Antes de que 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos desaparecieran y otros seis fueran asesinados, en el gobierno federal había un plan: aniquilar a las 16 escuelas normales rurales que sobrevivieron al olvido y la amenaza históricos. Ahora, todo ha cambiado. La tragedia ha hecho virar al gobierno federal que se ha comprometido no sólo a conservarlas; también a fortificarlas.
La Ley General del Servicio Profesional Docente –parte de la Reforma Educativa– planteó su extinción paulatina a través de dos claves: la falta de plazas justificada en poca población en edad de primaria en las áreas rurales, y el ahogo financiero. Así fue que a la Normal de Ayotzinapa, en Guerrero, no le llegó ni una palabra de los análisis del nuevo orden de la Educación que se propuso el gobierno peñista; tampoco un peso, un centavo, nada de nada. Ni de lo ejercido, ni del sobrante.
Porque dinero hubo y en millones. A la Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación, le sobraron el año pasado más de 187 millones 433 mil 71 pesos con 96 centavos del subsidio Fortalecimiento de la calidad en las escuelas normales, el principal apoyo que brinda la SEP a esas escuelas. Que sí había recursos se nota también en esos tres contratos que la misma Dirección hizo con la agencia Artmex, de más de cuatro millones de pesos, para viajes, realizados sólo de septiembre a octubre. El gasto fue para evaluar la Educación Primaria en México.
Ciudad de México, 19 de noviembre (SinEmbargo).– Nadie discrepa que estos días son terribles, incomprensibles, oscuros, tristes. Pero la ausencia de los 43 normalistas rurales de Ayotzinapa, Guerrero, ha cambiado el curso del futuro. Las 16 Escuelas Normales Rurales de México–antes bajo un plan paulatino y dirigido para su desaparición– hoy serán fortificadas. Por lo menos, ese es el compromiso que hizo el Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, cuando el 29 de octubre se reunió en Los Pinos con los padres de los estudiantes desaparecidos bajo fuerza bruta en Iguala, Guerrero. Y ese compromiso, también es del titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP), Emilio Chuayffet Chemor, quien en dos ocasiones ha sostenido que las Escuelas Normales Rurales de México serán “fortificadas” y que él es “su partidario”.
En medio de la tragedia, estas fueron las palabras del Presidente: “Apoyar a las Escuelas Normales Rurales del país. Establecer una mesa de trabajo que permita dignificar estos espacios de formación de docentes… para las normales rurales, de que tengan mejores condiciones…”. Y las del Secretario fueron éstas, el 8 de octubre, en comparecencia ante el Senado de la República: “El Presidente Enrique Peña Nieto ha tomado una decisión: no va a desaparecer ninguna Escuela Normal Rural y, al contrario, se van a fortalecer las existentes”. Luego, Chuayffet Chemor, el 11 de noviembre, en una gira por Chihuahua, se declaró “partidario” de esas instituciones.
Antes del 26 de septiembre, previo a que un comando policiaco embistiera a 43 estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos, y los desapareciera de la faz de México, el plan era otro. Uno muy diferente.
LAS ABANDONADAS
Documentos financieros de la Secretaría de Educación Pública (SEP), obtenidos bajo la Ley de Transparencia, prueban que para las Normales Rurales no hubo disposición de recursos durante los dos primeros años de la administración del Presidente Enrique Peña Nieto. Un investigador de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), quien prefiere no suscribir su análisis porque dirige un grupo que busca ahora mismo a los normalistas de Ayotzinapa, encuentra que esta ausencia de recursos era normal y lógica.“Este era el sexenio para que la Normales Rurales concluyeran. Ya estaban las circunstancias para que se rompiera el último eslabón de un olvido de casi un siglo. No había ninguna señal de lo contrario. Sin dinero, simplemente no iban a sobrevivir. Desde el cardenismo remaron contra corriente, pero en estos dos años peñanietistas se les ahogó. Esa era la tendencia: llevarlas al quiebre, a la desesperación, sumirlas en su propia ruina”, expone.
