GUERRERO EN LLAMAS: CÓMO INICIÓ EL FUEGO

11/10/2014 - 12:05 am

Guerrero arde y el fuego ha sido atizado sin descanso desde la década de los setenta del siglo pasado, cuando el gobierno mexicano dio un rudo manotazo a la insurgencia izquierdista y ordenó su aniquilamiento a costa de lo que fuera en la sierra guerrerense, por ahí mismo donde los estudiantes de la Normal Ayotzinapa fueron detenidos por la policía de Iguala y luego –falta la formalidad de la confirmación– al crimen organizado.

La historia no es nueva, sino que se ha repetido con el aún Gobernador perredista Ángel Aguirre Rivero, descendiente directo de los Figueroa, la casta política que se alió al ejército en la masacre de comunistas a la vez que el Estado, representado en la Dirección Federal de Seguridad y la Brigada Blanca construía los cimientos del crimen organizado mexicano, el mismo que arrebató y arrebata piel, ojos y vida a los mismo muchachos que se atreven a decir al gobierno: “¡Ya no más!”.

Con base en expedientes judiciales aún clasificados, SinEmbargo presenta la evolución de la política criminal de Guerrero, donde hoy está posado el ojo del huracán de eso que bien podría llamarse el “Narcoestado mexicano”.

 P R I M E R A  P A R T E

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Pancho y Perico compartían un par de cosas: ambos habían pertenecido al ejército, los dos se hacían pasar aún por capitanes y los dos tenían modos de vender inteligencia militar al narco. Imagen: Especial

Ciudad de México, 11 de octubre (SinEmbargo).– Durante los últimos dos años, los mexicanos han presenciado el descenso de la información oficial relacionada con el crimen organizado. En oposición a la estrategia de medios de Felipe Calderón Hinojosa, la administración de Enrique Peña Nieto ha optado por silenciar las balaceras que aquí y allá continúan los cárteles en guerra.

Los boletines de prensa con las vinculaciones entre policías y grupos del crimen organizado se han tornado escuetos. Fuera de México, se supone o se acepta publicitar, la sangría mexicana llega a su fin.

Pero los días de plomo y sangre no terminan. Ni la existencia de sicarios pagados por el Estado con la ventaja para asesinar que les otorga el uniforme y la charola. No es raro y, si se habla de Guerrero, lo es menos.

Si se quiere encontrar una vena gruesa en el cuerpo de la narcopolítica mexicana, una que de manera vigente y abundante nutra de sangre el presente mexicano, se debe ir a las cañadas de Guerrero y seguir a los cazadores de comunistas.

La manera de entrar a esa vena es con el proceso penal 2491/2005 instruido por el Trbinual de Justicia Militar al que SinEmbargo acceso; la documentación se continúa en otros varios expedientes empleados por este medio para armar el rompecabezas cuya imagen muestra, en una misma toma, a los grupos del narcotráfico en Guerrero y a la clase política que, durante décadas, no ha cesado de reprimir, asesinar y enterrar de manera tumultuaria a alumnos, maestros y campesinos disidentes del régimen político.

***

El procesado y sentenciado sargento Marcelino Arroyo López causó alta el 21de noviembre de 1987 como policía militar. Dos años y medio después, en enero de 1990, ingresó a la Policía Judicial Militar, donde recorrió toda la escala: inició como cabo policía militar, siguió como agente con el mismo rango y, poco después, lo ascendieron a sargento segundo escribiente. Estuvo en esa corporación hasta septiembre de 1995.

Arroyo quedó adscrito al Centro de Inteligencia Antinarcóticos, oficina dependiente de la secretaría particular del secretario de la Defensa Nacional, entonces Enrique Cervantes Aguirre, designado en ese cargo por el Presiente Ernesto Zedillo.

Marcelino Arroyo coincidió en el CIAN con Pedro Bárcenas, Capitán Perico, de quien se hizo compadre y quien luego desertó para integrarse al Cártel de Juárez.

Arroyo operó en una rústica estructura de inteligencia en la que los reportes eran entregados por escrito, a manera de informes o, en casos de emergencia, dictados por teléfono a Bárcenas. Éste informaba a Francisco Tornez Castro, El Pancho, quien reportaba a Arturo Hernández González, El Chaky, jefe de sicarios de Amado Carrillo, El Señor de los Cielos.

El sargento segundo escribiente obtenía información cuando los analistas del CIAN le comisionaban recabar datos de domicilios, números telefónicos fijos o celulares o vehículos. Tras clasificarla, la entregaba a su contacto.

¿Qué clase de información entregaba el sargento Arroyo al narcotráfico?

