Artes de México

El espectador de lo anónimo, El ser y la nada, Pedro Tzontémoc+ David Huerta

12/05/2019 - 12:02 am

El ser y la nada es un libro compuesto por fotografías de Pedro Tzontémoc y escrito por David Huerta. Al ver las fotografías de Tzontémoc y tener la voz de Huerta como guía, quedan dudas sobre cuánta vida o muerte podemos reconocer en distintos escenarios que se nos presentan: altos edificios; entre los árboles; en los pasos sobre la arena o en el mar que muestra un barco.

Ciudad de México, 12 de mayo (SinEmbargo).- Para la lectura de El ser y la nada, libro compuesto por fotografías de Pedro Tzontémoc y escrito por David Huerta, hay que acercarnos con una idea de lo abandonado. Las piezas que se exponen en esta obra son un recorrido por distintos lugares donde se devela al individuo en su máxima soledad, en su momento más íntimo. Las fotografías son tomadas en el momento en que la gente deja de concurrir aquellos sitios y dejan una privacidad misteriosa para quienes sí asisten al retrato.

Con relación a esta idea del lugar fantasmal, evoco un poema de César Vallejo que parece propicio: “No vive ya nadie…”. En él se presenta la imagen de una casa que mantiene la vida en sus cuatro paredes, aun estando abandonada, a razón de que en ella vivió gente, hubo acciones, sentimientos, toda esta carga humana. De otro modo, la casa no vive si nadie la habita jamás, se mantiene extinta desde su construcción por no alimentarse de personas.

Cuando alguien se va, alguien queda. El punto por donde pasó un hombre, ya no está solo. Únicamente está solo, de soledad humana, el lugar por donde ningún hombre ha pasado.

Foto: D.R. ©Pedro Tzontémoc, 2001 en El ser y la nada, Colección luz portátil, Artes de México, 2006.
Foto: D.R. ©Pedro Tzontémoc, 2001 en El ser y la nada, Colección luz portátil, Artes de México, 2006.

Si un fotógrafo pasa por la calle donde la primera casa se encuentra y la ve ahí, huérfana con una esencia de algo y le toma una fotografía, ¿qué se puede encontrar en ella? ¿La nada?, ¿la sensación un objeto abandonado? Las fotografías de Pedro Tzontémoc mezclan la totalidad y la nada entre el paisaje y el individuo.

En las distintas escenas que contiene este ensayo fotográfico, se mantiene la sensación del lugar donde ha sucedido tanto, que casi sin verlo nos lo podríamos imaginar: un árbol que muestra al fondo el destello del sol y la silueta de dos personas; dos hombres dando la espalada a una costa; una empedrada en bajada. Imágenes que hemos apreciado en nuestra propia vivencia y que, hasta ser fotografiadas con una lupa especial, encontramos un ápice que nos llama a observarlo, plasmarlo en nosotros. Y es que, ¿cuál es la función de la fotografía? ¿qué se mantiene intacto en ella o qué se escapa? “Disparar: función de la nada”, menciona Huerta; algo cambia al momento de ser fotografiado, se vuelve eterno, sí. Y la fotografía puede dar tanta nostalgia de lo que ya no existe, de esta transformación de lo efímero.

En esta misma secuencia de instantáneas, la técnica de Huerta en su voz narrativa es muy acertada, pues nos habla desde distintos ángulos como retratos de lo que se altera todo el tiempo a nuestro alrededor: “Concéntrate en lo que estás haciendo […] no confundas las imágenes. A ellas deberás acercarte con un espíritu de sagacidad y de transfiguración sedienta”. El fotógrafo tiene un carácter minucioso, de selector. Es un sacrificador, en palabras de Huerta, por las muertes que genera y se presentan en el artefacto de su cámara a cada disparo: el instante exacto de la transición entre la vida a la muerte, de una expresión a otra.

Foto: D.R. ©Pedro Tzontémoc, 2001 en El ser y la nada, Colección luz portátil, Artes de México, 2006.
Foto: D.R. ©Pedro Tzontémoc, 2003 en El ser y la nada, Colección luz portátil, Artes de México, 2006.

