272 mil 889 personas en Brasil han sido contagiadas de COVID-19, lo que representa el 10 por ciento del total global, aunque la población brasileña apenas representa un 3 por ciento de toda la humanidad.
Por Carlos Meneses Sánchez
Sao Paulo, 12 marzo (EFE).- Brasil completa este viernes un año desde la primera muerte por COVID-19, con los hospitales públicos en un punto “muy crítico” y los cementerios con los sepultureros al límite de sus fuerzas en plena segunda ola.
En contra de la tendencia global de estabilización, Brasil presenta el peor escenario desde el inicio de la pandemia y actualmente es el lugar del planeta que más casos y fallecidos por coronavirus registra diariamente, por encima de Estados Unidos.
Los dos últimos días ha superado la marca de los 2 mil decesos diarios.
En un año, el virus ha segado la vida de 272 mil 889 personas en el país, el 10 por ciento del global, aunque la población brasileña apenas representa un 3 por ciento de toda la humanidad.
SIN DESCANSO EN EL MAYOR CEMENTERIO DE LATINOAMÉRICA
En Vila Formosa, el cementerio más grande de Latinoamérica, en Sao Paulo, la historia se repite: un entierro detrás de otro, como en la primera ola.
Los sepultureros están exhaustos, agotados. Su carga de trabajo se duplicó en 2020 y en 2021 no da señales de disminuir.
“Creíamos que se iba estabilizar este año pero hasta ahora no se ha normalizado”, afirma a Efe James Alan, de 35 años, coordinador en Vila Formosa.
A pala, están haciendo de 60 a 66 entierros al día, muchos de ellos por COVID o sospecha de COVID.
Este jueves, en apenas tres horas de la mañana, fueron una decena de sepulturas “D3”, como identifican los casos de posibles fallecidos asociados al Sars-CoV-2.
Vestidos con monos blancos de plástico, Pedro, de 55 años, y su equipo apenas tienen unos pocos segundos de descanso entre ataúd y ataúd. Es un esfuerzo descomunal. El sudor se escurre sobre sus rostros y empapa sus mascarillas, que gotean sin cesar.
“A veces tenemos que tomarnos un respiro”, dice uno de los enterradores que prefiere no revelar su nombre. “Está jodido”, añade otro después de dar sepultura a una mujer de 41 años presunta víctima de COVID.
Sobre la tierra rojiza en la que ahora reposa su cuerpo han colocado una rosa amarilla, otra roja, otra blanca y un girasol.
Pero no hay mucho tiempo para despedidas, ni largas reflexiones, enseguida lleva el siguiente féretro.
Es el del suegro de Elaine Nunes, fallecido también por COVID. Según relata Elaine, buena parte de su familia se ha contagiado con el virus: hijos, nietos, yernos…
Llena de impotencia, Elaine saca su celular y se pone a grabar un video para compartirlo en sus redes sociales, mientras los sepultureros cargan en el más absoluto silencio a su difunto suegro.
“¿Están viendo? Tumbas a mansalva y el pueblo no se lo cree. Miren al personal abriendo más tumbas, ¿están viendo? Ahora vayan a hacer aglomeraciones y fiestitas”, dice con ironía.
Los enterradores tampoco se han librado de la COVID. Alguno ya pasó “el bicho”, como así lo llaman, dos veces. Pedro se infectó una.
“No tengo tiempo para secuelas”, responde al ser preguntado sobre si aún siente cansancio o dolores de cabeza, mientras examina los papeles del siguiente fallecido.
Él y sus colegas ya han recibido al menos la primera dosis de la vacuna y esta semana, la segunda. Aunque contra el cansancio físico y psicológico no parece haber remedio, ni sosiego por el momento.
En abril del año pasado, la Alcaldía de Sao Paulo anunció la apertura de unas 8 mil nuevas tumbas en Vila Formosa y en menos de un año han ocupado todas ellas.
Alan asegura que solo tuvieron algo de tranquilidad durante 20 días entre octubre y noviembre, pero a partir de ahí volvió a incrementarse el ritmo de trabajo.
“Los años van pasando y nos vamos haciendo mayores. Nuestro cuerpo no va aguantar como el año pasado. Si esa pandemia no acaba, el año que viene estaremos peor y así sucesivamente”, vaticina.
LAS UCIS PARA COVID, EN ESTADO “MUY CRÍTICO”
Las unidades de cuidados intensivos siguen por encima del 80 por ciento de su capacidad en tres cuartas partes del país. Se estima que 40 mil personas están a la espera de una cama en la UCI.
“Las tasas de ocupación de ucis COVID-19 para adultos en el sistema público de salud se mantienen en un estado muy crítico”, alertan científicos de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz), centro de investigación referencia en Latinoamérica, en su último boletín.
Detrás de este repunte se sospecha que está la circulación descontrolada de variantes del coronavirus asociadas a un mayor poder de infección, entre ellas una de origen brasileño (P.1).
Un ejemplo del rápido empeoramiento de la pandemia es el estado Sao Paulo, motor económico de Brasil y en números absolutos el más castigado por el coronavirus. El Gobierno regional se ha quedado sin colores para clasificar la gravedad de la situación.
De la “fase roja” ha tenido que crear y pasar a una “fase de emergencia” con restricciones aún más rígidas para evitar el colapso de la red pública.
En la calle la sensación es otra. Hay tránsito intenso y el transporte público va a rebosar en las horas punta, cuando faltan pocos días para que finalice el verano austral y comiencen a proliferar otros virus respiratorias.
Mientras, la vacunación marcha al ralentí, pues hasta la fecha solo un 5.8 por ciento de la población ha recibido la primera dosis, aunque el Gobierno de Jair Bolsonaro mantiene que los 212 millones de brasileños estarán inmunizados a finales de este año.