Mes y medio antes de la detención de Arroyo, el cártel se inquietó. Se rumoraba de una oleada de cateos a las casas de El Mayo Zambada en Culiacán, Sinaloa.

–¿Sabes si hay personal trabajando en Sinaloa? –preguntó Perico a Arroyo.

–Sí. Hay una base de trabajo de aquí, de la oficina [del Distrito Federal], en Sinaloa. Va un capitán al mando –respondió el militar activo.

–¿Cómo se llama?

–Es un capitán segundo de zapadores.

–¿Es el que lleva el asunto del Chaky?

–Ese asunto lo lleva el teniente de arma blindada de apellido Ornelas.

–¿Quién está de jefe de cubículo del Cártel de Juárez?

–El capitán Ornelas.

Perico aseguró que buscaría al capitán encargado de la investigación en Sinaloa para sobornarlo. Arroyo no supo más. No debía saber nada más. Era sólo una de varias piezas.

El flujo de datos era permanente. Nombres de adversarios o socios de Juárez eran entregados en condición de incógnita a los militares y volvían al cártel con domicilios, números telefónicos y detalles de las investigaciones en su contra.

Otro ejemplo. A Perico le urgía tener información sobre un capitán aviador diplomado del Estado Mayor infiltrado por el Cártel de Juárez, pero integrado a otra célula. Competencia interna. Arroyo escuchó atentamente en la oficina. Se encontró con el tema y anotó todo en una libretita.

Reportó: “Me dijo que la revisaría con su patrón, pero que lo más interesante para ellos era toda la información relacionada con el Cártel de Juárez y, particularmente, con El Chaky”.

Era una maraña de espías contra espías. En otra ocasión, Arroyo López fue buscado por Perico. Le advirtió sobre un teniente de infantería que anteriormente estuvo en el CIAN. Le describió su auto y domicilio. Se debían cuidar de él: estaba empleado por otro cártel.

Bárcenas también proporcionó dos sobrenombres: El Yeyo y El Chacho, gente de Osiel Cárdenas Guillén, entonces capo del Cártel del Golfo. Había guerra. El tamaulipeco había mandado matar al Chaky. Y esos apodos eran de dos de los sicarios que iban tras la vida del jefe de sicarios de Juárez, cabeza de la red de informantes de Amado.

El sargento Arroyo nunca conoció personalmente al Chaky, sólo las referencias que de él hacían Pancho Tornez y Perico como “el patrón”. Arroyo, en el escalafón más bajo del cártel, cobraba directamente de la mano de Capitán Perico en las estaciones del metro Panteones, Normal o Cuitláhuac.

Él mismo dio los detalles: “En tres años recibí dinero en 25 ocasiones. Las cantidades iban desde 500 a mil dólares”.

Así de barato.

***

¿Ante la deslealtad a las armas había lealtad al narcotráfico? En su declaración ante el Ministerio Público Militar, Arroyo López deja claro que tampoco. El sargento también actuaba como correo para la entrega de sobornos a otro militar antinarcóticos, Pedro González Franco, quien causó baja de esa área por reprobar un examen de polígrafo –se entiende que Marcelino sí aprobaba ese filtro de seguridad– y, en vez de despedirlo, se le trasladó a la Zona Militar de Toluca, en el Estado de México.

Pero los sobres a su favor seguían llegando. Pedro Bárcenas, Perico, recomendó a Arroyo quedarse con el dinero. “Me dijo que yo aportaba más datos para la organización y que tenía derecho a cobrarlo”, se justificó el sargento segundo.

Los beneficios que dio Arroyo fueron más allá de la entrega de datos. También participó en el reclutamiento de más informantes. Uno de ellos fue el propio González Franco, a quien se reclutó por tener acceso a información del Cártel de Tijuana.

El CIAN se divide o dividía en módulos de análisis para cada cártel de las drogas.

A González Franco le pidieron antecedentes de Fabián Martínez, El Tiburón, jefe de los Narcojuniors, cuerpo de sicarios y contrabandistas de clase media y alta reclutados por los Arellano Félix durante la década pasada. El Chaky “se lo quería chingar”, aclaró González Franco al ministerio público.

“En otra ocasión que regresé a Tijuana, el sargento Marcelino me dijo que Pedro [Perico] le había comentado que necesitaban información del Metro. Después regresé a mi base en Tijuana y por esas fechas agarraron a Alcides Ramón Magaña, narcotraficante del Cártel de Juárez”.

El Metro, quien a la muerte del Señor de los Cielos se apoderó del control del tráfico en la región sureste del país, fue detenido en 2001.

“[Luego] me dijo Perico que su compadre Pancho, Francisco Tornez, me mandaba dinero. Sacó un periódico que llevaba doblado con 5 mil dólares y que era por el trabajo para que aprehendieran al Metro. Un premio para nosotros, ya que con la captura del Metro se les había quitado un peso de encima”.

