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Gustavo De la Rosa

12/08/2023 - 12:04 am

La generación que olvidó

Ya no podemos estar inyectando conocimientos olvidables a los niños y jóvenes para pasar un examen nacional o internacional, debemos reconstruir lo que en su momento fueron las grandes aportaciones de la educación en México.

“Debemos recuperar al maestro comunitario”. Foto: Cuartoscuro

Soy maestro de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, facilito a mis alumnos el aprendizaje de la materia Introducción al Derecho desde 20 años atrás.

Cuando inicio mi curso expongo a mis alumnos los momentos cumbre de la evolución del Derecho.

El Código Hammurabi de 1800 a.C. que termina con la justicia por propia mano y deja en manos de jueces la impartición de la misma.

Las 12 tablas que en 449 a.C. se exponen en el Foro Romano, para que todos las conocieran y se aplicaran. Fueron una sistematización escrita de las leyes que regularon la vida de sus ciudadanos.

La Carta Magna de 1215 del Rey Juan de Inglaterra, donde se reconocen los primeros derechos humanos frente al Estado.

La Constitución de 1776 de Estados Unidos y de 1793 de Francia, que son las primeras leyes soberanas que aplican sobre todos los habitantes en un territorio y terminan con las monarquías.

La Constitución de 1824 en México fue la ley que fundó la República y organizó los poderes que habrán de dirigirla.

Las leyes de Reforma. Entre 1855 y 1863, establecieron la separación de la iglesia y el estado, la desamortización de bienes y eliminación del fuero eclesiástico.

La Constitución de 1917 en México aún vigente.

La Declaración Universal  de los Derechos Humanos. De 1948.

El artículo primero constitucional de México, de 2011.

Sin embargo cuando terminamos la investigación y ubicación de esas leyes en el tiempo y el espacio, en los últimos años, el fluir del curso se ha atorado, porque para hablar de los primeros códigos es indispensable hablar de Babilonia y la República Romana, y me encuentro con un silencio sepulcral: los jóvenes en su gran mayoría, más de las dos terceras partes de los 40 inscritos, no tiene ni idea de esa parte de la historia universal.

Tampoco reconocen a George Washington, Thomas Jefferson, Mirabeau, Rousseau, y muy pocos identifican el nombre de Napoleón.

El ambiente de la clase se pone tenso, hay algunos reclamos de mi parte, pero hace crisis cuando llegamos a Miguel Hidalgo, Josefa Ortiz de Domínguez, Ignacio Allende, Ramón Rayón, José María Morelos, Iturbide y Vicente Guerrero, y  encontramos con profunda tristeza que, cuando mucho logran identificar a Miguel Hidalgo, algunos lo confunden con Benito Juárez.

De  la Revolución Mexicana (1910-1917) a quien reconocen es a Francisco Villa.

En este punto se ha gastado el tiempo de clase y no tengo otra opción que utilizar el de los otros temas, porque además muchos jóvenes saben leer, repetir las palabras que ven, pero no comprenden el sentido de un párrafo de 50 palabras que empieza a usar términos académicos.

Esto me sucede año con año, semestre con semestre, y para poder abordar la clase es necesario invertir tiempo para que los jóvenes puedan comprender el contenido de las lecturas y tengan una idea mínimamente ordenada de los hechos más relevantes, más conocidos de la Historia de México y del mundo que han tenido impacto en la construcción del derecho actual.

Si no recuerdan los conocimientos básicos de primero de primaria y de secundaria, tratar de abordar temas de filosofía elemental, de lógica básica, o ética, resulta francamente imposible. No tienen idea de Sócrates, Platón y Aristóteles menos de Hegel,  Kant,  Kelsen, o Schopenhauer.

¿Qué le ha pasado a la juventud? Desde los primeros años del milenio hasta el inicio de la segunda década, todo esto lo vieron, lo aprendieron y contestaron en exámenes por lo menos, pero lo han olvidado.

Es lamentable pero nos encontramos frente a la generación que lo olvidó todo, leyó en sus libros de texto, escuchó a sus maestros impartir la clase y hacer exámenes, sin embargo no lo recuerdan.

Las razones de ese fenómeno deben ser múltiples, muchos padres y maestros acostumbran culpar a las redes sociales y al Internet de lo anterior, pero también es cierto que estas generaciones que olvidaron son resultado del sistema de educación aplicado por la Secretaría de Educación Pública, por lo menos desde Fox para acá. Reyes Tamez Guerra, y Alonso Lujambio estaban muy lejos de la estatura intelectual de Torres Bodet. Lujambio cambió la SEP por una candidatura plurinominal al Senado y Reyes Tamez brincó a una diputación por el partido del sindicato de su Secretaría. No se respetaban ni solos.

Quienes vivimos en esta tragedia académica y que junto con los jóvenes, intentamos repuntar la marcha, para que dentro de cinco años salgan a ejercer la profesión de abogados, debemos reconocer que la educación pública, por lo menos los últimos tres presidentes, fue un desastre.

Una especie de tsunami que se abatió sobre la conciencia y razonamiento de los jóvenes con la imposición con violencia de la reforma educativa que planteó Claudio X. y ejecutó  Nuño con Peña Nieto.

Precisamente por eso, porque el olvido de los conocimientos básicos ha invadido la escuela primaria y secundaria, porque el sistema de educación y el modelo educativo aplicado para las escuelas públicas ha sido un fracaso, prácticamente todo aquel que puede pagar una colegiatura en escuela privada decide hacerlo.

Reconocer la situación de la educación de los miles de millones de mexicanos que no pueden pagar en una escuela particular obliga al Estado a modificar no sólo los libros de texto, que sólo son herramientas para el trabajo, obliga al Estado reedificar el modelo educativo. Ya no podemos estar inyectando conocimientos olvidables a los niños y jóvenes para pasar un examen nacional o internacional, debemos reconstruir lo que en su momento fueron las grandes aportaciones de la educación en México.

Debemos recuperar al maestro comunitario. Solo modificando su práctica para que se integre junto con los padres de familia en la aventura de educar a jóvenes que viven en un barrio específico, en el hoy y el aquí, podemos empezar a recuperar a la juventud para su formación integral y humanística.

Precisamente porque he vivido en este mundo del olvido y comprendo la necesidad de cambiar el sentido del proceso de aprendizaje de los jóvenes, porque he sido maestro durante 45 años, me he sumado con toda la energía por un nuevo modelo educativo para México. No hay otra opción, simplemente lo cambiamos o nuestros conciudadanos seguirán aprendiendo, fundamentalmente, obedecer, obedecer y obedecer a bajo sueldo.

Gustavo De la Rosa
Es director del Despacho Obrero y Derechos Humanos desde 1974 y profesor investigador en educacion, de la UACJ en Ciudad Juárez.

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