David Ordaz Bulos
12/04/2020 - 12:00 am
COVID-19 y la curva de la biopolítica
Cuanto más suceptibles seamos al pánico instintivo, menos vulnerables seremos a nuestros sistemas paranóicos. James Hillman. Pan y la pesadilla
Cuanto más suceptibles seamos al pánico instintivo,
menos vulnerables seremos a nuestros sistemas paranóicos.
James Hillman. Pan y la pesadilla
I. El poder soberano
En su artículo: Emergencia viral y el mundo de mañana, el popular filósofo Byung Chul Han afirma que Europa está fracasando. Un ejemplo de ello es el cierre de las fronteras como una medida para frenar la pandemia del Covid-19, en comparación con los países asiáticos y el riguroso uso de datos y de vigilancia digital que han desarrollado, y que paradójicamente son muestra del panóptico digital que el filósofo describe en sus libros. Para Byung Chul Han, las medidas de control territorial como el cierre de fronteras eran propias de los antiguos regímenes de soberanía: “Nos sentimos de vuelta en la época de la soberanía. El soberano es quien decide sobre el estado de excepción. Es soberano quien cierra fronteras”.
Vale decir que dicho texto, que originalmente fue publicado en el diario El País, también forma parte de la compilación Sopa de Wuhan, realizada por el colectivo Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPA), que reúne 17 artículos de pensadores y pensadoras contemporáneas. Y luego de haberse viralizado, su título y portada recibieron duras críticas de parte de un comunicado firmado por colectivos, editoriales y personas, que lo señalan como un agente que promueve el racismo, la xenofóbia y la sinofobia (sentimiento contra China, su gente y su cultura). Pues la imagen es de Ernst Haecker, “un exponente del racismo científico que propugnaba también que las razas «primitivas» estaban en su infancia”. Al mismo tiempo, el comunicado invita a conocer el trabajo del Colectivo 闯 (chuǎng), “quienes realizan un análisis histórico y decolonial de la pandemia del Covid19”.
¿A qué se refiere Byung Chul Han cuando dice que nos sentimos de vuelta en la época de la soberanía? Vale la pena remitirse al libro Seguridad Territorio y Población, que reúne el curso de 1977 a 1978 de Michel Foucault en el Collège de France, donde sentó las bases de conceptos fundamentales en su obra, como: la gubernamentalidad, que tiene que ver con la evolución de las racionalidades políticas y los regímenes de gobierno propios del liberalismo. Así como del biopoder, un conjunto de mecanismos por medio de los cuales los rasgos biológicos de la humanidad son parte de una estrategia política y de poder desde el siglo XVIII.
El régimen del soberano antecede al régimen democrático. El soberano controlaba un territorio, lo marcaba, buscaba expandirlo y retenerlo. Además, tenía la capacidad de dar muerte a sus súbditos, que principalmente eran grupos racializados considerados inferiores. Como sucedía en la Nueva España, donde como explica el historiador Francisco Navarrete, en su potente libro ¿Quién conquistó México?, desde los primeros tiempos, los conquistadores buscaron imponer un régimen racista y feudalista con el que pretendían perpetuar el dominio eterno del Rey de España y la imposición irreversible de la religión católica. Tal régimen, estuvo organizado por la esclavización de los africanos, el tributo de los indígenas y el privilegio de los españoles. Y tenía como principal propósito, extraer la mayor cantidad de riquezas, principalmente metálicas. Que luego, ante el fracaso del Imperio Español terminaron en China, que en aquel entonces era el centro de la economía global.
Entre los personajes soberanos de la colonia estaba el conde Pedro Romero de Terreros, dueño de las minas de Real del Monte, uno de esos pueblos en el estado de Hidalgo, que entonces eran llamados Reales de Minas. Se sabe gracias a la aristócrata escocesa Madame de Calderón de la Barca, quien en su libro La vida en México, escrito por ahí de 1838, que el conde hizo al rey de España la propuesta de “visitar sus dominios mexicanos y garantizar que los cascos del caballo de su majestad no pisarían sino plata maciza desde Veracruz hasta la capital”, cosa que nunca ocurrió. Y lo que en cambio sí ocurrió fue “que mandó construir en La Habana dos grandes navíos de línea, hechos de caoba y cedro, y los regaló al rey”.