La Procuraduría General de la República (PGR) emitió un boletín de prensa cuando, en 2007, el traficante fue condenado en definitiva a 47 años de prisión en 2007:

“Con esta sanción [...] Durante la administración del presidente Felipe Calderón, el gobierno de México refrenda su compromiso de aplicar la ley con todo vigor y energía en contra de cualquier manifestación de la delincuencia organizada”.

EL MAYO ZAMBADA

Imagen: Especial
Marcelino Arroyo coincidió en el CIAN con Pedro Bárcenas, Capitán Perico, quien luego desertó para integrarse al Cártel de Juárez. Aunque no se tienen datos detallados de cómo ocurrió, Arroyo se convirtió en informante del crimen organizado. Imagen: Especial

El asunto de los espías del cártel de Juárez detonó el 19 de octubre de 2001, cuando una patrulla del ejército circulaba por un camino de terracería en el municipio de Cosalá, Sinaloa.

Los soldados observaron dos camionetas, una Suburban roja y GM negra granito, ambas con vidrios polarizados. Las siguieron y en segundos el seguimiento se hizo persecución. Quienes llevaban las camionetas frenaron en seco, las abandonaron y huyeron a pie.

Los militares revisaron los vehículos y encontraron 60 mil 400 dólares y 34 mil 400 pesos. También un anillo de oro blanco con nueve incrustaciones de piedras preciosas, una pulsera de oro de 14 quilates, dos bolsas con 34 gramos de cocaína y nueve estuches para el polvo o periqueras. Además, tres cuernos de chivo, una pistola Colt con las cachas grabadas con figuras de tiburones y cientos de balas, siete teléfonos celulares y uno satelital. Y, finalmente, documentos a nombre de Jerónimo López Landeros.

La camioneta negra granito, que resultó blindada, era propiedad de Javier Torres Félix. Su esposa se presentó al Ministerio Público para reclamar la devolución del vehículo y aseguró que su marido era agricultor y ganadero.

Torres Félix era un viejo conocido de la policía. En la tierra de El Mayo se le tenía como su lugarteniente y sólo fue asunto de revisar los expedientes.

A finales de mayo de 1997 Torres Félix fue detenido en Cancún, Quintana Roo, con otros tres traficantes y 380 kilos de coca empaquetada en plástico transparente y hule amarillo. Sin embargo, Torres Félix resultó absuelto, salió de prisión al año y reanudó la operación para los Carrillo Fuentes en un momento en que, debe quedar claro, personajes hoy identificados plenamente en el bando de Sinaloa mantenían operación para Juárez.

Esto, antes de dos hechos fundamentales para el presente del narco mexicano: la muerte de Amado Carrillo y la fuga de Joaquín Guzmán Loera, con quien luego se alinearía El Mayo Zambada y Juan José Esparragoza Moreno, El Azul, entre otros.

Como con cualquier trabajo, una de las ventajas de ser un narco viejo es ir y venir por los cárteles con una gruesa agenda de contactos en el bolsillo.

***

En junio 2001, los agentes de la Federal de Investigación que siguieron el caso y dieron fe de los objetos encontrados en las camionetas de Cosalá reportaron otras cantidades de dinero: 70 mil 400 pesos y 20 mil dólares.

Reiteraron que entre los documentos encontrados había una licencia de conducir a nombre de Jerónimo López Landeros, cuya fotografía era, en realidad, la imagen de El Mayo Zambada.

No fue el único papel con el pseudónimo del Mayo.

Se encontró una tarjeta blanca enmicada impresa con la oración “H. Ayuntamiento del municipio de Durango 1998-2001” y un escudo. Tenía escrito a máquina:

“El portador de la presente, Ing. Agrónomo Jerónimo López L me ha sido recomendado ampliamente, por lo que pido a los elementos de la dirección de Seguridad Pública de Vialidad que, en caso de cualquier incidente en que se vea involucrado, antes de proceder en su contra, se comuniquen con el suscrito”. Lic. Raúl Obregón A. [director general de la Policía Judicial del estado], una firma ilegible, un sello en color azul y en la parte inferior un lema: “Durango, tarea de todos”.

Otro hallazgo importante fue el de los teléfonos celulares, propiedad de Javier Torres Félix, el segundo de El Mayo Zambada en ese momento.

Uno de los números mantenía comunicación con otro a nombre de Karla María Monge Corral, con domicilio en apartado postal 28, Culiacán, Sinaloa, propiedad del gobierno del estado de Sinaloa.

