EL PODER MAFIOSO EN MÉXICO MATA: BUSCAGLIA

27/11/2014 - 12:00 am

Edgardo Buscaglia le cuenta a la periodista Lolita Bosh que cuando el Presidente sudafricano Frederik Willem de Klerk se sentó con Nelson Mandela tras masivas protestas contra el Apartheid, le pidió que negociaran los términos de la agenda de cambios. “No tengo nada que negociar”, repuso Mandela. “Yo soy el mensajero del pueblo”. Y eso la llevó a preguntarle qué está diciendo ahora el pueblo de México. Dónde está la esperanza en la deslumbrante protesta social derivada de los crímenes de Ayotzinapa, la pésima respuesta del Gobierno, la indignación y la tristeza.

Buscaglia se desempeña actualmente como Presidente del Instituto de Acción Ciudadana (México), como Director del International Law and Economic Development Center, como Investigador Principal en derecho y economía en la Universidad de Columbia (Estados Unidos de América) y como Profesor Invitado de la UNAM (2012). Su trabajo como asesor de reformas judiciales y combate/prevención del delito organizado y corrupción, viene cubriendo –desde 1990 a la fecha– a 109 países de África, Asia, Europa, Latinoamérica y Medio Oriente. Y es una voz imprescindible hoy en este México fragmentado.

“Los periodistas y los movimientos sociales como los de Ayotzinapa desafían a los directorios que simbolizan el liderazgo de la delincuencia organizada –dice Buscaglia en la conversación–. Los jóvenes de Ayotzinapa, desde hace años, vienen desafiando y cuestionando al poder mafioso en Guerrero, y normalmente el poder mafioso asesina a sus cuestionadores y a quienes desafían su poder. Y así es cómo han desaparecido o han sido asesinados en México periodistas, líderes sociales o madres que buscaban a los asesinos de sus hijos. Ayotzinapa es un  caso más...”

Foto: Cuartoscuro
Los jóvenes de Ayotzinapa se transformaron en el cal de la conciencia social mexicana: Edgardo Buscaglia. Foto: Cuartoscuro

–¿Qué ha sucedido en estos días posteriores a la desaparición de los 43 normalistas? A lo que hay que sumar los 11 estudiantes detenidos en el Distrito Federal, los muertos del 26 de septiembre y las bolsas de ceniza con las que [el Procurador Jesús] Murillo Karam pareció dar por cerrada la búsqueda del paradero de los jóvenes. ¿Ha habido un cambio real en la sociedad? ¿Y ya podemos prever  si esto afectará de algún modo contundente y real al Gobierno de [Enrique] Peña Nieto?

–Los cambios sociales no son fenómenos meteorológicos, se pueden empujar y promover con diferentes acciones. Aunque no se puedan asegurar los resultados. Y ahora lo que estamos haciendo es tratar de promover este cambio, antes que nada, neutralizando su reflejo corrupto en toda la sociedad caviar que rodeaba a [Felipe] Calderón [Hinojosa] y a [Genaro] García Luna. Porque están intentando rodear las comisiones de la verdad y a los jóvenes de Ayotzinapa, que se transformaron en el cal de la conciencia social mexicana. De tal modo que vamos a empezar a ver foros organizados por la misma gente que apoyaba a Calderón y a García Luna apoyando propuestas que yo ya apoyaba desde hace tiempo como la comisión de la verdad y la justicia transicional. Pero hay que neutralizar este tipo de cosas para que la gente entienda quién es quién, quién se disfraza de sociedad  civil, y apoyar a los focos genuinos de cambio en México. Que los hay.

Los jóvenes estudiantes de Ayotzinapa insisten en algo que es música para mis oídos: que todo movimiento social que ha tenido éxito en la historia de la humanidad, aglutinó e inspiró a millones a través de una acción madre que provoque un efecto dominó de reformas que termine con los cánceres que azotan a la sociedades a través de gobiernos mafiosos. El estudiante Ómar García hizo eco de esos movimientos exitosos y llamó a través del programa de Carmen Aristegui a un movimiento social y de unión que promueva acciones concretas y con visión de futuro.

¿Crees que la sociedad mexicana tiene ya la red necesaria para responder a eso?

