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Tomás Calvillo Unna

12/04/2023 - 12:05 am

El tiempo ya se acaba, la dimensión es otra

«Lo que sucede a los migrantes en México es un crimen, un holocausto paulatino, una vergüenza nacional, que nos denigra hacia dentro y hacia fuera de las fronteras del país».

“Otra dimensión”. Pintura: Tomás Calvillo Unna

Rendija.

Lo que sucede a los migrantes en México es un crimen, un holocausto paulatino, una vergüenza nacional, que nos denigra hacia dentro y hacia fuera de las fronteras del país. Inmunes al dolor del prójimo, la violencia y la indiferencia nos carcome; un basta es inútil, se requieren 130 millones.

I
En el inventario de la madrugada:
el berrinche de la infancia,
el enojo de la adolescencia,
el resentimiento, venganza e ira del adulto.

Paciencia
y estar alertas, ya no más trampas.

Llueve,
las oraciones convertidas
en valles y montañas
y el mar, esa inmensidad:
créeme,
es una promesa
que todavía enamora
a la vida.

II

El lunes tiene algo de pulido espejo,
anuncia un inicio.

Unos admiran la elasticidad de las lagartijas
y juegan con las ligas en sus manos,
como si recordaran algo
que no termina de aparecer;
mientras en las puertas,
los caballos
sin mostrarse cansados,
duermen.

No todos se inscriben
en la onírica escuela de la mente;
muchos prefieren
el rutinario mercado de abastos,
otros, tomar agua,
la más antigua medicina.
Los menos, forman coros
para no perder del todo
el don de la comunidad.

Los instrumentos musicales
del abecedario;
la partitura de la experiencia;
su capacidad de reinterpretar
los tonos de cada generación;

aunque sea difícil, no precipitarse
es necesario.

La lista de contenidos
se agota.

III
Las gotas de las palabras,
una a una,
en el vaso del día se acumulan,
en la repisa de la noche reposan.

Silvestre actividad fonética,
algunas se sacuden
del nido de las horas;
otras se reservan,
astutas las mas
se disfrazan de sueños;
como caballos
de Troya nocturnos
alistan sus batallas.

Ya cabalga el sermón del silencio
entre los que saben escuchar
e interpretan los signos.

IV
Cómo no pinchar el alma con la prisa
y permitir a los sentidos
establecer su balance,
elegir aquello que se comparte,
andar así en la calle.

El tráfico y la lluvia
se combinan en la cabina del taxi;
a manera de frágil embarcación,
nos salva del naufragio urbano.

En esa natural habilidad
que nos corresponde
la noche, otra vez,
despliega su bálsamo y circunda,
la pesada losa de un subconsciente
intoxicado de confusión y frustraciones.

Entre los pormenores
de las calles y circuitos que transitamos
se recupera la esférica contundencia
de nuestros exiguos pasos,
sin mayor drama;
esta ligereza,
es el humor de la libertad
que a cada uno corresponde,
no solo la tristeza que se hereda
y se lleva …

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