Desde este teléfono, a su vez, se establecía contacto frecuente con un teléfono fijo registrado a nombre de María Teresa Zambada Niebla, hija de El Mayo, en la colonia Colinas de San Miguel, en Culiacán.

También por las conexiones telefónicas se ubicó otra casa en Las Quintas, misma ciudad, a nombre de Miriam Patricia Zambada Niebla y Mónica del Rosario Zambada Niebla. Los policías vigilaron, preguntaron a los vecinos y pronto apareció el nombre Ismael Zambada Niebla, El Vicentillo.

En esta casa había alrededor de 15 vigilantes y desfile permanente de las Suburban, las Gran Cherokee y las Cheyenne sin placas, nunca detenidas por los retenes semifijos de la Policía Ministerial, la Policía Estatal Preventiva y Policía Intermunicipal.

Todas las residencias quedaron bajo vigilancia. Los agentes anotaron:

“El 3 de junio de 2002 arribó un convoy de las Bases de Operaciones Mixtas Urbanas, así como un vehículo Hummer del ejército mexicano y cuatro patrullas de la Policía Ministerial, Estatal y Preventiva. Del domicilio salió un hombre de 28 años y 1.75 metros. Moreno claro, complexión regular y cabello corto. Platicó con los elementos y luego regresó a la casa. La patrulla se fue”.

También se vigiló al menos una casa a la que vieron llegar, en una Ford Lobo Harley, a Édgar Guzmán López, hijo de El Chapo  Guzmán. Se le siguió al Tec de Monterrey, unidad noroeste, en donde estudiaba.

Los mismos teléfonos incautados dejaron bien clara la relación entre El Mayo Zambada y El Chapo Guzmán. Las llamadas de uno de esos aparatos conectaban con Griselda López Pérez, entonces esposa de El Chapo  y socia de un restaurante de comida china en la calle Álvaro Obregón del centro de Culiacán.

Los federales siguieron las pistas de los teléfonos. Encontraron uno más en la colonia Las Flores, en Ciudad Lerdo, Durango. Pero esta línea estaba desviada a otra casa en la misma ciudad a donde llegaba un hombre al que todos reverenciaban y llamaban El General.

Otros teléfonos registraban comunicación con varias casas de Culiacán y la empresa Nueva Industria de Ganaderos de Culiacán, con domicilios en Carretera Internacional Norte 1207, Venadillo, Mazatlán, cuya principal accionista es Rosario Niebla Cardoza, exesposa de El Mayo Zambada.

“La señora Ana María Zambada García –hermana de El Mayo– registra comunicación con el número telefónico perteneciente a Karla María Monge y, a su vez, éste con el que está a nombre de José Luis Castro Soto, personas que registra comunicación con el ingeniero Domingo Silva Monter”.

El ingeniero Silva sería pieza clave en la investigación para desarticular a los infiltrados. Silva vendía equipo de comunicación e intercepción de llamadas directamente al cuerpo de seguridad de El Mayo. A la vez tenía relación con la célula de contrainteligencia compuesta por militares y exmilitares subordinados al Chaky.

Tras los seguimientos que se hicieron de los teléfonos de Torres Félix y las casas con que mantenían comunicación, la policía federal dibujó la red completa.

La descripción del hombre de 28 años coincidía con la de El Vicentillo, primogénito de El Mayo, cuya primera esposa e hijas fueron ubicadas perfectamente de manera física en ese momento y luego ubicadas por agencias mexicanas y estadunidenses como principales lavadoras de dinero del capo sinaloense. Estaba dada la posibilidad de capturar a familiares de El Chapo  presuntamente participantes de sus actividades ilegales.

TRAICIÓN POR DOS MIL PESOS 

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Francisco Tornez Castro, conocido como el Capitán Pancho, tenía como tarea combatir los restos de la guerrilla de Lucio Cabañas, muerto en 1974. Imagen: Especial

Si es cierto lo dicho por Iván Castro Sánchez o Pedro Bárcenas –la autoridad civil y militar creyó en su declaración del 13 de octubre de 2002–Comandante Perico, conoció en la neblina de tabaco y sudor del bar Pacífico, en el Distrito Federal, a un hombre que lo llevó ante Francisco Tornez.

Pancho y Perico compartían un par de cosas: ambos habían pertenecido al ejército, los dos se hacían pasar aún por capitanes y los dos tenían modos de vender inteligencia militar al narco.

Perico compraba la información a los militares del CIAN y luego entregaba los datos a Pancho Tornez. Al inicio de la relación recibía 2 mil ó 3 mil pesos; al final, hasta 2 mil dólares por reporte.

Las relaciones descritas por el militar desertor abarcaban generales. Uno de ellos fue Guillermo Álvarez Nahara, exdirector de la policía judicial federal.