Distribuidas de norte a sur en el mapa mexicano, surgidas en 1922 como parte del proyecto de alfabetización del triunfo de la Revolución Mexicana, honradas en un mural de Diego Rivera en el patio central del edificio de la SEP como orgullo de la política educativa; en 2014, las 16 Escuelas Normales Rurales ya no tenían recursos. Ni un solo peso.
Y dinero, sí había. En la Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación (DGESPE) se etiquetaron 195 millones de pesos (mdp) en el ciclo lectivo 2012-2013 para el subsidio Fortalecimiento de la Calidad en las Escuelas Normales. De esos 195 mdp, sólo se gastaron siete millones 566 mil 928 pesos con cuatro centavos. Es decir, no se utilizaron 187 millones 433 mil 71 pesos con 96 centavos, según los documentos de ese apoyo, en el Portal de Obligaciones y Transparencia (POT).
Se trata del único subsidio de los cinco ejercidos por la DGESPE que se otorga sin reglas de operación. Ello significa dinero a discreción. En el POT, están indicadas sus condiciones: “Cabe mencionar que este Programa, por ser de reciente creación, el control y sistematización de los solicitantes y sus características se realiza en cada entidad y Escuela Normal Pública, desde donde se transmite la información a la DGESPE. Un aspecto que es diferente a otros Programas, es que sus recursos no son concursables, sino que es la DGESPE la que a partir de acciones atiende temas emergentes de capacitación o formación e invita a las Escuelas Normales a participar”.
Sólo dos Escuelas Normales Rurales recibieron este apoyo: la Justo Sierra Méndez en Aguascalientes (40 mil pesos) y la Ricardo Flores Magón en Chihuahua (330 mil pesos).
Que sí había dinero también se observa en en esos cuatro millones 188 mil 141 pesos con 13 centavos gastados en viajes sólo de septiembre a octubre con el fin de evaluar programas de estudios de las Licenciaturas en Primaria de las Normales del país. Para ello, la DGESP contrató a la agencia Artmex, de acuerdo con tres contratos en el POT.
Juego de paradojas, para 2015, el gobierno federal ya no dispuso dinero para los cuatro únicos programas relacionados con las normales del campo: el Programa de Mejoramiento Institucional de las Escuelas Normales Públicas (PROMIN), el Programa Educativo Rural (PER) y el Programa Beca de Apoyo a la Práctica Intensiva y al Servicio Social para Estudiantes de Séptimo y Octavo Semestres de Escuelas Normales Públicas, según el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) que ahora se discute en el Congreso de la Unión.
Héctor Rubio, director de Programa en la organización civil Gestión Social (Gesoc) que elabora el índice Indep, de evaluación de los recursos públicos federales, expone: “La falta de dinero para estos programas significaba su desaparición. Ahora, después de la tragedia de Ayotzinapa, todo ha cambiado. En un evento sin precedentes, lo social tendrá que influir en lo económico. Estos subsidios tendrán que ser elaborados de nueva cuenta y relanzados si es que el gobierno federal quiere cumplir sus palabras (las del Presidente y las del Secretario de Educación)”.
La esperanza de empleo para los normalistas del campo también se había acabado. La Ley General del Servicio Profesional Docente –secundaria de la Reforma Educativa– ordenó extinguir el otorgamiento directo de plazas, por lo que los estudiantes por egresar en 2015, tendrían que concursar por trabajo. A la par, en el marco de la aplicación de la Reforma Educativa, el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación lanzó un dato: al año egresan mil 500 alumnos en promedio de cada una de las 16 Escuelas Normales Rurales y sólo hay tres mil 814 plazas para Primaria. Así que según el gobierno, ya no había oferta laboral para quienes estudiaran en las Escuelas Normales Rurales de México.
Y AHÍ FUE DONDE OCURRIÓ LA DESGRACIA
Las escenas que han reproducido en el mundo algunos diarios nacionales e internacionales de cuartos desvencijados; tierras secas sin asomo de cultivo y estudiantes sin alimentos han sido los denominadores de la vida en las Normales Rurales de México durante casi un siglo. Vivir ahí jamás fue fácil. Además de la precariedad, estaba la amenaza de la desaparición a través de la fuerza pública.
