María Rivera
12/09/2024 - 12:01 am
Terremotos
“La verdad, querido lector, todo en el discurso público está desfigurado, por tirios y troyanos. Exageraciones, medias verdades, dramatismo que raya en el ridículo, todo se discute en clave histérica”.
Terremoto tras terremoto, así vamos, querido lector. Usted disculpe el símil, en este mes de septiembre. Pero no se pueden decir de otra manera, las cosas que están pasando.
Tal cual se preveía, Morena consiguió el voto de oro para conseguir la mayoría calificada en el Senado y así aprobar la Reforma Judicial. Vaya, querido lector, con el voto ¡de un panista! El impresentable clan de los Yunes le dio a Morena el pase. Hay que aclarar que fue el PAN quien le dio la senaduría a Miguel Ángel Yunes Márquez lo cual vuelve muy extrañas las quejas de los opositores que súbitamente han recordado el pasado de corrupción y tropelías del clan.
La verdad, todo luce como una batalla campal en el campo político estos días. Lo digo de manera literal, querido lector. Son realmente inadmisibles los hechos violentos que opositores a la reforma judicial llevaron a cabo en la sede legislativa el día de antier. Romper puertas, como si estuvieran en un concierto para parar los trabajos legislativos, es todo menos democrático. El furor de una minoría capaz de atacar de esa manera solo evidencia que las pulsiones antidemocráticas están realmente activas en la derecha opositora, y en los poderes estatales y fácticos que ven amenazadas su status quo, como es el poder judicial. No parecen entender que no hay poderes intocables en un sistema democrático.
No deja de asombrarme el chantaje y las presiones que un empresario, junto con los medios, aplicaron a los senadores de oposición para determinar el sentido de su voto. No solo del Prian sino de Movimiento Ciudadano, también, como si fueran sus capataces. Lamentable la falta de respeto, y total desvergüenza, porque los senadores deberían representar, en todo caso, a sus votantes y sí, votar en libertad.
Obviamente, tanto la aplanadora oficialista como el bloque de contención son iguales; solo que obedecen a poderes diferentes.
La verdad, querido lector, todo en el discurso público está desfigurado, por tirios y troyanos. Exageraciones, medias verdades, dramatismo que raya en el ridículo, todo se discute en clave histérica. ”Dictadura”, “fin del país”, gritan unos, “victoria del pueblo” gritan otros. Visiones completamente irreconciliables y falsas. Chapoteamos, pues, entre el griterío, el gas pimienta, y el delirio.
Mientras, la reforma al poder judicial avanza rápidamente en los congresos estatales para que, al fin y muy pronto, sea válida y el presidente López Obrador pueda irse a Palenque en unas semanas, muy contento y orgulloso de haber logrado lo que parecía impensable hace apenas unos meses.
Naturalmente, si Morena y el bloque oficialista en el Congreso conservan ese voto de oro y el senador Miguel Ángel Yunes se incorpora a la bancada oficialista (o algún otro senador a Morena) podrán modificar la Constitución a su placer cuantas veces quieran durante los próximos tres años, sin oposición ni negociación alguna. Porque recuerde, querido lector, que la reforma al poder judicial es apenas una de la reformas constitucionales que pretende la 4T. O sea, este escenario se repetirá, una y otra vez, los próximos meses.
Y sí, será legal y democrático, qué se le va a hacer. No sé si será benigno para el país o no, querido lector, y por supuesto, no voy a sumarme a ninguna de las retóricas imperantes. Creo firmemente en la democracia y muchos han cruzado ya esa delicada línea que divide a los demócratas inconformes, críticos, de los demócratas desleales a la democracia.
Porque sí, querido lector, la democracia es el gobierno de la mayoría. Que la mayoría se equivoque o no, es otra cosa.
¿Será benévola la reforma, o será una aberración? Ya lo sabremos. Por lo pronto hay que reconocer que reformar el poder judicial era un imperativo en un país que dejó ser lo que era desde que la mayoría de la población le entregó a López Obrador y a su movimiento el poder para transformarlo.
No queda sino esperar que el experimento sea exitoso, por el bien de todos, más allá del movimiento telúrico bajo nuestros pies.
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