“Lo fui a ver en compañía de Venancio Bustos, exmilitar –también con pasado en Inteligencia Antinarcóticos del ejército–, y Carlos Águila, agente federal de investigaciones en activo. Fuimos a ver al general porque existe el rumor que lo iban a nombrar titular de la PFP. Lo visitamos en sus oficinas ubicadas a un lado del Banco del Ejército, pero el general nos dijo que ni siquiera sabía la existencia de ese rumor.

“También recibo llamadas a mi celular de Adrián y El Brandon, quienes trabajaron anteriormente en el Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional (CISEN)”.

Otra muestra de que Perico no sólo incorporó militares en activo a las filas de Juárez es Rubén Escalante Camarillo, El Lobo, quien inició carrera en las armas en 1993 asignado como auxiliar de administración en el Campo Militar Uno de la Ciudad de México, donde conoció a Marcelino Arroyo López y a Perico.

En 1996, El Lobo se empleó en una empresa relacionada con recursos humanos que era propiedad de la familia de Miguel de la Madrid como chofer escolta de los hijos del expresiente –uno de ellos, Enrique, fue designado por el Presidente Enrique Peña Nieto como director general del Banco Nacional de Comercio Exterior–. Perdió el trabajo el día en que la familia expresidencial dejó México y se asentó en Europa.

Lobo ingresó al CISEN como agente investigador. Salió en 2000 de manera directa a la Policía Federal Preventiva donde estuvo adscrito como suboficial, hasta su detención, en octubre de 2002, a la Dirección General de Operaciones Especiales.

Desde ahí sirvió al Cártel de Juárez. Formalmente apoyaba el cumplimiento de órdenes de aprehensión del fuero común y del federal. Entre las revelaciones aportadas por El Lobo están los detalles sobre un cateo masivo previsto por la PFP en Culiacán.

Perico fue también quien advirtió de la inminente persecución contra Javier Torres Félix, a quien se le imputó una masacre de 12 personas en Sinaloa.

Las infidencias de los militares no sólo actuaban a favor de la seguridad de los líderes del Cártel de Juárez. Perico declaró que Arturo Hernández González, El Chaky, ofrecía dinero por la muerte de Osiel Cárdenas Guillén, el excapo extraditado del Golfo.

En la libretita con espirales de Perico, los policías encontraron un par de direcciones de Paseos de Churubusco y Polanco, en el Distrito Federal. En ambas se leía un nombre, escrito con su propia mano: Osiel. Los domicilios eran las oficinas de Cárdenas Guillén en la capital. Le fueron proporcionados por Marcelino Arroyo y terminaron en manos de Francisco Tornez.

Otro nombre investigaba Perico en la red de infiltrados. Le fue anotado por Francisco Tornez en un trozo de papel de estraza: “Jerónimo López Landeros Mayo”, uno de los seudónimos con que las agencias estadunidenses identifican al Mayo Zambada.

EL CAZADOR

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Pancho era un hombre de relaciones. Entre sus amigos estaba Julián Marín Ávila, jefe de la policía motorizada de Seguridad Pública de Chilpancingo, Guerrero. Imagen: Especial

Francisco Tornez Castro también se llamó Víctor Manuel Llamas Escobar. Pero le gustaba más ser el Capitán Pancho.

Ingresó al ejército mexicano en el complicado 1968, año de la represión en Tlatelolco, y causó baja en 1975 con el grado de sargento primero, cuando se adhirió al grupo ENLACE –así lo identificó en su declaración– como miembro de la Policía Judicial de Guerrero.

En ese grupo, puntualizó, participaban elementos de la PGR, la Policía Judicial Militar, la Policía Estatal de Guerrero y la Dirección Federal de Seguridad. Su función era combatir los restos de la guerrilla de Lucio Cabañas, muerto en 1974.

Pancho entró por recomendación de un general sin mayor trascendencia y recomendado por el entonces teniente coronel Arturo Acosta Chaparro, director de la Policía Judicial y Seguridad Pública en Guerrero durante los años de la Guerra Sucia.

ENLACE, pues, fue una denominación de la Brigada Blanca. A Tornez le tocó seguir al segundo en mando después de Lucio Cabañas. Al año y medio dejó la Brigada Blanca de manera formal y se convirtió en policía judicial de Durango gracias a la recomendación, ésta vez, del propio Acosta Chaparro.

Como judicial de Guerrero, Tornez conoció a los hermanos Gustavo, Alfredo, Manuel y Otoniel Tarín Chávez, todos de la máxima confianza de Acosta Chaparro. También a Germán Bello Salgado, sargento segundo del ejército quien, al poco tiempo se convirtió en comandante de la Dirección Federal de Seguridad (DFS).