–No, todavía no. Esas redes se forman a través de liderazgos que inspiran, como por ejemplo el de Omar. Él no tiene la experiencia pero representa a una larga serie de crímenes de lesa humanidad que incluye a los miles de desaparecidos. Omar simboliza a toda esa gente e inspira un movimiento nacional. De ahí a que se traduzca, en efecto, en un movimiento nacional, depende de cuán bien neutralicemos a los foros que la sociedad caviar hará para controlarlo, al nuevo responsable de la Comisión Nacional de Derechos Humanos –que hoy está presidida por un salinista que se llama Luis González [Pérez]– y a otros movimientos ficticios... vamos a ver. Muchos movimientos empiezan bien pero acaban distrayéndolos en negociaciones con el Gobierno de turno. Y ahora es cuando hay que tratar de evitar los errores del pasado para avanzar hacia un movimiento social genuino, que es justo lo que propuso el estudiante Omar en la entrevista con Carmen Aristegui. Él tiene la capacidad de simbolizar la tragedia y si logramos traducir ese llamado en una o dos “acciones madres”, capaces de promover cambios reales y masivos, sí podríamos hablar de un movimiento nacional de impacto.

"Fue el Estado", se leyó en un mensaje en el Zócalo, iluminado con veladoras, durante el mitin político al término de la marcha. Foto: Especial, SinEmbargo
México tiene miles de Abarca, dice el especialista. Foto: Especial, SinEmbargo

–¿Crees que ya se hizo alguna de esas “acciones madre”?

–Ninguna. Todavía no. No se puede pretender ningún impacto positivo sin una limpieza social de las listas electorales. Los mafiosos son incorregibles y debemos empezar a limpiar las listas de afuera hacia adentro. El sistema  político sudafricano es una muestra de cómo hacerlo desde afuera hacia dentro con una acción concreta: el acceso popular de toda la población al voto. México enfrenta un problema similar. La función electoral es un sistema disfrazado de democracia donde el ciudadano no tiene ningún impacto en la elaboración de las listas. Y cuando las listas están elaboradas con el 70 u 80% de mafiosos, porque son listas cerradas, hechas a oscuras por los caciques de los partidos, no puede haber ninguna  reforma –ni de salud, ni ambiental, ni de educación, ni judicial– que pueda llegar a implementarse. A la mejor no podemos limpiar las listas completamente, pero cuando menos debemos echar a los más obscenos. Porque México tiene miles de Abarcas. Eso fue lo que hicieron Martin Luther King y Mandela: forzar el voto directo, no solamente en la elección general sino en la elaboración misma de listas. Y promover un movimiento social y nacional que tome como bandera esta intención de llevar el voto popular a las listas, sería fundamental. El “abogadito medio” está diseñado para defender el sistema, por eso el movimiento popular debe ir a la puerta de los congresos, nacional y de los estados, para forzar la limpieza de listas a través de una reforma de la ley electoral. Ésa sería una reforma madre.

–¿Crees que el movimiento que se está forjando ahorita está dispuesto a establecer un diálogo con la política? Porque parecería que no quieren dialogar.

–No, y no deben hacerlo. Debe haber un movimiento de abajo hacia arriba, que inspire a millones, e imponérselo al sistema político mexicano. Y después, cuando se ascienda con esta acción claramente definida y con el apoyo popular, ahí es cuando recién te sientas con el poder político y les dices, como le dijo Mandela a De Klerk: “Yo no tengo nada que negociar. Soy simplemente un mensajero del pueblo”. Ése fue el gran error del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad: que se sentaron a negociar la agenda con el poder. Cuando en realidad hay que ir con una agenda al poder mafioso y decirle: “Ésta es la agenda popular, nosotros sólo somos mensajeros. O la implementas o de acá no nos movemos”. Y paralizar al país pacíficamente. Y esta paralización, obviamente, le cuesta mucho dinero a la elite, a la sociedad caviar y a los corruptos legalizados... No van a salir a la fácil y espero que no cueste vidas, pero el cambio sí le va a costar mucho dinero a la elite. No obstante, ésa es la acción que debemos promover. Ayotzinapa es ahora un punto focal y universal. Estuve recién en un concierto de Peter Gabriel en Italia y le pasamos la nota para que la leyera y la leyó antes miles y miles de italianos. ¡Y se caía la casa cuando mencionó Ayotzinapa! Porque, sin duda, hoy es el  punto focal y universal de las conciencias colectivas, y esto tiene que traducirse en acciones de unificación de movimientos que no incluyan solamente a estudiantes. Nunca se puede incluir a todo el mundo, pero se tiene que aglutinar mucho más que estudiantes y juntos avanzar con una propuesta concreta.

–¿Crees que va a suceder?

