Miryam Carbajal trabajaba en el departamento de inmigración del aeropuerto de Cancún y un día la detuvieron por delincuencia organizada y tráfico de personas. “Lo tuyo es una situación política, que tiene que dar resultados”, le dijeron.
Berlín, 12 feb (dpa) – La mexicana Miryam Carbajal pasó casi un año detenida, acusada por un delito que no cometió. Hasta ahí podría parecer una historia más sobre un error en el sistema judicial, pero no. Su historia no resultaría creíble ni en una película de ficción.
Ella fue encarcelada para que algunos políticos pudieran apuntarse méritos en la lucha contra el crimen organizado, le dijeron. Y su pesadilla, que no termina ahí, la relata la directora mexicana Tatiana Huezo en una potente película titulada Tempestad, que se presenta mañana en la sección Forum, dedicada al cine de vanguardia en el Festival de Berlín.
Carbajal trabajaba en el departamento de inmigración del aeropuerto de Cancún y un día la detuvieron por delincuencia organizada y tráfico de personas. “Lo tuyo es una situación política, que tiene que dar resultados”, le dijeron.
Ahí fue cuando se enteró de lo que eran los “pagadores”, gente que paga por los delitos de otros. “Nosotros sabemos que ustedes no hicieron nada, pero alguien tiene que pagar”, le dijo uno de los funcionarios con los que se topó, según relata en la película. Esta mujer joven, madre de un niño pequeño, fue llevada a una cárcel en Matamoros, en el sur del país, que estaba gobernada por los cárteles de la droga. Allí la torturaron, la amedrentaron y además le exigieron pagar 5 mil dólares con ayuda de la familia para conservar su vida en la cárcel. A lo largo de toda la película la directora Tatiana Huezo no muestra en ningún momento el rostro de la víctima.
Su cámara recorre el país mostrando muchos rostros de personas anónimas, que también podrían haber sido víctimas de esa misma injusticia. “La intención es mostrar un espejo en el que verse reflejado, provocar esa sensación de vulnerabilidad a la que todos los que vivimos en México estamos expuestos”, dijo la directora nacida en El Salvador en entrevista con dpa. La historia de Miryam se entrelaza con la de Angela, una madre a quien hace diez años le secuestraron a su hija de 20 años.
Ella sostiene que fueron los propios agentes de las fuerzas de seguridad los que se la llevaron, tal vez, apunta, para que entrara en una red de prostitución. Ambas mujeres “son víctimas de las instituciones que imparten justicia en México”, aseguró la directora, quien supo del caso de Miryam por tratarse de una amiga de la infancia. “Fue impactante para mí sentir la herida incalculable que ella tenía dentro”, explicó la realizadora que, aunque evita colocar la imagen de su amiga en pantalla, sí recurre a su voz para relatar la historia.
Carbajal no recibió tratamiento psicológico tras la dura experiencia vivida, pero las largas conversaciones para construir este relato “la ha ido exorcizando de este proceso enorme que tenía encima”, señaló Huezo, que debutó con El lugar más pequeño y esta es su segunda película. Para Huezo la película muestra cómo México está sumergido en un gran sinsentido, en medio de una violencia descontrolada. “Estamos muy atemorizados y muy paralizados por todo lo que está pasando”, agregó. A través de estas historias la directora trata de entender lo que sucede en el país en el que vive desde los cuatro años.
“Estamos huérfanos de instituciones, de justicia. Cualquier ciudadano de a pie es vulnerable de ser desaparecido, de verse inmerso en una situación absurda de impunidad y de injusticia como lo han vivido los personajes de la película”, afirma la realizadora. “Y contra el vómito de cifras, imágenes y discursos que invisibilizan a las víctimas convirtiéndolas en números, me parece fundamental volver a los rostros, al gesto íntimo, a su historia y complejidad; regresar a las personas, a sus sueños, dolores y esperanzas. Quizás entonces desde allí podamos regresar a la empatía. A la capacidad de conmovernos”, concluyó Huezo.