Durante su reciente visita a España, el presidente Enrique Peña Nieto y su Secretario de Hacienda que casi siempre en el extranjero se presenta como un vicepresidente poco modesto y harto hablador, volvieron a demostrar su ignorancia y prepotencia.
Parece que a muchos políticos les ataca el síndrome del planeta desconectado; ellos creen que pueden ir a España, Dubai o Washington, declarar que todo está estupendamente e ignorar que, desde que están haciendo sus declaraciones, la sociedad y algunos medios de su país ya se están enterando de las mentiras propagadas. Lo hacía Calderón en cada viaje a España, ahora es turno de Peña y su virreyVidegaray. Está claro que ellos viajan como en campaña de relaciones públicas para promover una falsa imagen de un México democrático y un presidente efectivo. Sería ingenuo creer que su propósito es revelar la verdad; lo suyo es vender una fantasía, y Videgaray lo hace con la sonrisa propia de quien va al mundial y no con la seriedad de un secretario de estado que va a dejar grabadas las necedades que regresarán algún día a morderle los talones.
Dice el flamante secretario que “La sociedad tiene todo el derecho a ser impaciente. Nos hemos convertido en una economía abierta, estable, pero el crecimiento en México en los últimos 30 años, con una media del 2,4%, ha dejado mucho que desear. Y el objetivo de las reformas es cambiar la tendencia de crecimiento para que sea más acelerado, pero eso toma tiempo”, explicó. ¿Impacientes? ¿de verdad? Videgaray es incapaz de distinguir la impaciencia (intranquilidad producida por algo que molesta y no acaba de llegar) de la indignación (irritación y enfado vehemente ante un engaño).
Lo que a millones de personas nos indigna es la persistencia de este gobierno para vendernos una fórmula de suyo inaceptable: privatizar los hidrocarburos en un contexto de rampante corrupción institucional; dejarla bajo la supervisión de Pedro Joaquín Coldwell, flamante Secretario de Energía y reconocido operador de la corrupción gubernamental. Y ponerla en manos de Pemex, institución plagada de irregularidades, fraudes, licitaciones manipuladas, equipos obsoletos y un director claramente coludido con personajes y empresas mexicanas y extranjeras propensas al fraude, el latrocinio empresarial y la manipulación de cifras.
El secretario Videgaray defiende la reforma energética argumentando que “el efecto liberador de las reformas se percibirá a partir de la segunda mitad del sexenio de Peña Nieto cuando se logre romper el monopolio del gas y el petróleo que traerá consigo un enorme flujo de inversiones privadas, estimadas en 50 mil millones de dólares (mdd) anuales, es decir, 30 mil mdd más de lo que actualmente se obtiene en ese rubro.” Pero en España ningún periodista preguntó cómo piensan “romper el monopolio” que tiene el Estado si al mismo tiempo aseguran que Pemex tendrá el control de los bienes de la nación. Seguramente de la misma manera en que nos dijeron (yo todavía me acuerdo cuando nos lo vendieron como panacea) que para que Telmex funcionara mejor lo iban a privatizar, ahora tenemos las tarifas telefónicas más caras, un multimillonario enriquecido por el ex presidente Salinas y una supuesta competencia en telefonía con tarifas ridículamente altas y cuya competencia radica en dar pésimos servicios y muy caros. O se proponen “romper” el otro monopolio apoyando a Televisa, con un traje reformista a la medida, para jugar a tener más canales con nombres diferentes a fin de que las y los mexicanos creamos que eso es competencia auténtica. No es impaciencia es realismo.
Creen que no nos dimos cuenta de que el presidente de la Comisión de Energía, David Penchyna Grub, presentó un nuevo procedimiento para regular la discusión pactado por priístas y panistas, que prevé la discusión de los artículos reservados sin votación en lo general (a lo oscurito otra vez). Creen que no entendemos que las iniciativas de las 21 leyes en materia energética no garantizan la Seguridad Energética Nacional para los próximos 30 años, sino que privilegian la entrega de los hidrocarburos a la iniciativa privada extranjera, bajo la supervisión de un clan político corrupto que se ha enriquecido operando recursos públicos y licitaciones.
Había que decirle al responsable de la economía que cada vez que habla enardece más a la sociedad mexicana; que el lenguaje que utiliza descalifica lo que académicos, expertas en las materias específicas, en transparencia y procesos legislativos han dicho: que estas reformas de energéticos y telecomunicaciones, tal como han sido planteadas, arrebatan a la sociedad la posibilidad de vivir mejor en el futuro, fortalecen la corrupción, maquillan y fortalecen a los monopolios existentes, dan acceso a los hidrocarburos mexicanos a empresas extranjeras corruptoras, socialmente y ecológicamente irresponsables. No: la sociedad mexicana no se impacienta, se rebela, se indigna, asume su derecho constitucional a ir contra políticas neoliberales que destruyen a la clase media, que promueven la censura, que agrandan la brecha de acceso tecnológico; se manifiesta con claridad e informada frente a las trampas que dejan a los pueblos mexicanos sin medios públicos libres y accesibles, que fomentan más pobreza e ignorancia, que entregan en manos de los peores lo mejor de México.