Diego Petersen Farah
12/04/2024 - 12:03 am
El rostro de la corrupción en el Ejército
“La única forma de regresar al Ejército a los cuarteles será pidiéndoles cuentas sobre el presupuesto ejercido”.
En el más reciente reportaje de Latinus sobre los negocios de los hijos del presidente y su amigo, Amilcar Olán, así como sus primos, Pedro y Osterlen Salazar Beltrán, salió a relucir el nombre del general de división, Ricardo Gustavo Vallejo, encargado de las obras insignia del presidente, como vínculo para compras a sobre precio. Las grabaciones no dejan mucho lugar a dudas, pero son eso, grabaciones ilegalmente obtenidas que nos permiten enterarnos de la red de corrupción, y nada más. Para que algo suceda es necesario que se abra una investigación, lo que no sucederá en este sexenio, pues tenemos un secretario de la Función Pública (Roberto Salcedo) borrado; un auditor Superior de la Federación (David Colmenares) doblado, y un fiscal general de la República (Alejandro Gertz) supuestamente autónomo, acomodado y más preocupado por quedar bien con el presidente que con su encargo.
En el Ejército siempre ha habido corrupción. Poca, más o menos, o la misma que en la vida pública, no lo sabemos, porque lo que existía con las Fuerzas Armadas era una especie de pacto de impunidad no escrito donde ellos recibían un presupuesto anual que nadie cuestionaba y del que nadie pedía cuentas a cambio de que no se metieran en política. Cuando Calderón los mete a la guerra al narco aparecen los primeros escándalos de compras a sobre precio, sin embargo, el pacto esencial de no meterse con los dineros del Ejército y la Marina continuó. El pretexto de la seguridad nacional les vino perfecto para no rendir cuentas.
La única forma de regresar al Ejército a los cuarteles será pidiéndoles cuentas sobre el presupuesto ejercido. En los reportajes sobre la red de proveeduría de balastro para el Tren Maya el objetivo de la investigación es la corrupción en el primer círculo del presidente, el daño al Ejército es colateral. Sin embargo, así como existe la cadena de mando también hay una cadena de corrupción. A diferencia de los mandos civiles en el Ejército el superior es responsable sea por permitir, sea por no enterarse. En el caso del Tren Maya y el círculo cercano a los hijos del presidente, según nos enteramos por las grabaciones, los negocios se pactan arriba, con el general Vallejo y se operan abajo, con el teniente coronel Martínez Beltrán encargado de uno de los frentes del tramo cinco y con el Mayor Edmundo Mayorga, encargado de proveeduría.
Al presidente no parece hacerle mella alguna que aparezcan sus hijos, un amigo de sus hijos, sus sobrinos y los militares coludidos en una red de corrupción. Su “halo de honestidad” alcanza todavía para cubrir y proteger a la familia y a sus aliados del Ejército. Lo que hay que tomar en cuenta es que el sexenio se acaba el último día de septiembre y la nueva presidenta llegará con una enorme necesidad de legitimar no su elección, pero sí su poder. Explicar el mecanismo de colusión y ponerle rostro a la corrupción del Ejército es un balón votando en el área que, gane quien gane, difícilmente dejara pasar sin disparar a gol.
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