Cuando la DFS desapareció en 1985, tras el asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena por órdenes de Ernesto Fonseca –bajo cuyas órdenes inició carrera en el narcotráfico El Mayo Zambada–y Rafael Caro Quintero dadas a agentes de la misma policía política, el comandante Bello se mudó con mismo cargo a la Policía Judicial Federal hasta 1997, cuando fue dado de baja por un delito no especificado en el expediente de la justicia militar.

Ese mismo año era ya “el secretario particular de El Chaky”, según Pancho Tornez quien, para hablar con el jefe de sicarios de El Señor de los Cielos, antes debía hablar con Bello y a éste le reportaba toda la información recolectada por la red de militares, agentes del CISEN, de la Federal Preventiva, de la Fiscalía de Delitos contra la Salud y de las judiciales estatales a los que Juárez tuvo en su nómina entre mediados de los 90y mediados de esta década.

“También conozco a Juan Parra Cortés. Es mi amigo y me presentó a Perico. También fue quien me consiguió la credencial de la Secretaría de la Defensa que me acredita como policía judicial militar. Es amigo del general Acosta Chaparro.

“Y a Jaime Delgado. Es subsecretario de Seguridad Pública en Acapulco, Guerrero, ya que fue chofer de Acosta Chaparro y es a quien llamo para cuestiones de licencias y trámites administrativos”, declaró Tornez ante el ministerio público federal.

***

El Capitán Pancho vivía bien, al menos a su entender. Tenía dos mujeres con relaciones fijas lo que, explicó Perico, le impuso la necesidad de tener dos nombres.

Nunca dejó de presentarse como capitán del Ejército, aun cuando ni sus novias lo vieran alguna vez uniformado. Decía estar comisionado en alguna operación que le imponía dejar el uniforme en el clóset. Tenía cuatro casas en Cuernavaca, otra rentada en el DF y un departamento también alquilado en la ciudad de México y, además, cuatro vehículos, incluidos una camioneta 4x4 y un Trans Am.

Empleaba una cocinera de Guerrero y su chofer era un exmilitar dado de baja por violación sexual.

El Capitán Pancho tenía su caballo en el club hípico de Santo Tomás Ajusco, donde también solía montar el director de la Dirección Federal de Seguridad comprado por el narco, José Antonio Zorrilla Pérez, y era propietario de un rancho de borregos.

Pero Pancho era sobre todas las cosas un hombre de relaciones. Entre sus amigos estaba Julián Marín Ávila, jefe de la policía motorizada de Seguridad Pública de Chilpancingo, Guerrero.

“Me ayudó a causar alta en esta corporación como oficial comandante, donde recibo un sueldo de 4 mil pesos mensuales sin acudir a trabajar. Mi amigo Julián Marín se encarga de que me pasen lista. Únicamente me presento en las quincenas para cobrar mi sueldo.

Así, utilizaba a la vista una pistola escuadra grande de cargo en su calidad de comandante de la policía de Chilpancingo y se ocultaba una pequeña calibre .25.

“Marín me invitó a financiar la campaña política de su compadre Gonzalo Gallardo como candidato del PRI a la presidencia municipal de Copala, Guerrero. A cambio me daría todas las obras públicas de ese municipio. Aporté 300 mil pesos”, confesó Pancho Tornez 12 de octubre de 2002.

Ante la perspectiva del gran negocio de ser contratista de gobierno, Tornez compró maquinaria para la construcción.

Pero Gonzalo Gallardo perdió en aquel momento. Hoy es el alcalde de Copala.

No hay espía sin libretita. La de Tornez era una agenda dorada con el logotipo de Mexicana de Aviación. Los nombres en el cuadernillo incluían a Agustín Montiel López, exdirector de la Policía Judicial en Morelos, y a Humberto Fernández, custodio de la penitenciaría de Cuernavaca.

Otro apunte decía simplemente “Granados”.

El exmilitar perseguidor de comunistas explicó: “Corresponde al general Luis Enrique Granados Alamillo. Lo conozco porque fue mi comandante en la brigada del ejército en 1970; a la fecha le sigo hablando, porque fue mi padrino de bodas”.

Granados fue cuarto paracaidista en la historia de la aviación mexicana y amigo personal de otro general, Mario Arturo Acosta Chaparro.

En junio 2001, los agentes de la Federal de Investigación que siguieron el caso y dieron fe de los objetos encontrados en las camionetas de Cosalá reportaron otras cantidades de dinero: 70 mil 400 pesos y 20 mil dólares.

Reiteraron que entre los documentos encontrados había una licencia de conducir a nombre de Jerónimo López Landeros, cuya fotografía era, en realidad, la imagen de El Mayo Zambada.