Si la Historia tiene picos, hay tres muy marcados para estos pedazos de realidad. Uno es cuando el ex Presidente Manuel Ávila Camacho derogó la Educación Socialista en México y de paso, homologó los planes de estudios en las escuelas rurales y urbanas. Este mandatario empezó con un recorte presupuestal que hasta ahora, no se ha detenido. Otro ocurrió en 1950, cuando el entonces Presidente Miguel Alemán cerró algunos planteles con el argumento de que eran “viveros de líderes” y recortó el presupuesto. Y el último pico y el más alto: en 1968, el entonces Presidente Gustavo Díaz Ordaz acabó con 15 de 29 planteles porque según él, ahí se fraguó parte del Movimiento Estudiantil de ese mismo año.
Luego está enero del 2000, cuando estudiantes la normal rural Luis Villarreal de “El Mexe”, exigieron una expansión de becas y el Gobernador Manuel Ángel Núñez Soto les respondió con cortes de agua, gas y comida. Granaderos se apropiaron de la Normal. Ocurrió esa escena en la que 68 elementos de ese cuerpo de seguridad, fueron atados y expuestos semidesnudos en la plaza del municipio Francisco I. Madero. Los estudiantes resistieron hasta que en 2008, se graduó la última generación. De los 600 que llegaron a ser, sólo egresaron 76.
Quien puso el punto final fue Miguel Ángel Osorio Chong, Gobernador de Hidalgo en ese año y hoy Secretario de Gobernación. Su argumento fue único: en esa entidad, los maestros rurales ya no eran necesarios. Justo ahí, donde el Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (Inegi) reconoce más de 200 mil personas mayores de 15 años analfabetas.
Fue así que el Presidente Enrique Peña Nieto heredó en 2012, 16 planteles normalistas, entre ellas la Raúl Isidro Burgos de Tixtla, Guerrero. Entonces, ese pedazo de tierra –donde la vida transcurría en cubículos de tres por cuatro, con una repisa de cemento como único mueble; o se esparcía en los campos de cempasúchil– descarriló a su gobierno.
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Todo se ha vuelto extremo en las Normales Rurales. Ya sólo hay un bando, el que espera a esos normalistas desaparecidos de Ayotzinapa, Guerrero. –¿Qué se hace? “Trabajar y cuidar” –responde una de estas noches una voz de mujer en la Escuela Normal Rural General Emiliano Zapata de Amilcingo, Morelos. Pide que se le llame “vocera”. Su presencia, su existencia en los dormitorios y comedores de esa escuela, está calculada por la SEP en 45 mil pesos al año.
En la Ricardo Flores Magón de Saucillo, Chihuahua, alguien responde: “Después de esto, no hay más, se resurge o se resurge. Y en la Pantaleón Domínguez de Mactumactzá, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, otra voz: “Así será. La tragedia los ha hecho voltear. Ya no tiene regreso. Esto ya no tiene regreso”.
El gobierno federal está obligado a restaurar a esas escuelas que en los años cuarenta fueron llamadas por la Iglesia Católica, “del diablo”, a las que hace apenas dos años, la ex dirigente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), Elba Esther Gordillo, les puso el epíteto de “semillero de guerrilleros”. Son esas que están integradas en su mayoría en la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM), la organización más antigua del país, creada en 1935. Son los espacios que albergan internos que se alimentan con frijol y quelites, a veces. Son las Normales Rurales de México, pintadas sus paredes con figuras del Che Guevara o el luchador social, Lucio Cabañas, llenas de frases libertarias. Las aulas donde se imparte educación socialista, regidas por cinco ejes: político, cultural, rural, productivo y deportivo. Las que se han jugado el futuro a través de tragedias y movimientos de resistencia.
