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Jaime García Chávez

12/06/2023 - 12:01 am

Marcelo el “levantisco”

Lo que haga Marcelo Ebrard, lo veremos. Por lo pronto es levantisco, ha hecho una contribución que matiza la sucesión actual.

El Canciller Marcelo Ebrard en conferencia.
“Lo que haga Marcelo Ebrard, lo veremos. Por lo pronto es levantisco, ha hecho una contribución que matiza la sucesión actual”. Foto: Mario Jasso, Cuartoscuro

El libro El camino de México, de Marcelo Ebrard, abre con un rótulo inequívoco al que los escritores llaman, con toda propiedad, “epígrafe”. Se trata de una sentencia o cita que al encabezar un texto anuncia una inspiración, o sugiere un hilo conductor para la lectura a no perder de vista, a lo largo de todas sus páginas. Entiendo que esto es distinto a una dedicatoria, aunque en el caso que me ocupa lo parece. 

Si el gran Cervantes dedicó su obra maestra al Duque de Béjar bajo la confiada pretensión de que “no desdeñará la cortedad de tan humilde servicio”, por qué Marcelo habría de perder la oportunidad de recordar una opinión hacia su persona que le prodigó López Obrador, el señor Presidente, con la que recibe la gran categoría de “experto”, “estratega”, “diplomático”, y “buen político”, dotes que son suficientes para catapultarlo a la altura de aspirante a suceder al tabasqueño. 

Esta es una obviedad que se reduce a una autoargumentación para defender sus aspiraciones, si no fuera porque la apología presidencial reseñada también lo tilda de “mi hermano”, ya que, como se sabe de sobra, eso marca a toda historia que tenga que ver con herencias y legados en la que los parientes más cercanos excluyen a los más lejanos.

El “hermano” Ebrard se ha levantado, y de manera concomitante choca con los miembros de la familia política presidencial; y no quiero decir que carezca de méritos y derechos, pero al respecto lo que se ha visto en los usos dinásticos de nuestra clase política, tan impregnada del barroco por la Casa de los Habsburgo, es que los hermanos están más lejos que los hijos en la línea de sucesión. 

El pretendiente Ebrard sabe esto en abundancia, y en su libro hay referencias sobre el tema. Su mentor, por ejemplo, Manuel Camacho Solís, era “hermano” de Carlos Salinas; eso le daba seguridad y hasta certeza, pero a la hora de la hora, en aquel turbulento 1994, el Presidente optó por su “hijo” Colosio, sin chistar, y sobre todo “sin hacerse bolas”.

Que la regla tiene excepciones, a qué negarlo. Pero descreo que ahora sea su ocasión propicia, y la pequeña rebelión me hace concebir que así es.

En el caso de Adán Augusto López, se trata de un “hijo” que, además, trae el paisanaje, por ser oriundo de la tierra tropical del Presidente. Se trata de un donadie, dicho sea sin carga peyorativa, hasta hace unos años, y ahora es pretendiente con fuerza propia, en lo que cabe, por ser el coordinador de 23 gobernadores lopezobradoristas que operarán el proceso –el actual y el de 2024–, que como es evidente, han sustituido a los súper delegados que surgieron a partir de 2018 con la asunción presidencial de López Obrador, y que actúan con esa disciplina proverbial que pudo presumir todo priista de linaje en sus tiempos de oro.

En el caso de Claudia Sheinbaum, la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, para decirlo sin tapujos, es la “hija”, y así se le proyecta con pertinaz empeño desde el poder. Además, en tiempo de mujeres, es mujer, y ha sabido, en su circunstancia, auto opacarse para que López Obrador brille solo en el escenario de la capital de la República. Se ha comportado con la disciplina propia de una jerarca de nomenklatura. Hablo de su pasado reciente y de su presente.

En rigor, todo dependerá para nombrar la candidatura presidencial de Morena, de la decisión personalísima de López Obrador, con un agregado: como en los viejos tiempos, las elecciones parecen estar ubicadas únicamente en ese campo; enfrente hay muy poco o nada.

A eso contribuye que el oficialismo se cobije más en un movimiento social que en un partido, movimiento en el que el líder carismático ya ha dicho muchas de sus pretensiones a realizar el sexenio que viene, y para lo cual un factor de peso a considerar es la búsqueda de un triunfo congresional apabullante y descomunal, que garantice la mayoría calificada. Y en ese aspecto, será esencial, al considerar a los aspirantes, quién mejor garantice esto, pues de ahí obtendrá un bono favorable hacia la escalinata de la candidatura.

Es importante la lectura que se da al reciente triunfo de Delfina Gómez en el Estado de México. Carl von Clausewitz, el legendario teórico de la guerra, dice que no hay que buscar éxitos con los cuales no se sabrá qué hacer. En este caso, López Obrador sabe de elecciones, y está cierto de lo que va a hacer con ese triunfo: terminar de dictar las reglas de una unidad avasallante que le permita a su dedito inclinarse para marcar la senda y quién habrá de recorrerla.

Lo que haga Marcelo Ebrard, lo veremos. Por lo pronto es levantisco, ha hecho una contribución que matiza la sucesión actual. Pero hablando en apego a la verdad, en Morena mayoritariamente no lo quieren; pero tampoco es un amor inalcanzable, a condición de que el supremo haga a un lado a un “hijo” de Tabasco y una “hija” fiel, placeada y agradecida.

El escenario está puesto. Estamos frente a una hegemonía creciente y sin resistencia consistente afuera: al PAN, al PRI y al PRD no les alcanza, no cuentan con narrativa que convenza, con programa, con credibilidad, liderazgo, ni candidato presidencial que eleve los ánimos. 

08 junio 2023

Jaime García Chávez
Político y abogado chihuahuense. Por más de cuarenta años ha dirigido un despacho de abogados que defiende los derechos humanos y laborales. Impulsor del combate a la corrupción política. Fundador y actual presidente de Unión Ciudadana, A.C.

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