II. La calle, el grano y el contagio
Se sabe que en aquella región minera, las primeras clínicas para las personas comunes y corrientes aparecieron con las ciudades hasta principios del siglo XX. Antes la gente se curaba con remedios tradicionales. O como dice un texto de Edith Boortein sobre la Hacienda de Hueyapan, al citar el informe de un doctor ya en los años cincuentas del siglo XX: “la gente de campo tenía solamente una enfermedad en sus vidas y de esa enfermedad morían”.
Y es que, siguiendo a Michel Foucault, las urbanizaciones provocaron que el régimen de soberanía se transformara en un régimen de seguridad. Pues con las ciudades surge el problema de circulación de las cosas para el florecimiento de los mercados, en riesgo de escasez de granos y por lo tanto hambrunas. O bien, como focos de infección y contagio.
Así, para hacerle frente a enfermedades, como la peste y la lepra, fueron organizados una serie de mecanismos disciplinarios. Y solamente hasta el siglo XVIII, las enfermedades dejaron de ser “enfermedades reinantes”: que abarcaban y se confundían con todo un territorio, una región, un clima, un grupo de gente y una forma de vida. Y comenzaron a ser vistas desde la perspectiva de caso, donde se calculan: el riesgo de contagio de cada persona, el riesgo de que el contagio se extienda, los grupos que son más vulnerables y el riesgo de muertes. “Y es así como surge la idea de una morbilidad y mortalidad normales; se obtendrá la curva normal, global, las distintas curvas consideradas como normales”. Justamente, el mismo tipo de curvas a las que nos hemos acostumbrado a seguir por la tardes de cuarentena en México, con el Dr. Hugo López Gatell.
III. Vivir peligrosamente
El establecimiento de las ciudades mercado en el siglo XVIII transformó las relaciones entre los súbditos y el soberano, las cuales, aún estaban marcadas por el feudalismo. En ese momento fue cuando apareció la noción de población, que deja de ser transparente para el soberano pues en ella aparecen los sujetos de derecho y deseo. Además, la población comenzó a ser vista como fuente de riqueza y por lo tanto un objeto de estadística y medición a través del avance de la medicina preventiva y demás disciplinas científicas que se consolidan a la par de de los estados nación en los siglos XIX y XX; y evolucionan hasta las formas de gubernamentalidad más cercanas a nosotros, donde el neoliberalismo gobierna desde la libertad y el riesgo (vivir peligrosamente), con las gramáticas del empoderamiento en el contexto de la hipercompetencia y vigilancia digital hasta la explosión del coronavirus. Según Roberto de Esposito, y su explicación sobre biopolítica y coronavirus, “con las consecuencias geopolíticas que ya vamos viendo, estamos llegando al clímax de la relación directa entre la vida biológica y las intervenciones políticas”.
En ese sentido, el filósofo Achille Mbembe, habla sobre cómo esta pandemia ha democratizado el poder de matar, pues nuestros cuerpos se han convertido en una amenaza para uno mismo y los demás. De ahí que el aislamiento o “sana distancia” sea una forma de regular ese poder en un contexto que llama como “necroneoliberalismo”, con el dilema entre salvar a la economía o salvar al pueblo, con población que podrá morir para garantizar la productividad. En este contexto Mbembe se pregunta cómo construir comunidad en un mundo de calamidad y llama a centrar la lucha política por garantizar que todos y todas tengan el derecho a respirar.
En ese mismo sentido van la ideas de Luciana Cadahia y Germán Cano, en su Blackout de la crítica, donde rechazan cualquier idea de un poder obsesivo que nos arrincona en un campo de concentración forzado al teletrabajo y al confinamiento (para quienes pueden permanecer en sus casas). Y más bien apuestan por un campo de posibilidades dentro de una reconfiguración de relaciones de poder y fuerzas.
Algo está cambiando. Todavía no sabemos cuáles serán las nuevas formas de gubernamentalidad y control social después de la pandemia del Covid19. Mientras tanto vale la pena observar, desde estos momentos de ascetismo y más allá de las fantasías de colectivización y solidaridad de timeline: las relaciones con nuestro cuerpo, nuestras familias, nuestros abuelos, nuestro medio. Entre la negación y el pánico, entre la inteligencia artificial y la inteligencia natural. Soñar para evolucionar. Repensar, quiénes somos y quiénes queremos ser.
David Ordaz Bulos
@David_Orb
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