Monterrey, 1 Nov (Notimex).- El anaranjado de la flor de cempasúchil adorna las calles de todo México con su inigualable aroma a tradición, al mismo tiempo que una variedad de platillos, calaveritas de azúcar, velas y fotografías dan forma al Día de Muertos.
La festividad, declarada como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, tuvo su origen desde la época prehispánica.
La socióloga Guadalupe Piedra González explica a Notimex su origen y el por qué es considerada una tradición milenaria.
“En México se da seguimiento al culto s la muerte, desde la época prehispánica. Esta manifestación ha sido encontrada en prácticamente todas las culturas de Mesoamérica; todas ellas tenían, en su forma de ver la vida, la inclusión de la muerte”, expone.
En algunos grupos de las culturas maya y azteca, comenta, los entierros mortuorios se ubicaban en el fondo de la casa de la persona fallecida.
“Se han encontrado vestigios de enterramientos en lo que se supone que era la parte baja, en el subsuelo. Los muertos se enterraban dentro del mismo lugar donde los vivos quedaban”, detalla la especialista.
Con la llegada de los españoles, aparecieron los cementerios y en las casas comenzó la tradición de ofrendar a los seres queridos que han partido, inicia la tradición del Día de Muertos.
Esta joya cultural reúne diversos elementos que, en su conjunto, logran hacer de dicho altar, una cita con aquel ser entrañable.
“Básicamente en el altar tienen que estar presente los cuatro elementos: el viento, el agua, la tierra y el fuego. También es indispensable que haya una foto de aquel al que se le rinde memoria”, dice.
Agrega: “Es importante que haya objetos personales, porque justamente el altar viene a ser el lugar de la cita entre los vivos y aquel que se está recordando; otro elemento importante es agregar los alimentos que hayan sido de su agrado”.
Todos estos elementos hacen particular el altar, “entonces, el fallecido sabe que es que para él. No hay confusión”, destaca.
En lo que respecta a su estructura, la socióloga menciona que, en general, el espacio disponible determina la forma de la ofrenda.
“A veces es un altar de un solo plano y es en una mesa donde se depositan todos los elementos y las flores; hay otro de dos partes que originalmente representan al cielo y a la tierra; existen otros que cuentan con otros niveles que representan la tierra, el cielo y el subsuelo, o sea, el inframundo, lo oculto”, explica.
Sin embargo, los más tradicionales son los que tienen sus raíces sureñas y constan de siete niveles.
“La explicación obedece a que son siete escalones los que subes, son siete pasos del proceso para llegar a tu nuevo destino”, indica.
A pesar de la antigüedad de la tradición, ésta no se ha celebrado de la misma forma a lo largo del tiempo, asegura la especialista, y menciona que la festividad ha ido teniendo adaptaciones a las distintas etapas históricas de México.
“En la época colonial cambió -expone-, el cómo se veía la muerte y las prácticas, porque los evangelizadores ahora dotan de nuevos significados, introducen nuevos elementos y las festividades cambian”.
Asimismo, agrega, muchas de las costumbres que se tenían en la época prehispánica se conservan y se obtiene “un producto hibrido”.
Además, a esta fascinante y colorida festividad, se le da vida de diferentes formas, dependiendo de la región del país donde se festeje.
En Nuevo León, narra Piedra González, el altar de muertos se ha ido adaptando de acuerdo a la forma y cantidad de elementos que lo integran, conforme a los altares del Sur de México, su lugar de origen.
Con el paso del tiempo, dichos elementos que dan vida al significante homenaje, han evolucionado y se convierten en “un reflejo de la época que se vive.
“Ahora aparecen los globos de helio y juguetes electrónicos, si es el caso de un niño, muchos de los altares se encuentran con aplicaciones tecnológicas, todo depende de las posibilidades, tanto creativas como económicas, de quien presenta el altar”, comenta.
Además, los platillos también han evolucionado, pues ya se puede ver muchos que, sin ser originarios de México, están presentes en la ofrenda como el hot-dog y las hamburguesas.
Sin embargo, a pesar de las pequeñas transformaciones que la tradición vive año con año, Piedra González asegura que contrario a perderse, la tradición está teniendo una gran apertura:
“Sigue arraigada, sigue creciendo; en los últimos diez años hemos visto el incremento en la celebración en la festividad, hemos visto el incremento de grupos que se van sumando a la celebración. Un ejemplo es el de las escuelas, pues ahora ya forma parte de la vida escolar y del recuerdo de los jóvenes estudiantes”, expresa.