–Puede suceder, pero no puedo predecirlo. Aunque si se promueven estas acciones  que te digo, las probabilidades de cambio son mucho mayores que si se sientan a negociar previamente como hizo el movimiento de Sicilia. Fracasó porque la negociación fue prematura y estuvo sujeta a cooptaciones del Gobierno de Felipe Calderón no a imponer una agenda popular de seguridad y paz acordada con millones, desde las bases, para ser impuesta a través del Congreso y rodeando al Congreso. Es decir, desde afuera hacia dentro del Estado, y no coptada desde el Gobierno con sus shows hacia afuera. La historia te demuestra que son acciones como las que propone el estudiante Omar las que pueden hacer que un movimiento tenga un impacto de limpieza y de recuperación del Estado. Y no hay que confundir el Estado mafioso con un Gobierno débil. La sociedad mexicana debe recuperar el estado. El Estado es tuyo, no es de los mafiosos.

–¿Dirías que el Gobierno ha decidido silenciar a los estudiantes de manera sistemática?

–No te quepa la menor duda. La primera reacción instintiva de la bestia fue reprimir, a través de la tipificación penal de las manifestaciones genuinas y sociales, acusando a once estudiantes de terrorismo e intento de homicidio. Con total seguridad, ante cualquier corte universal de derechos humanos, esto es un abuso. Se está tratando de reprimir no sólo a través de la tortura, que ya es una práctica habitual en México, sino a través de la tipificación penal de la manifestación popular. Y si esto sigue así, se van a aglutinar las respuestas de otros países en favor de los estudiantes.

Las protestas por Ayotzinapa le dieron la vuelta al mundo, pero aún falta presionar. Foto: Cortesía, Greta Díaz
Las protestas por Ayotzinapa le dieron la vuelta al mundo, pero aún falta presionar. Foto: Cortesía, Greta Díaz

–¿Crees que el movimiento social que ha surgido en México en estas últimas semanas ha logrado que haya una presión internacional entre gobiernos?

–No, todavía no está habiendo ninguna presión de este tipo. Se logró el primer pasito: llevar el hecho a la conciencia de las sociedades y penetrar la cortina de humo mediática que el Gobierno ha creado en Europa y Norteamérica asesorado por las mismas consultoras que asesoraron a Tony Blair o a Bill Clinton. El crimen de lesa humanidad de Ayotzinapa logró penetrar esa cortina y llevó a las conciencias de la ciudadanía de Europa y Norteamérica el horror mexicano. Esto hizo que algunos gobiernos, como el italiano, adoptaran la retórica de la crítica. Aunque otros, como el gobierno alemán, no hayan dicho nada. El gobierno alemán, con 900 empresas en México, sigue teniendo a su conciencia colectiva comprada con dinero. Yo no creo que el pueblo de Alemania, después de sus episodios históricos de los años 30 y 40, quiera tener su conciencia comprada por ningún factor. Pero lamentablemente Alemania ha estado muy ausente de toda la crítica internacional. Si les preguntáramos, nos dirían que tienen cooperación técnica, pero su cooperación es más represiva que preventiva. El Gobierno alemán es la fuerza económica más poderosa en México después de los Estados Unidos, y es importante que adopte una postura ética. En Alemania hay una ética social y no deberían poder hacer lo contrario en su política exterior. Pero en México todavía no existe la presión exterior y aguda que se veía en Colombia cuando tras las apariciones de fosas de campesinos asesinados por paramilitares los embajadores europeos iban en masa a ver al Presidente y criticaban duramente al Gobierno Colombiano. En México esto todavía no lo vemos, se está avanzando de a poco. Colombia tardó muchos años en lograr esa presión de afuera hacia adentro, y México apenas está pasando por esos mismos dolores de parto. Las democracias no nacen solas, son procesos muy traumáticos. Y todo lo que podemos hacer con nuestro trabajo es tratar de acelerar ese proceso para que termine cuanto antes.

¿Por qué crees que se generó tanta respuesta internacional? Aunque pueda parecer evidente, ¿cómo resumirías tú lo que diferencia Ayotzinapa de otras tragedias como las de los 72 migrantes asesinados en 2010 en San Fernando, Tamaulipas, por ejemplo?

