Para los que nunca han sufrido una violación, quizá suene extraño —o difícil de creer— que las personas en esta situación no hagan todo lo posible para defenderse o escapar.
Por Jackie Hong
Ciudad de México, 12 marzo (SinEmbargo/ViceMedia).- Cuando me violaron, no hubo forcejeo. Dije muchas veces que no quería tener sexo pero cuando él empezó a bajar mi ropa interior de todas formas; mi cuerpo se paralizó.
Pasaron miles de cosas por mi cabeza y luego todo se detuvo. Mi mente se fue a otro lado, a un lugar seguro, lejos del asiento de su auto donde yacía quieta y en silencio.
Para los que nunca han sufrido una violación, quizá suene extraño —o difícil de creer— que las personas en esta situación no hagan todo lo posible para defenderse o escapar.
Después de todo, todos estamos programados con el instinto de lucha o huida que se supone debe activarse en situaciones peligrosas, ¿cierto? Según esta teoría, si no haces alguna de esas dos cosas, entonces no te sientes amenazado —y en el contexto de violación, entonces eso significa que querías que pasara—.
Es una creencia aterradora —que por desgracia es prevalente en el sistema de justicia— que hasta algunos sobrevivientes sostienen.
Pero no es real porque, además de luchar o huir, también existe otra reacción natural al peligro de la que no se habla mucho: paralizarse y ensimismarse.
“Paralizarse es una respuesta común a una amenaza que vemos en mamíferos y no solo en humanos”, dijo el doctor Martin Antony, profesor de sicología en la Universidad Ryerson y autor de El manual contra la ansiedad, en una entrevista para VICE. “Algunos argumentan que ni siquiera se debería hablar de ‘reacción de lucha o huída’, sino de ‘lucha, huida o parálisis'”.
Antony explicó que esa parálisis es breve y que ocurre en muchas situaciones donde existe un elemento de miedo o pánico —no poder hablar o pensar en las palabras adecuadas cuando estás nerviosa, por ejemplo, también es parte de ese instinto—. Probablemente está diseñado para ayudarnos a analizar la situación y tomar decisiones no impulsivas.
Karlene Moore, terapeuta y abogada en el Centro de Crisis de Violación en Toronto, dio una explicación similar y agregó algunos mitos sobre la violación —por ejemplo, que los violadores son desconocidos que se esconden en arbustos o callejones solitarios, cuando, en realidad, usualmente son personas que la víctima conoce— que pueden contribuir a la reacción de parálisis.
“Estamos tratando de procesarlo. Estamos tratando de descifrar qué pasa, porque nos han enseñado sobre la violencia sexual, el abuso sexual, y cómo se supone que son las violaciones no es la realidad que vivimos pero sabemos que la situación actual es pésima”, dijo Moore.
Lily*, de 23 años de edad, fue agredida sexualmente en múltiples ocasiones por su exnovio cuando ella tenía apenas 14 años de edad. Lily recuerda perfectamente cómo su cuerpo se paralizó al menos en uno de los ataques, donde el sujeto la presionó para que permitiera que le hiciera sexo oral. Ella cedió con la condición de quedarse con la ropa interior puesta.
“Todo lo que recuerdo es el miedo y el dolor”, dijo Lily. “Mi cuerpo estaba rígido y tenía ganas de gritar. Sentía como el grito se formaba en mi garganta pero me daba mucha pena mostrar que no me gustaba lo que él estaba haciendo, así que me quedé quieta esperando a que terminara”.
Igual que yo, la mente de Lily se fue a otro lugar durante el ataque, solo que, en su caso, su lugar feliz era la tarea pendiente de matemáticas.
“Pensaba ‘Oh, tengo que llegar temprano a casa, tengo tarea de matemáticas’. Algo muy curioso porque en realidad odio las matemáticas. No sé por qué mi mente se concentró en eso”, dijo Lily.
Antony explicó que ensimismarse durante una violación puede servir como otra forma de defensa, después de la parálisis inicial, cuando la víctima cree que no puede escapar de ese peligro.
“Es posible que te des cuenta de que, si te resistes mucho, puedes exponerte a un riesgo mayor. Tal vez la persona responda de forma violenta si te resistes. O tal vez llegues a la conclusión de que no puedes escapar”, explicó. “Y en ese momento, si no puedes escapar físicamente, puedes hacerlo mentalmente. Ese escape mental te puede proteger del dolor que experimentas en esa situación”.
Otra persona con la que platiqué, Chris*, también dijo que su mente se bloqueó cuando un amigo de la infancia la violó hace cinco años. Su agresor, que era mayor, la llevó a ella y a sus amigos a una casa que no conocían. Cuando el tipo empezó a agredirlas, Chris creyó que no tenían otra opción más que aceptar porque no tenían forma de regresar a casa si él no las llevaba.
“Mi mente se apagó. No estaba pensando en nada. Solo recuerdo que quería ir a casa. Estaba ausente”, dijo Chris. “Pasaron cosas pero no las razonaba. No pensaba. Estaba totalmente desconectada”.
No encontré estadísticas de cuántas personas se han paralizado durante una violación y no estoy segura de que exista tal información. Antony me dijo que se ha hecho muy poca investigación sobre el efecto parálisis, y que no se ha investigado prácticamente nada sobre esa reacción durante situaciones específicas. Pero en este caso, creo que las experiencias de personas que han sufrido una violación es más que suficiente.
Paralizarse y ensimismarse son reacciones de defensa, no de consentimiento.
*Se cambiaron los nombres para proteger la privacidad.