El turismo en Quintana Roo disminuyó 25 por ciento anual, pero aún el gobierno se mantiene atento de la tasa de positividad de la COVID-19, que es de casi un 50 por ciento y la cantidad de muertos semanales se casi cuadruplicó entre la semana previa a la Navidad y la semana siguiente, según cifras oficiales.
Expertos temen que haya un aumento en la cantidad de viajeros por las fiestas que genere un incremento en los contagios en zonas donde el virus estaba bajo control.
Por Emilio Espejel y Christopher Sherman
Tulum, México, 12 de enero (AP).- Un grupo de amigos de Jackson, Mississippi, descansaba en reposeras sobre la arena blanca y se zambullía en las aguas azules del Caribe mexicano, felices de poder escaparle por un rato al frío de Estados Unidos y a la pandemia del coronavirus.
Eran parte de las decenas de miles de estadounidenses que vinieron a las playas mexicanas sobre el Caribe a fines del 2020 y comienzos del 2021. El estado de Quintana Roo, la gran joya turística mexicana, donde se encuentran Cancún, la Riviera Maya y Tulum, recibió 961 mil turistas en ese lapso —casi la mitad de ellos provenientes de Estados Unidos—, lo que representa una merma de solo el 25 por ciento respecto al año previo.
“Vienes aquí y te desentiendes de todo el revuelo por el COVID”, declaró Latron Evans, bombero de 40 años de Jackson.
Existe el temor de que este repunte sea algo temporal ya que las infecciones del COVID-19 van en aumento tanto en México como en Estados Unidos, la principal fuente de turistas extranjeros. En ambos países se registran nuevos récords y en Estados Unidos ya se detectó una nueva variante del virus que se propaga más fácilmente. Si un rebrote obliga a cerrar el sector turístico, sus efectos serían devastadores en México.
El turismo representa el 87 por ciento del producto bruto interno de Quintana Roo, según la secretaria de Turismo del estado, Marisol Vanegas Pérez. El estado perdió unas 90 mil plazas laborales por la pandemia —de las cuales solo 10 mil regresaron—, a las que se suman muchas otras de sectores que dependen del turismo.
Casi no llegaron vuelos de Estados Unidos en la primavera del hemisferio norte (el segundo trimestre), pero ya están volviendo. En diciembre Quintana Roo registró un promedio de 460 vuelos diarios que llegaban o se iban. Es casi la misma cifra que antes de la pandemia, en que había 500, señaló Vanegas.
El aumento de turistas estadounidenses ayuda a compensar la baja del turismo europeo. Quintana Roo recibió más turistas de Estados Unidos durante las fiestas de fin de año que en el año previo. Nueve de cada diez turistas extranjeros fueron estadounidenses, según Vanegas.
Y se quedan más tiempo. Algunos parecen estar decididos a esperar que pase la pandemia en la playa, indicó la funcionaria.
“El objetivo fundamental es crear una burbuja turística que genere confianza en todo lo que un turista haga”, expresó Vanegas, agregando que el visitante puede ir del aeropuerto al hotel en una camioneta y luego realizar paseos por sitios arqueológicos aprobados por las autoridades sanitarias.
“Donde puede haber riesgo cuando se salen de esa burbuja”, indicó.
Un ejemplo son las multitudes que se amontonaron en las calles, a menudo sin tapabocas, para recibir el año nuevo en Playa del Carmen, otra agitada meca turística entre Cancún y Tulum.
Los sitios cubiertos, como restaurantes, teatros y salones de belleza, representan otro riesgo. Actualmente pueden funcionar a un 60 por ciento de su capacidad. Los gimnasios a un 50 por ciento. Y los hoteles pueden cubrir hasta un 70 por ciento de sus camas.
Evans, el bombero de Mississippi, dijo que estaba gratamente sorprendido con las medidas de seguridad tomadas en todos los sitios que visitó. “Te toman la temperatura cuando entras a un edificio y te dan desinfectante para las manos en todos lados”.
Su amigo Gerald Green, productor musical de 32 años también de Jackson —donde casi todo su círculo de amistades padece el coronavirus— dijo que el clima y las actividades al aire libre le inspiraban confianza.
“No hay que esforzarse demasiado para mantener distancias en la playa ni en el agua. Y cuando sales no es que haya un montón de gente pegada”, dijo Green.
Vanegas afirmó que el departamento estatal de salud está pendiente de toda infección que se produce. De todos modos, hay algunas señales de alarma. La tasa de positivos es de casi un 50 por ciento y la cantidad de muertos semanales por el COVID-19 se casi cuadruplicó entre la semana previa a la Navidad y la semana siguiente, según cifras oficiales.
Los expertos del campo de la salud temen que un aumento en la cantidad de viajeros por las fiestas generará un incremento en los contagios en zonas donde el virus estaba bajo control.
“En los sitios más turísticos va a volver a subir la actividad epidémica de manera importante”, pronosticó el doctor Mauricio Rodríguez, de la facultad de medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México, destacando sobre todo a balnearios como Puerto Vallarta, Acapulco, Quintana Roo y la Riviera Maya.
En el estado sureño de Oaxaca, que atrae turistas a su capital colonial y a sus tranquilas playas sobre el Pacífico, este fin de año hubo la mitad de los turistas del año pasado. El secretario estatal de turismo Juan Carlos Rivera dijo que eso no estaba mal tomando en cuenta la pandemia.
Pero Rivera cree que el sector turístico seguirá sufriendo.
“En el sector turístico vamos a entrar en una recesión económica en los próximos meses, no solamente en Oaxaca, sino en todo el país”, manifestó.
Si se disparan las infecciones, aumentarán las presiones para cerrar las playas, como ocurrió en la primavera pasada, generando despidos masivos.
Cuando llegó la pandemia a México, los grandes hoteles dispusieron “despidos solidarios”, diciéndoles a sus empleados que los retomarían. Pero la mayoría resultaron despedidos sin cobrar los beneficios que les correspondían.
No se discutieron mucho los peligros que representaba la promoción del turismo y el impacto económico asociado con la pérdida de empleos, según Alejandro Palafox Muñoz, profesor de turismo en la Universidad de Quintana Roo. La gente que perdió su trabajo se vio obligada a buscar otro empleo para alimentar a su familia, señaló.
Saily Camacho, de 25 años, llevaba dos años trabajando en la isla de Cozumel como recepcionista, vendiendo tours y como cajera. Apenas dos semanas después de que se anunciase el primer contagio de COVID-19 en México se había quedado son trabajo.
Camacho cobraba comisiones por vender tours y en un buen día podía ganar hasta 110 dólares. Después de ser despedida vivió de sus ahorros por un mes, convencida de que la volverían a contratar pronto. Dejó en suspenso sus estudios universitarios.
Su madre y dos hermanas perdieron asimismo empleos en el sector turístico y trataron de sobrevivir vendiendo comida desde sus casas a través de la internet.
Su madre, quien es camarera de un hotel, finalmente consiguió trabajo en otro hotel este mes. Luego de buscar empleo mucho tiempo, Camacho fue contratada como cajera de un supermercado. Ahora le toma dos semanas ganar lo que antes percibía en un día.
“Antes yo trabajaba para ahorrar para mi futuro, para comprar mi casa, mi carro. Tenía todo eso en mi mente”, manifestó. “Y ahora de verdad que sólo trabajo para mantenerme, para la comida, para los gastos”.
El coronavirus le sigue preocupando, pero admite que le alegró ver que los turistas regresaban.
“Ver turistas la verdad es algo emocionante, porque es el sustento de la isla”, expresó.