con cariño sus familiares, murió el 24 de abril pasado por las complicaciones propias de la enfermedad. Sus últimas horas de vida permaneció entubado. Tenía 49 años.
En el ir y venir del hospital, en los cuidados de Charly y en la compra de los medicamentos que el Seguro Popular no cubre, la mujer de 56 años estuvo completamente sola: No recibió ayuda de ningún familiar mientras su pareja estaba internada en el nosocomio. Sola afrontó toda la responsabilidad que implica cuidar de una persona enferma.
Pasó día tras día vendiendo Yakult a domicilio en las calles de Cancún, Quintana Roo; después se iba al hospital, donde dormía en el piso. Recordó que muchas veces no tenía ni qué comer. Fueron años difíciles.
“Tener a un paciente, a tu pareja enferma en el hospital no te deja más que una cosa: sobrevivir. Tenemos que sacar la casta y tomar la bandera de que este barco no se puede hundir, entonces te vuelves capitán y marinero. Y en este caso no tienes la opción de decir no quiero, es la opción de que o lo haces o te hundes”, narró.
Y agregó: “Entonces yo tuve que ser la que mantenga la casa, que cuide al enfermo. Es bastante complicado, muy cansado, muy cansado y sobre todo psicológicamente agotador”.
Angélica apoyó a Carlos hasta el último aliento, siempre buscó explicarle y convencerlo de cuidarse más. Él respondía que era preferible comer y beber lo que más le gustaba, aunque muriera pronto, y no pasar sus días consumiendo medicamentos y visitando hospitales. Ella le advirtió de las complicaciones. Él no quiso escuchar.
“Falleció de diabetes, una enfermedad trágica, con la que vivió 15 años. Y confieso que cuando dejó de latir su corazón, dije dentro de mí: ‘gracias a Dios ya todo terminó’. De verdad me alegró que todo haya terminado y al mismo tiempo me sentí muy mal porque ¿cómo puede ser que yo diga eso? Pero sí lo dije: ‘gracias a Dios ya todo terminó'”, recordó entre llanto.
CECILIA, 37 AÑOS DE VELAR POR SU FAMILIA
Cecilia López Méndez es esposa de Erasto, quien es paciente de diabetes y retinopatía, que, de acuerdo con la Asociación Americana de la Diabetes, es la tercera causa de ceguera irreversible en el mundo y la primera en personas en edad productiva en países en vías de desarrollo.
Tiene 56 años de edad y más de la mitad de su vida ha transcurrido en el cuidado de familiares enfermos. Ayer sus padres. Hoy su marido: “Yo llevo cuidando 37 años de enfermos, por mis papás. Y sigo cuidando”, relató.
Rememora que Erasto no hizo mucho por intentar conservar su salud, a pesar de que ella intentaba ayudarlo. Hoy el dinero de la jubilación de la pareja habitante de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, se va en atender la enfermedad y en ocasiones es difícil cubrir las necesidades básicas como la alimentación y la educación de su hijo que cursa la primaria.
“Yo soy la que me preocupé de su salud de él, pero él no le puso interés, menos le importó […] La alimentación no es muy buena porque hay veces nos matamos del hambre por el trabajo”, comenta. Aunado a ello, el temperamento de Erasto se ha vuelto cada vez más colérico. Se enoja fácilmente y le grita a su familia.
Casi al final de la entrevista, una voz fuerte y ronca pide: “Váyanse ya por favor, está enojado el Papa conmigo”. Es Erasto. Cecilia explica cabizbaja: “Así se pone él: regaña, regaña, nos grita, nos corre… así está la actitud, pero lo hemos soportado”.
ENRIQUETA TAMBIÉN VIVE CON DIABETES
Enriqueta Salazar Mendoza padece diabetes desde hace ocho años y es esposa de Jesús Carreón, quien a consecuencia de la diabetes fue amputado de ambas piernas.
La mujer de 65 años trabaja medio tiempo como cocinera en un domicilio particular en Hermosillo, Sonora, pues la pensión de 2 mil 600 pesos con la que cuentan no alcanza para solventar todos los gastos de medicamentos, comida y servicios del hogar.
Cada mañana se levanta muy temprano para realizar las tareas domésticas. Después, Jesús, quien maneja con ayuda de un bastón, la lleva a su lugar de trabajo. Por las tardes, tras terminar su jornada laboral, llega a terminar de limpiar la casa y a ayudar a su marido: le alista la ropa, le prepara todo para que pueda bañarse, prepara la cena.
“Esa es mi rutina de todos los días […] Cuando estoy aquí, que me dice él: ‘ay, me voy a bañar’. Le meto la silla, le meto el jabón, le meto el champú. ‘Que ahora sácame pa’cá’, que ‘jálame pa’llá, que ‘me voy a ir’, que ‘méteme la silla’, que ‘quítala de aquí’, que ‘ahorita voy a venir’, así…”, describe.
Asevera que el trabajo la ha salvado “de morir”. Salir, platicar y reírse le hacen olvidar –al menos por un momento– que hay problemas en su casa.