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Erik Del Ángel Landeros

12/06/2022 - 12:02 am

El monumento a Washington, símbolo de la relación México-EU

“En 1910, el Gobierno de la Unión Americana donó a México un monumento a George Washington, como parte de los festejos por el Centenario de la Independencia Nacional”.

El monumento a Washington en CdMx. Foto: Especial

Este año 2022 se conmemoran 200 años del establecimiento de relaciones diplomáticas entre México y Estados Unidos de América (EUA), 200 años de una historia bilateral compleja, azarosa, dinámica e indisoluble. Este bicentenario se da en el momento en que la política exterior mexicana a reintegrado a su postura la posibilidad de disentir con su vecino del norte en algunos temas, sin que ello haya implicado ningún efecto catastrófico como muchos pseudo expertos vaticinan, simplemente se han tenido que respetar las posturas nacionales, entendiendo que nuestro país es soberano y toma decisiones con base en su proyecto de nación, encabezado por el Presidente López Obrador y su canciller Marcelo Ebrard.

A propósito de esta conmemoración, me permitiré rescatar algunas aproximaciones analíticas en torno al monumento de George Washington en esta capital, en las primeras décadas del siglo XX, que permitirán distinguir la postura del Gobierno y la sociedad mexicana respecto a EUA y los cambios en las relaciones entre ambos países.

En 1910, el Gobierno de la Unión Americana donó a México un monumento a George Washington, como parte de los festejos por el Centenario de la Independencia Nacional. La Administración porfirista colocó el busto en la Plaza Dinamarca, en la Ciudad de México (en la actual colonia Juárez). En esos momentos existía una tensa calma entre ambos países y Ejecutivos producida por el estallido de la Revolución Mexicana. Este proceso social culminó con la salida de Porfirio Díaz del país, el gobierno interino de Francisco León de la Barra y la elección del primer gobierno emanado de la Revolución, además de manera democrática, el de Francisco I. Madero. La relación de la Casa Blanca con el nuevo régimen pasó del respaldo a la permisividad para que su embajador Henry Lande Wilson conspirara para su derrocamiento, el cual se materializó el 19 de febrero de 1913.

Unos días después, el 22 de febrero por la mañana, el canciller del nuevo gobierno militar, Francisco León de la Barra, acudió con el embajador Lane Wilson a colocar coronas en el monumento a Washington por el natalicio del Padre fundador. Ese día más tarde, Victoriano Huerta y su gabinete tuvieron su primer evento público precisamente en la Embajada de EUA, donde días antes se había firmado un pacto para organizar el nuevo gobierno mexicano. Dicha Representación brindó un cocktail para conmemorar el nacimiento de Washington, al que también acudió Félix Díaz. Una vez finalizado el evento, Huerta y Wilson conferenciaron cerca de una hora y media. Al parecer, Huerta abandonó la representación a las 19:00 horas. El enviado de Woodrow Wilson a México, William Bayard Hale, sostiene que el embajador Wilson omitió mencionar este encuentro al Departamento de Estado. Horas después Madero y Pino Suarez fueron asesinados.

Es evidente que el gobierno golpista recién instaurado tenía una inusual cercanía con EUA, o eso es lo que Lane Wilson hacía creer a Huerta y sus subordinados. Juntos buscaron obtener el reconocimiento de Washington, el cual nunca llegó. También se especula que el Presidente militar puso a consideración del embajador estadunidense la opción de desaparecer a Madero y el exvicepresidente, y que decidió actuar de esa manera debido a que lo respaldó Lane Wilson, lo cual no suena descabellado. Por su parte, la sociedad capitalina se mostró jubilosa y receptiva al nuevo gobierno debido a que los 15 días de zozobra y guerra habían alterado la tranquilidad de la capital, la cual regresaba a la ciudad con el fin de la Decena Trágica. El proyanquismo del nuevo régimen les perturbaba mucho menos que los cañonazos, destrozos, cuerpos sin vida en las calles y escasez de productos.

El Gobierno de Howard Taft concluyó a inicios de marzo de 1913, dando lugar a la llegada de Woodrow Wilson a la Casa Blanca, hecho que lejos de ayudar a Huerta a obtener el reconocimiento supuso el establecimiento de un gobierno paulatinamente hostil. Primero, Wilson retiró a su embajador conspirador en México, después prohibió al huertismo comprar armas en su país y facilitó que los constitucionalistas lo hicieran. Huerta nunca aceptó dimitir al poder, como lo pedía el nuevo mandatario de EUA, quien lo consideraba como un militar que se había llegado a la Presidencia sin un procedimiento democrático. La intromisión de Wilson culminó con la invasión a Veracruz el 21 de abril de 1914, hecho que a la postre contribuyó al derrocamiento de Huerta.

Tanto Huerta como Carranza rechazaron el desembarco estadunidense y llamaron a los mexicanos a condenar y oponerse a esta medida. La capital, controlada por el huertismo, salió a las calles en protesta por la invasión. El Gobierno buscaba avivar el nacionalismo y antiyanquismo para obtener la legitimidad de la cual carecía. El 23 de mayo, una muchedumbre derrumbó el monumento a Washington y colocó un busto de Miguel Hidalgo, en protesta por los sucesos en Veracruz. Huerta expulsó al encargado de negocios de EUA en el país y retiró al personal que se encontraba en la embajada mexicana en la capital de la Unión Americana. El general pasó de ser el primer proestadunidense al primer antiestadunidense del país, ninguna de sus dos posturas le valió para mantenerse en el poder.

De tal forma, la presencia y ausencia del citado monumento a George Washington en la Ciudad de México durante la segunda década del siglo XX reflejó la distancia política entre México y EUA. A la relación bilateral aún le quedaban muchos episodios convulsos, quizá por ello nunca se intentó restituir la estatua del prócer estadunidense. Hoy en día tampoco se proyecta en el imaginario público establecer un monumento de esas características y simbolismo.

Erik Del Ángel Landeros
Licenciado en Relaciones Internacionales por la UNAM, maestro en Historia Moderna y Contemporánea por el Instituto Mora y candidato a doctor en Historia por la UNAM. Cuenta con estudios en la Universidad de Texas y con el Diplomado Líderes Progresistas por la Fundación Friedrich Ebert. Se ha desempeñado en el sector público y académico. Actualmente es profesor en la carrera de Relaciones Internacionales y Coordinador Ejecutivo del Consejo Técnico de Diplomacia y Cooperación Deportiva de la SRE.

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