No fue el único papel con el pseudónimo del Mayo.

Se encontró una tarjeta blanca enmicada impresa con la oración “H. Ayuntamiento del municipio de Durango 1998-2001” y un escudo. Tenía escrito a máquina:

“El portador de la presente, Ing. Agrónomo Jerónimo López L me ha sido recomendado ampliamente, por lo que pido a los elementos de la dirección de Seguridad Pública de Vialidad que, en caso de cualquier incidente en que se vea involucrado, antes de proceder en su contra, se comuniquen con el suscrito”. Lic. Raúl Obregón A. [director general de la Policía Judicial del estado], una firma ilegible, un sello en color azul y en la parte inferior un lema: “Durango, tarea de todos”.

***

Los contraespías eran espiados. Entre mediados de septiembre y mediados de octubre de 2002, la Agencia Federal de Investigación interceptó cientos de llamadas entre Perico y Pancho Tornez, entre éste y Germán Bello, así como de personajes secundarios.

Una de las intervenciones registró el diálogo entre Capitán Perico y Capitán Pancho, Francisco Tornez, sobre dos colombianos de quienes habían hablado en conversaciones anteriores.

Perico: Son dos hermanos. Te voy a platicar de dónde procede este pedo. ¿Te acuerdas que hace como mes y medio, o dos meses, agarraron a dos viejas en un avión con 2 millones de dólares?

Pancho: Ajá.

Perico: Al parecer una era vieja de este cabrón. Y estos güeyes están relacionados con una organización que está trabajando en Hermosillo, Sonora. ¿Te acuerdas que me habías dicho que había unos güeyes muy bravos, que estaban ahí?

Pancho: Ándale, sí.

Perico: Estos güeyes son, pero resulta que de este lado todo el pedo lo hizo la AFI. Pero ahorita están relacionando a estos dos cabrones con El Minino –como en clave se referían a El Azul; en otras ocasiones, en referencia a la misma persona, la transcripción consigna el apodo Mi Niño–.

Pancho: Sí.

Perico: Entonces están movilizando gente porque son más de 200 casas de estos güeyes.

Pancho: ¡Hijo de la chingada! ¿Tanto?

Perico: Doscientas veintitantas, ¿eh? No están encausadas todas, porque, pues, tú sabes, el pinche MP no autoriza o el juez no autoriza los cateos ni nada.

Pancho: ¡Ajá!

Perico: Entonces mira: el nombre es Juan Diego Espinoza Ramírez y su hermano Mauricio con los mismos apellidos – repite para que Tornez tome nota.

Pancho: Ajá.

Perico: Bueno, la esposa de Juan Diego se llama…

Pancho: Sí…

Perico: Sandra…

Pancho: Sí…

Perico: Ávila.

Pancho: Sí…

Perico: Beltrán –pronunció el exmilitar el nombre de la Reina del Pacífico.

Pancho: Sí…

Perico: Esta pinche vieja está atorada. Se sabe que todas las casas son de ella. Están a su nombre y tiene varios nombres. Pero yo los sacaría ya. Estos cabrones estaban trabajando sin pedo alguno y andaban muy recio…

Pancho: Muy recio.

Perico: Al primer güey, a Juan Diego, le dicen El Tigre.

Pancho: ¿Entonces cuando empiezan?

Perico: Los asuntos ya empezaron, pero hay muchos pendientes que tiene que avalar el juez. No es tan fácil, pero están esperando.

Pancho: Bueno.

Perico: A todos los relacionan con El Mayo Zambada.

Pancho: ¡Hummmmu! Te encargo mucho. Estate al pendiente, estate al pendiente de los otros asuntos.

Perico: Sí. Y lo que sigue es Guadalajara.

Sandra Ávila Beltrán, sobrina del viejo capo Miguel Ángel Félix Gallardo, y su novio El Tigre –a quien conoció por medio de Ignacio Coronel, el único capo de Sinaloa muerto durante los últimos tres sexenios– serían capturados hasta finales de septiembre de 2007 en el centro comercial de San Jerónimo, en la Ciudad de México.

La Agencia Federal de Investigación grabó una llamada entre Francisco Tornez, Capitán Pancho, y el Comandante Bello.

Pancho: ¿Dónde anda ese hombre? –preguntó por el Chaky.

Bello: No está ‘orita.

Pancho: Mire, pa’ que tome nota, a ver si estos muchachos son de la empresa.

Bello: Permítame…

Pancho: Juan Diego Espinoza Ramírez, El Tigre, y su esposa Sandra Ávila Beltrán. Al parecer a ella ya le hicieron su fiesta. Y el hermano de Juan Diego es Mauricio.