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Hay cupo para 400 internas; pero en estos momentos están 434. Aquí se come una vez al día. El costo promedio es de 30 pesos por alumna. Está albergada en lo que fue la Hacienda José María Morelos. La humedad se ha colado con manchas negras y resquebrajamiento. El mobiliario en los baños está trozado en varias partes. Dos años marcaron la Historia: 1980, cuando el ex Presidente, José López Portillo (1976-1982), planteó su desaparición y 1994, cuando, durante la Presidencia de Carlos Salinas de Gortari, elementos del Ejército intentaron ingresar a los dormitorios para desalojarlos porque –según ellos- se fraguaba ahí una manifestación. Se fundó en 1937.
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Tiene 84 años de edad. A veces carece de energía eléctrica. El edificio que la alberga padece de herrumbre. El salitre se ha acomodado entre los ladrillos debido la cercanía del mar. Más que embates de fuerzas públicas, aquí se ha padecido el olvido. Porque, incluso, hay épocas en que alumnos y maestros deben dedicarse a apagar incendios provocados por cortos circuitos. Tiene lugar para 300 alumnos. Aquí se come tres veces al día con un costo promedio de 50 pesos por cada quien.
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En 2003, el gobierno estatal, de Pablo Salazar Mendiguchía, ordenó disminuir la matrícula de 527 a 240 estudiantes en el internado. Para ello, empleó la fuerza pública que ingresó al plantel para expulsar a 200 estudiantes. Ese año se acabó el internado. El edificio está resblandecido y las pinturas que en un momento le hicieron homenaje al Che Guevara se han desdibujado. Aquí se suele decir que la Normal se acabará sola, “cuando se caiga”. Sin internado, esta escuela no reporta ningún costo por alumno.
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511 lugares para mujeres. Cada una le cuesta al gobierno 40 pesos diarios. Provienen de Sonora, Sinaloa, Jalisco, Durango, Michoacán, Coahuila y Chihuahua. Aquí no se encuentra un gran deterioro porque las mismas estudiantes realizan labor de albañilería durante los periodos vacacionales. No hay carteles ni pintas revolucionarias. En las paredes, hay flores pintadas. El criadero de cerdos es lo que ha mantenido a esta Normal fundada en 1930.
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Los módulos de producción ya no existen aquí. Lo que fue una piscina; tampoco. Las instalaciones están deterioradas al grado que ya no es recomendable dormir bajo estos techos. No obstante, aquí habitan 400 estudiantes que se preparan para maestros. “Un Reclusorio está mejor”, dice quien levanta el teléfono y responde por las condiciones de su plantel. Surgió en 1926. Se come dos veces al día. Cada alumno cuesta 40 pesos diarios.
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Estos días y noches es un campamento bajo la mirada de periodistas nacionales e internacionales. Está a la espera de 43 de sus 400 estudiantes. Los desaparecieron por la fuerza cuando reunían recursos para el 2 de octubre, conmemoración de la matanza estudiantil de Tlatelolco. Esta Normal fue fundada en 1926 y aquí se formó el luchador social, Lucio Cabañas. Los estudiantes dormían dos en una sola cama. Se comía dos veces al día. Cada uno costaba unos 30 o 25 pesos, contando que todos trabajaban en la cosecha de cempasúchil y en la granja de pollos, chivos y a veces, cerdos...
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Aquí se vive en riesgo. Esta escuela tiene 78 años de edad y el deterioro ha carcomido las instalaciones eléctricas, lo que ya ha ocasionado dos incendios en los dos últimos años. 530 hombres y mujeres comparten las aulas. El internado es sólo para los varones. Se come tres veces por día. 50 pesos diarios cuesta cada interno.
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En 2011, el entonces gobernador del estado, Enrique Peña Nieto, firmó la Alianza por la Calidad de la Educación que rompió los acuerdos del 12 de marzo y 24 de abril de 2008 con la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM). Ello significaba el cierre de esta escuela fundada en 1927 y la suspensión del otorgamiento de plazas para sus egresados. Los estudiantes resistieron. Impidieron la clausura. Hoy están matriculados 550 alumnos. Aquí se come dos veces al día. El promedio-costo por cada estudiante es de unos 45 pesos.
