Aunque nuestra mirada cambie de posición, nuestro cerebro funciona de tal forma que podemos recordar en dónde se encuentran localizados los objetos que observamos antes de voltear. Si bien podría parecer una actividad muy simple, el trabajo de los investigadores prueba que el proceso mental es más complejo de lo que parece.
Madrid, 10 de febrero (Europa Press).- Un nuevo estudio publicado en la revista Neuron explica cómo el cerebro nos ayuda a recordar lo que hemos visto, incluso cuando cambia en nuestro sistema visual. Esa capacidad de recordar que algo es lo mismo sin importar cómo se mueva en relación con nuestros ojos es lo que nos da la libertad de controlar hacia dónde miramos.
Ya sea un controlador de tráfico aéreo que sigue las posiciones de los aviones, hasta una madre que vigila a sus hijos corriendo por el parque, todos dependemos de nuestro cerebro para mantener lo que vemos en la mente, incluso mientras cambiamos nuestra mirada e incluso apartamos temporalmente la mirada.
Esta capacidad de “memoria de trabajo visual” se siente sin esfuerzo, pero un nuevo estudio del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) muestra que el cerebro trabaja duro para mantenerse al día. Cada vez que un objeto clave se desplaza a través de nuestro campo de visión, ya sea porque se movió o porque lo hicieron nuestros ojos, el cerebro transfiere inmediatamente un recuerdo de él recodificándolo entre las neuronas del hemisferio cerebral opuesto.
Interhemispheric transfer of working memories https://t.co/ll2WIiuUa9
— Ordo Fraterna Fibonacci (@OrdoFibonacci) February 10, 2021
El hallazgo, realizado por neurocientíficos del Instituto Picower para el Aprendizaje y la Memoria, en Estados Unidos, explica a través de experimentos en animales cómo podemos realizar un seguimiento continuo de lo que es importante para nosotros, aunque el cableado básico de nuestro sistema visual requiere mapear lo que vemos a nuestra izquierda en el lado derecho de nuestro cerebro y lo que vemos en nuestro lado derecho en el lado izquierdo del cerebro.
“Necesita saber dónde están las cosas en el mundo real, independientemente de dónde esté mirando o cómo esté orientado en un momento dado –explica el autor principal del estudio, Scott Brincat, investigador postdoctoral en el laboratorio del profesor en el Picower, y el autor principal–. Pero la representación que tu cerebro obtiene del mundo exterior cambia cada vez que mueves los ojos”.
En sus experimentos, Brincat, Miller y sus coautores descubrieron que cuando un objeto cambia de lado en el campo de visión, el cerebro emplea rápidamente un cambio revelador en la sincronía de las frecuencias de las ondas cerebrales para llevar la información de la memoria de un lado del cerebro al otro.
La transferencia, que ocurre en meros milisegundos, recluta un nuevo grupo de neuronas en la corteza prefrontal del hemisferio cerebral opuesto para almacenar la memoria. Este nuevo conjunto de neuronas codifica el objeto según su nueva posición, pero el cerebro continúa reconociéndolo como el objeto que solía estar en el campo de visión del otro hemisferio.
Esa capacidad de recordar que algo es lo mismo sin importar cómo se mueva en relación con nuestros ojos, es lo que nos da la libertad de controlar dónde miramos, destaca Miller. “Si no tuviéramos eso seríamos simples criaturas que sólo podrían reaccionar a lo que sea que nos venga en el medio ambiente –destaca Miller–. Pero como podemos tener las cosas en mente, podemos tener un control volitivo sobre lo que hacemos. No tenemos que reaccionar a algo ahora, podemos guardarlo para más tarde”.
En el laboratorio, los investigadores midieron la actividad de cientos de neuronas en la corteza prefrontal de ambos hemisferios cerebrales mientras los animales jugaban. Tuvieron que fijar su mirada en un lado de una pantalla cuando la imagen de un objeto (por ejemplo, un plátano) apareció brevemente en el medio de la pantalla.
Así, el objeto apareció en uno u otro lado de su campo de visión y, debido al cableado cruzado del cerebro, se procesó en el hemisferio cortical opuesto. El animal tenía que mantener la imagen en mente y luego indicar si una imagen presentada posteriormente era de un objeto diferente (por ejemplo, una manzana).
Sin embargo, en algunos ensayos, mientras el objeto original se guardaba en la memoria de trabajo, se indicaba a los animales que cambiaran la mirada de un lado a otro, cambiando efectivamente de qué lado de su campo de visión estaba la imagen recordada.
Los animales recordaron con precisión si las imágenes que se les presentaban coincidían, pero su desempeño se resintió un poco en los casos en que tuvieron que cambiar la mirada. Brincat dijo que el error sugiere que tener que mantenerse al día con el cambio no es tan fácil para el cerebro como parece. “Nos parece trivial, pero aparentemente no lo es”, asegura.
Para analizar sus mediciones en el cerebro, el equipo entrenó un programa de computadora llamado decodificador para identificar patrones en los datos sin procesar de la actividad neuronal que indicaban la memoria de la imagen del objeto.