Ernesto Hernández Norzagaray
12/08/2023 - 12:02 am
Asesinato en Quito
En definitiva, en las próximas elecciones estarán en juego no unas elecciones más, sino que los ciudadanos tendrán que decidir subir el primer peldaño para recuperar el país o perderlo, quizá, para siempre.
El asesinato de Fernando Villavicencio, candidato a Presidente de la República de Ecuador por el Movimiento Construye, sacude hoy a ese país sudamericano que por décadas fue considerado un lugar de paz donde coexistían civilizadamente mestizos e indígenas gracias a una robusta democracia. Donde nada parecía alterar la tranquilidad y los visitantes paseaban por su centro histórico disfrutando de su arquitectura, su clima y un paisaje pintoresco de formas y colores.
Sin embargo, aquella paz que parecía para siempre se fue perdiendo cuando grupos criminales se asentaron en la capital y esta capital se descompuso elevando las tasas de criminalidad.
Ecuador había dejado de ser lugar de tránsito a lugar de “almacenamiento, procesamiento y distribución” de drogas lo que trajo consigo experiencias trágicas como las que vivimos en México cotidianamente ante el pasmo, o complicidad, de las autoridades electas.
Villavicencio es el primer aspirante presidencial asesinado en la historia de Ecuador, lo asesina presuntamente la fracción ecuatoriana del Cártel de Sinaloa conocida como Los Choneros e impacta directamente en el ánimo de los ciudadanos que asistirán a las urnas el próximo 20 de agosto para renovar los poderes públicos.
Esto ocurrirá en medio de una crisis política que llevó a la disolución de la Asamblea Nacional para dar paso a una nueva convocatoria a elecciones buscando una salida a través de un consenso democrático, sin embargo, el magnicidio altera el escenario severamente y dicho de paso este marcado por la indecisión de los votantes expresada en distintos sondeos y encuestas de intención de voto que estarán en la disyuntiva de participar o no participar ante el temor y la escasez de incentivos.
Ahora, ante este acontecimiento previsible, pero inesperado, cae sobre Ecuador un manto de incertidumbre sobre el proceso electoral por el estado de excepción y con resultados inciertos tanto en lo que se refiere a la participación electoral como el sentido del voto.
El Movimiento Construye se queda sin candidato y habrá que ver, si su dirigencia, decide sustituirlo y, con quien esté dispuesto a levantar las banderas políticas, que causaron la muerte de Villavicencio.
Nuevamente el crimen organizado aparece en escena en un país latinoamericano y como actor de las sombras impone su voluntad por la vía de la violencia. Decide de facto que jugadores pueden subir a la escena electoral y quienes deben abstenerse de hacerlo.
Una experiencia que en México la vivimos frecuentemente en los comicios estatales y que, probablemente, no estuvo ausente en el crimen del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio en marzo de 1994.
O sea, los hechos ocurridos en Ecuador y antes en Colombia, nos revela a un enemigo sui generis de las frágiles democracias latinoamericanas. Es más, nos avisa, de la peor forma, que este enemigo de la democracia ya está aquí y llegó para quedarse y si se le deja -cómo viene ocurriendo- continuaran construyendo narcocracias, o narco Estados, en la región. Y todos aquellos, que se resistan, están amenazados de muerte, es decir, es un mensaje brutal para los países que tienen en puerta elecciones para renovar cargos de representación política.
La historia política del periodista y exasambleísta Fernando Villavicencio así lo demuestra. Su incursión más fuerte en la política ecuatoriana fue durante los años del gobierno de Rafael Correa cuando denunció casos de corrupción en la esfera pública y producto de esos señalamientos duros fue perseguido y sentenciado a 18 meses de cárcel en 2014.
Sin embargo, huye y se refugia en la selva amazónica, desde donde sale para encontrase una nueva orden de encarcelamiento por la revelación de “informaciones reservadas”. Y nuevamente huye y se instala en Lima. En 2017, cuando termina el gobierno de Correa regresa a su país que ya estaba gobernado por Lenin Moreno (2017-2021) y se dedica a la construcción de su proyecto político con un discurso que pone énfasis en la lucha contra la corrupción y el crimen organizado incluso desde su posición de asambleísta colabora en este tema con el Gobierno de Guillermo Lasso.
Una muestra de ese discurso anticlimático está en lo que recoge el diario español El País de un discurso de un mitin donde el candidato expresa sus convicciones sobre el crimen organizado días después de haber sido amenazado de muerte junto con su equipo de campaña: “Esto, dijo Villavicencio, lo que hace es confirmar que, efectivamente, nuestra propuesta de campaña afecta gravemente a estas estructuras criminales. Y aquí estoy yo, dando la cara. No les tengo miedo. 20 años me he jugado en este país en contra de estas estructuras delictivas, y les reitero: no les tengo miedo”.
Más aún bajo el lema de campaña ¡Es tiempo de valientes! expresó: “Se acabó el tiempo de la amenaza” …En año y medio vamos a someter al narcotráfico. No les tengo miedo […] Lo único que pueden hacerme es matarme, y con eso liberamos a un pueblo entero. No le tengo miedo a la muerte, porque yo ya vencí sobre ella”. Y ante los llamados a protegerse curiosamente afirma: “Me han dicho que use chaleco [antibalas]. Aquí estoy, camisa sudada, carajo. ¡Ustedes son mi chaleco antibalas, yo no lo necesito! Ustedes son de un pueblo valiente, y yo soy valiente como ustedes”.
Bajo esta escena trágica se celebrarán las próximas elecciones y una consulta popular histórica sobre continuar o no la extracción petrolera en el centro del Parque Nacional de Yasuní.
Hasta antes del magnicidio el 50 por ciento de los ecuatorianos con derecho de voto manifestaron estar indecisos por quién votar, sin embargo, Luisa González, candidata de la marca electoral Revolución Ciudadana, encabeza la intención de voto incluso tiene posibilidad de ganar en primera vuelta, pero, lo sucedido da un toque adicional de incertidumbre al proceso de renovación de cargos de representación política.
La experiencia mexicana es aleccionadora sobre lo que vendrá después de esta muerte de un político de primera línea si no se toman decisiones acorde con la dimensión del drama, si deja pasar sólo como un episodio doloroso, materia del capítulo de las infamias que viven nuestros países, y es que está en juego la captura para su causa de los políticos, las instituciones, los territorios, los mercados, la salud, la seguridad y sobre todo, Quito, dejara de ser lo que alguna vez fue para quienes llegaba y disfrutaban del paisaje y la bonhomía de su gente.
En definitiva, en las próximas elecciones estarán en juego no unas elecciones más, sino que los ciudadanos tendrán que decidir subir el primer peldaño para recuperar el país o perderlo, quizá, para siempre.
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