–En principio, los estudiantes de Ayotzinapa estaban mejor organizados. No olvidemos que Ayotzinapa tiene una historia muy rica que lo vincula a la Revolución Mexicana, a la verdadera Revolución Mexicana. El ethos de Ayotzinapa y de los estudiantes de escuelas rurales es muy compatible con el de una organización que promueve cambios sociales o, por lo menos, trata de recuperar parte de lo que se ha perdido desde el salinismo hasta el presente. Ellos ya estaban organizados más allá de lo que puedan organizarse, por ejemplo, los grupos de migrantes. Y además, ellos inmediatamente avisaron y llegó la prensa nacional e internacional y se comenzaron a difundir de forma instantánea la imagen de un ser humano sin ojos. Las fotos llegaron a las conciencias de la opinión pública europea y norteamericana y eso hizo imposible que la corrupción legalizada de las consultoras de imagen que contrata el Gobierno pudieran contenerlo. Y claramente se lo dijeron a Peña Nieto: “We can spin reality, we can not change it”. Se lo dijeron así, textualmente. O sea, le dijeron que ya se les había descontrolado la propaganda. Porque la estructura de propaganda que ha creado el Gobierno Mexicano a través de sus embajadas es tan o más sofisticada que la propaganda Nazi en los años 30. Te lo puedo asegurar, no tengas ninguna duda. Sólo un crimen de lesa humanidad perpetrado contra un grupo social organizado, como el de los estudiantes de Ayotzinapa, pudo llegar a penetrar esa cortina de humo mediática y conseguir que la conciencias sociales europeas tengan mayor conocimiento del horror que está aconteciendo en México. No todo, pero mayor.

–¿Dirías que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) está haciendo un esfuerzo por encontrar nuevas estrategias para silenciarlo todo y no le está saliendo bien?

–Están tratando de buscar nuevas estrategias a la corrupción y están tratando de organizarla mejor, que es otra cosa. Y organizándola mejor baja la violencia, porque lo que ellos quieren hacer es transformar en ovejas a las pirañas que hoy se disputan con violencia y corrupción pedazos del Estado. Y es muy difícil, después de tantos años, convertir las pirañas en ovejas. Porque el sistema político del PRI operaba bajo el control político piramidal de arriba hacia abajo, de tal  modo que la corrupción era muy organizada. No era lo que fue en la Unión Soviética de antes, sino una corrupción en el que las empresas, los sindicatos y los grupos criminales formaban parte de una estricta estructura de control de arriba hacia abajo. Y cuando tras una transición muy caótica con grandes vacíos, se desmantelaron de manera parcial los sistemas autoritarios, no fueron reemplazados institucionalmente. De tal modo que los grupos criminales y los políticos se comenzaron a rebelar y, ante la ausencia de controles de arriba hacia abajo, empezaron a actuar como pirañas disputándose pedazos el Estado entre ellos. Y una vez que la cultura política ha convertido a las ovejas en pirañas, es muy difícil transformarlos de nuevo en ovejas. Muy, muy difícil... Yo recuerdo que en los ochenta cuando se bajaba un funcionario federal en cualquier estado, los funcionarios estatales se cuadraban como soldados. Era una disciplina casi militar...

–Soldados del PRI

–Soldados del PRI, claro. ¡Se cuadraban! Hasta la postura del cuerpo te llamaba la atención. En ese sentido, era una corrupción organizada de ovejas. Pasar a la corrupción desorganizada de pirañas, que es lo que tenemos hoy, genera violencia. Porque la corrupción política desorganizada pirañesca, genera violencia. Diferentes políticos comienzan a formar parte de diferentes grupos criminales, y usan esos grupos criminales para atacar a sus adversarios. Y la corrupción política es el padre y la madre de la violencia mexicana. Eso también lo demuestra Ayotzinapa. Ayotzinapa es un botón de muestra de miles y miles y miles de crímenes en los que la corrupción política es la generadora de la violencia.

La otra demanda es por seguridad. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo
La corrupción política desorganizada pirañesca, genera violencia: Buscaglia. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo

¿Qué crees que pasó en Ayotzinapa? Y no te estoy preguntando por el destino de los estudiantes, sino si sirve como paradigma de lo que hoy ocurre en México.