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La alberga el casco de la exhacienda de Coapa. En 2008, fallecieron aquí dos normalistas debido a un incendio por instalaciones eléctricas mal hechas y en precariedad. Esta normal funciona mientras los grupos de autodefensas continúan armados en la región en batalla incesante en contra del grupo de narcotraficantes, Los Caballeros Templarios. Se come dos veces al día. Hay espacio para 150 alumnos. Está llena. El costo-promedio es de 30 pesos.
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Surgida en 1974 es la más joven de todas. Tiene cupo para 372 alumnas. Cada una, con sus tres comidas al día, cuesta 40 pesos. La construcción de esta escuela, distribuida en 40 hectáreas, aún no ha sido concluida. Las habitaciones permanecen húmedas mientras que muchas veces falta el agua potable. En vacaciones, hay guardias nocturnas porque la población estudiantil teme que el gobierno federal ordene el cierre. En 1997, por lo menos 250 agentes policiacos desbarataron a golpes una manifestación de alumnas de la Emiliano Zapata en la Plaza de Armas de Cuernavaca. Pedían que la matrícula fuera ampliada. El saldo: 10 aspirantes golpeadas y tres desaparecidos.
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Aquí, en esta normal fundada en 1925, también se entrañó una tragedia. En 2007, una brigada estudiantil quiso hacerse de un autobús de la línea El Sur y tres estudiantes fueron atropelladas. Fallecieron. Luego, con los años, pocos voltearon a ver esta escuela donde se vive con 34 pesos diarios. Hay espacio para 150 mujeres. Todas trabajan en producción y venta de artesanías. O siembran. Eso permite comer tres veces al día y tener un costo per cápita de unos 25 pesos.
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Tiene 89 años. Es sólo para mujeres. Imparte dos licenciaturas: en educación Primaria y Educación Secundaria y la especialidad de Telesecundaria. A veces no hay energía eléctrica, por lo que la instrucción se interrumpe. Faltan autobuses y biblioteca. Duermen dos en una cama individual. Se come dos o tres veces al día. El promedio costo por estudiante es de 30 pesos diarios.
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Inició labores en 1931. Las instalaciones datan de esta época. Ha tenido pocas remodelaciones. Respecto a la obtención de subsidios ha sido una de las más exitosas. En su historia le han llegado recursos del Programa de Fortalecimiento para Normales de la SEP. La matrícula es de 252 alumnos. Se come tres veces al día. Cada estudiante cuesta 50 pesos diarios.
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Conocida como la escuela normal de San José de las Flores por haber sido el ejido donde nació la institución, tiene 212 alumnos matriculados. Aquí hace falta una restauración integral del plantel. Las paredes están descarapeladas y algunas, a punto de caerse a pedacitos. “Todo es parte de la costumbre. Así se logra el conocimiento”, dice quien responde en esta escuela. Se come tres veces al día. Cada alumno cuesta 50 pesos diarios.
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En 2010, el gobierno de Tlaxcala intentó clausurarla, pero los estudiantes resistieron en huelga dentro del internado. Así, impidieron el cierre de este plantel educativo surgido en 1931. Hay, en estos momentos, 342 alumnas. La biblioteca y las instalaciones requieren remodelación. Se come dos veces al día. Aquí, preparar a cada maestra cuesta 30 pesos diarios.
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Más de 500 campesinos y pescadores. No sólo se instruyen en Pedagogía, también Teatro, Poesía, Danza, Rondaya, Payasística y Educación Física. Ahora mismo necesitan: mejoramiento del edificio, construcción de gimnasio, camiones, equipamiento para cocina y baño. Duermen dos o tres en la misma cama. En estos momentos hay plagas. Se come dos veces por día. 45 pesos cuesta cada alumno.
Fuente: Directorio Completo de las Escuelas Normales de la República Mexicana, Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación. Personal de las Normales Rurales