El individuo existe tanto en su papel de observador como en el del observado, se desplaza y va capturando la vida y, a la vez, es atisbado por los ojos asiduos de otro personaje. Lo mismo sucede con él y el paisaje: intercambian los papeles. El paisaje también obtiene su intimidad con el visitante, así como en el individuo queda una resaca de un lugar perdido en su memoria. Juntos son la nada y la totalidad, coexisten mientras son arrastrados hacia un único fin, “como la del agua absorta en los lavabos (efecto Coriolis), líquido más o menos danzante que avanza rumbo al rezumadero trazando gráciles espirales”, citando a David Huerta. El sujeto que está en rotación es el que crea el movimiento ficticio de los demás objetos. Genera la existencia mediante el contacto visual. Esto quiere decir que todo existe en tanto el ser, o el paisaje, les da una realidad con la mirada. El sujeto es el fotógrafo que “camina con un talante de capítulo extraviado en una novela” por todo lo que le es desconocido hasta que se lo apropia al descubrirlo en su andar.

Al ver las fotografías de Tzontémoc y tener la voz de Huerta como guía, quedan dudas sobre cuánta vida o muerte podemos reconocer en distintos escenarios que se nos presentan: altos edificios; entre los árboles; en los pasos sobre la arena o en el mar que muestra un barco. Hemos abarcado o hemos tenido la necesidad de abarcar todo cuanto existe. Vivimos en una sociedad donde todo es inmediato, donde la ansiedad es parte de nuestros más regulares síntomas. Los impactos que recibimos de lo que existe cae en la interpretación de lo que hemos visto anteriormente —cinco segundo antes— y creamos un tejido de la nada que es un todo palpitando, una secuela de fotografías inmediatas.

Foto: D.R. ©Pedro Tzontémoc, 2003 en El ser y la nada, Colección luz portátil, Artes de México, 2006.
Foto: D.R. ©Pedro Tzontémoc, 2003 en El ser y la nada, Colección luz portátil, Artes de México, 2006.

La Colección luz portátil genera esta sensación del ojo humano como un órgano que absorbe todo cuanto existe y amplía la imagen hasta lo que realmente quiere ver, lo que ha empatado con su existencia, con alguna sensación o recuerdo que revive. Los ojos miran lo vivo y lo muerto, quizá por ello Huerta toma la imagen de Ascálafo, el búho del inframundo, quien detecta las prohibiciones que llevan al mundo a su fin. Dice, “¿Quién anda por ahí? Perros por la orilla izquierda de este silencio, de estos huecos imperturbables; pájaros calcinados en medio de este cielo ficticio, tejido de relámpagos y tormentas larvarias”. La mirada se convierte en una suerte poética. En esta suerte de espectador nos mantenemos desde nuestra butaca en movimiento y vemos los “cuerpos que se esfuman con un gesto de hambre magnífica”.

Nadie es la nada personificada. En el relato de Huerta se habla sobre un profesor de filosofía que no lleva el atuendo esperado y que quiere entrar a un sitio sagrado para tomar fotografías: el fotógrafo, carece de sus formas. En sí, no podemos definir los rasgos de los individuos en las piezas de Pedro Tzontémoc, los entes que se presentan existen bajo el anonimato, como el profesor del que se desconoce su nombre. Lo que se sabe es el desplazamiento en las fotografías, a través de los espacios, nada más. No necesitamos saber otra cosa sobre estos seres más que la huella y la esencia que plasman en aquellos sitios.

Consigue el libro El ser y la nada a través de la página web de la editorial www.artesdemexico.com .

Lucía Rueda
Lucía Rueda G. es egresada de la Universidad del Claustro de Sor Juana en la licenciatura Escritura Creativa y Literatura. Ha tomado talleres de poesía, narrativa y dramaturgia. Desde el 2016 ha sido parte del proyecto Fárrago, revista donde se publicaron tanto sus cuentos como su poesía. Ha participado en lecturas de poesía en el Museo Soumaya; en el Encuentro Fronterizo de Literatura y lingüística; en el Fell, Foro de Estudiantes de Lingüística y Literatura, con su ponencia “La locura ante la multitud”. Asistió al Congreso Nacional de Estudiantes de Lingüística y Literatura en Michoacán; participó en el Congreso Nacional de Creadores Literarios en San Luis Potosí; en el CIELL, Congreso Interuniversitario de Estudios Literarios y Lingüísticos y en el segundo encuentro Fronterizo de Literatura y lingüística. Por otra parte ha sido publicada en el Periódico de Poesía, con su poema “Ennidadas” y en Tierra Adentro con su ensayo “Las olas, el cuarto y la novela”.
en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video