José Manuel Mireles, líder de las autodefensas de Tepalcatepec, liberado este día el Cefereso No. 4 en Tepic, Nayarit, dijo en entrevista con Carmen Aristegui que durante dos años y medio estuvo incomunicado, firmaba “correspondencia que no se me entregaba, libros que nunca se me entregaron, visitas a las que nunca les permitieron entrar a verme”, relató.
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Por María Verza
Ciudad de México, 12 de mayo (AP) — El doctor José Manuel Mireles, la cara más visible de las autodefensas de Michoacán salió el viernes del penal de máxima seguridad de Nayarit, visiblemente desmejorado después de pasar casi tres años encarcelado, la mayor parte de los cuales estuvo totalmente incomunicado, según él mismo denunció.
“Los primeros dos años y medio fueron de absoluta incomunicación a pesar que tenía que firmar de recibida correspondencia que no se me entregaba, libros que nunca se me entregaron, visitas a las que nunca les permitieron entrar a verme”, dijo en una entrevista telefónica con la periodista Carmen Aristegui poco después de salir de prisión.
Sin embargo, esta situación cambió sustancialmente “en los últimos meses”: le dieron mejor atención, aseguró, e incluso le llevaron al hospital cuando sufrió dos preinfartos el pasado mes de diciembre.
Ligeramente envejecido, sin su característico bigote y con achaques de salud pero de buen humor y con un libro a punto de publicarse, Mireles agradeció a la prensa que lo esperaba a la salida del penal el apoyo recibido a lo largo de estos años y señaló que su primera parada sería para hacerse una revisión médica, ya que durante su internamiento había sufrido varios infartos, tiene problemas de columna y su diabetes está “descontrolada”.
El juez le había decretado el jueves libertad bajo fianza de 30 mil pesos, y además deberá presentarse periódicamente en un juzgado de Michoacán, no salir del estado y no tener contacto con ciertas personas relacionadas con su proceso de portación de armas, que seguirá su curso aunque él esté en libertad.
Este médico cirujano de 58 años fue uno de los fundadores y el portavoz del movimiento de autodefensas que surgió en 2013 en Tepalcatepec, Michoacán, un próspero estado agrícola y minero que permanecía bajo control de Los Caballeros Templarios, una organización criminal con tintes de secta que dominaba vidas, negocios y recursos de sus habitantes a través de la extorsión y el uso de la fuerza. Hartos de su violencia, comenzaron a combatirlos frontalmente.
Durante casi un año, las fuerzas de seguridad federales dejaron actuar a estos grupos armados irregulares —con los que incluso habían realizado operativos conjuntos— pero cuando creció la presión pública ante la infiltración de criminales entre ellos, el presidente Enrique Peña Nieto inició un gran despliegue en el estado e inició en mayo de 2014 un proceso de regularización de los civiles para que pudieran seguir portando armas y combatiendo al narco de forma legal y controlada.
Para entonces, Mireles ya había tenido discrepancias con algunos integrantes del movimiento y junto a otros autodefensas no quiso unirse a la nueva policía rural que consideraba estaba infiltrada de criminales, lo que provocó numerosas detenciones, entre ellas la del propio doctor en junio de 2014.
Al salir en libertad condicional, Mireles reiteró su inocencia e insistió en que le fueron colocadas en su camioneta las armas y la droga que las autoridades utilizaron como prueba de cargo en su contra. De hecho, la acusación por delitos contra la salud —por llevar cocaína y marihuana— ya fue desestimada por un juez y solo continúa el proceso por la portación de armas de uso exclusivo del ejército.
“Yo era individuo de alta nivel de peligrosidad para todos los mexicanos”, ironizó en la entrevista con Aristegui. “Temían que yo saliera buscando la revancha […] lo que es totalmente falso […] no puedo darme el lujo de tener ni siquiera rencor o coraje contra nadie”.
Mireles se reivindicó como “luchador social” aunque no habló de sus proyectos de futuro y fue firme al reiterar lo que denunció hace tres años: que fue traicionado por la persona que el presidente Enrique Peña Nieto envió a pacificar Michoacán, Alfredo Castillo, y que el gobierno federal cometió un “error grandísimo” durante el proceso de regularización de los grupos en armas porque en lugar de ayudar a los autodefensas “estaba armando a criminales arrepentidos” que en aquel momento lucharon contra los Templarios pero que ahora vuelven a ser los promotores de violencia que persiste en el estado.