–Una red criminal tiene un directorio que está formado por políticos, empresarios y demás; debajo están los gerentes operativos que se dedican a traficar diferentes tipos de bienes y servicios: desde trata de personas hasta automóviles; luego están los empleados de planta; y abajo, abajo, abajo están las franquicias: que son los chicos que mueven las drogas. Los periodistas y los movimientos sociales como los de Ayotzinapa desafían a los directorios que simbolizan el liderazgo de la delincuencia organizada. Los jóvenes de Ayotzinapa, desde hace años, vienen desafiando y cuestionando al poder mafioso en Guerrero, y normalmente el poder mafioso asesina a sus cuestionadores y a quienes desafían su poder. Y así es cómo han desaparecido o han sido asesinados en México periodistas, líderes sociales o madres que buscaban a los asesinos de sus hijos. Ayotzinapa es un  caso más. Pero no es un hecho casual que los hayan atacado a ellos, sino un episodio de reacción mafiosa frente a un grupo social que cuestiona al poder político mexicano. Y una obscenidad institucional. Además, es alarmante pensar que si, por ejemplo, el pueblo alemán supiera lo que está ocurriendo habría en Alemania manifestaciones masivas. Porque hay un elemento que está creando una inercia en la reacción internacional: el tamaño exponencialmente mayor de los negocios mexicanos, en comparación con los que había en Colombia.

–¿Crees que es el momento en el que se ha visto más esperanza frente a una posible reacción social desde que Calderón le declaró la guerra al narcotráfico?

–Sí, en la medida que a los jóvenes de Ayotzinapa no los rodeen los actores que llevaron al Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad a negociar con Gobernación y con Calderón. Si los comienzan a rodear y los llevan a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que es un órgano controlado por el Gobierno Mexicano a través de la Comisión, un foro judicial político, generador de recomendaciones pero que no genera sentencias ni condena a cárcel –porque no es la función de la Corte Interamericana–, puede paralizar el movimiento social y todo va a terminar con una solución negociada con las mafias mexicanas. He visto el primer impulso de la Corte Interamericana de rodear a estos chicos y el Gobierno Mexicano está brincando en una pata y feliz, porque ellos pueden controlar políticamente las recomendaciones que salgan de ahí y porque saben que de ahí no saldrá ninguna investigación ni ninguna sentencia. El lugar natural para que Ayotzinapa tenga impacto, si vamos a usar una instancia supranacional, es la Corte Penal Internacional. Ése es el único foro.

–¿Lo veremos?

–Hay que hacer algo al respecto. Hay que ir a la Corte y hay que entender que ésa es el área natural para castigar a los culpables. Por eso a mí me entristece cierta clase intelectual mexicana: porque se casan y se excitan con sus propias soluciones. La Corte Interamericana es muy buena para generar criterios de respeto a los Derechos Humanos. Pero aquí no se necesitan criterios, sino castigo. Y eso lo emite la Corte Penal Internacional. Sin embargo, la elite mexicana inmediatamente corrió a la Corte Interamericana a buscar una solución. Por eso creo que hay que replantearse el rol que ha tenido la sociedad civil de elite mexicana en este parto hacia el nacimiento de una futura democracia. Creo que es una de las razones por las que las soluciones no se han implementado más rápido.

Es cada vez más evidente la alineación de muchos intelectuales con el poder...

–Claro, quienes hemos trabajado en muchos países, con conocimientos tácitos sobre los factores que llevan a un país a un abismo de inseguridad humana, sabemos que lamentablemente los dineros que se han asignado desde los gobiernos a la clase intelectual mexicana explican la inercia y la ausencia del impacto de la sociedad civil en México. Toda esa gente depende del sistema. El PRI maneja hoy, igual que siempre, la clase intelectual. Tal vez de una manera más desordenada y obscenamente burda, pero es tanto el dinero que se ha asignado a los intelectuales que nadie dice que llevar Ayotzinapa frente a la Corte Interamericana sea una obscenidad, un mecanismo de  negociación con el poder mafioso. Yo lo he dicho con Carmen Aristegui y en otros foros, pero nadie más lo está diciendo. Y no porque yo tenga ideas geniales, sino porque no tengo ningún compromiso en México. Hay un problema muy grave en la ética social mexicana, los intelectuales parecen haber perdido su rol social. Pareciera que sólo están viendo la manera de no hablar mal de México... ¡Pero, por favor, no son diplomáticos ni agentes de turismo!

–Una última cosa que preocupa a algunas personas: Esta inmensa cantidad de gente que afortunadamente está reaccionando, ¿crees que están correctamente informados sobre lo que está pasando en México?

–No.

–¿Y esa falta de información no les puede ir en contra?

–Ahí es donde los periodistas tienen que cumplir su importantísimo rol social. Sólo los periodistas pueden lograr que todo esto se sepa y se entienda. Y no sólo a través de libros, sino también a través de las redes y de la información constante.

Lolita Bosch
Lolita Bosch es novelista y dirige el Colectivo Nuestra Aparente Rendición.
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