Bello: ¿Cuándo le hicieron la fiesta?

Pancho: No se sabe, pero a estos dos se la van a hacer mañana o pasado en Hermosillo y de ahí se vienen a Jalisco. Ya están los muchachos allá para llevar a cabo la pachanga. Entonces los muchachos quieren saber si son gente de allá, de la misma empresa de nosotros o no, para que dejen trabajar a estos muchachos.

Bello: ¿Entonces van a hacer la fiesta en Hermosillo y Guadalajara?

Pancho: Entonces, pero los están relacionando con gente dl Minino. Al parecer sí, pero ellos quieren saber porque quieren meter trabajo ellos. Ya están allá y van con gente de la AFI.

Bello: ¿Ah, sí?

Pancho: Y quieren saber si son gente de la familia, si es la empresa, pues, ¡para que les avisen ustedes que les van a hacer su fiesta! Y si no son, pues, callados van a trabajar.

 

***

 

Pancho: Aquí los muchachos se van hoy y mañana, se van muchos guachos. Puros de inteligencia… militar. Yo ahorita acabo de hablar con el capitán que va al mando.

Bello: ¿De hoy y mañana sale gente o llega gente?

Pancho: ¡Llega genta allá ya pa’ reventar! Hoy y mañana porque el lunes van a reventar. Una de las casas que van a reventar… está la señora del Mayo. ¡Sáquenla!

Bello: ¿Entonces es el domicilio de la señora?

Pancho: Sí, uno de los domicilios, ¿se acuerda de los tres domicilios que le mandé?

Bello: Mmmjm. Pero no dicen qué domicilio es…

Pancho: ¡No! ¡No! ¡No dicen!

Bello: Permítame tantito, que estoy cuadrando aquí bien.

Pancho: ¡Sí, sí! Y van a reventar el lunes. ¡El lunes!

Bello: ¡El lunes!

Bello: ¿La esposa del Nino [sic], verdad?

Pancho: ¡Sí! Bueno, yo acabo de hablar con el capitán. Ahí le va el nombre del capitán que va al mando. Va el capitán Ornelas. Yo ya hablé con él y me dijo que nos dan chance de abandonarlo todo. Pero va reforzado por el general brigadier, anótelo ahí, director de la Policía Judicial Federal Militar [se omite nombre]. Este general llegó la semana pasada de un curso en Colombia.

Bello: ¡Uhmmmm!

Pancho: Entonces al tiro porque vienen bien reforzados. Van perros, ¡no hay tregua aquí! ¿Eh? Ahorita con el único que pude hablar fue con el capitán. Me mandó a llamar tempranito.

Bello: ¡Uhmmmm!

Pancho: Me dijo: “Mira, quiero que lo hagan hoy mismo, que abandonen todo porque no sea que el pinche general se vaya a calentar y quiera empezar a catear desde el domingo, desde mañana”.

Bello: ¡Hey!

Pancho: Pero él mismo va a trazar la gente para que no se cateé mañana, [que] se cateé hasta el lunes, pero dijo que no quiere que corramos riesgos. ¡Trata de hacerlo hoy mismo, cabrón!

***

Marcelino Arroyo fue quien informó que su oficina había colocado vigilancia al capitán Salvador Ortega Barrera, piloto de la Fuerza Aérea adscrito a la Dirección de Erradicación de la PGR.

Salvador también colaboraba, aunque en otra nómina, para el mismo Cártel. Ortega Bernal, según el conjunto de declaraciones, proporcionó la primera alerta a Javier Torres Félix, lugarteniente de El Mayo Zambada, de que sus casas en Culiacán serían cateadas y seguramente confiscadas por la policía.

El asunto trascendió y fue motivo de otra conversación entre Pancho y Bello.

Pancho: Ustedes deben tener un amigo, gente del Mininio.

Bello: ¡Sí!

Pancho: Un capitán piloto aviador de la Fuerza Aérea…

Bello: ¡Ajá!

Pancho: Salvador Ortega Bernal. Le doy todos los datos. A este capitán le agarraron la llamada dando información a la gente de allá. ¡Cuidado! Ya le pusieron cola y se lo van a chupar.

Pero quienes tardaron años en ser “chupados” fueron los hijos de El Chapo  y de El Mayo, cuya red de lavado de dinero, encabezada por sus hijas es vigente hasta hoy, según la DEA.

 

COLGADOS

Domingo Silva Montaner, ingeniero de profesión, dedicó toda su vida al espionaje. Primero lo hizo para la Dirección Federal de Seguridad (DFS), la policía política que desapareció cientos de disidentes y guerrilleros durante los 70, y luego para el Cártel de Juárez.

Uno de los teléfonos encontrados en las camionetas de Cosalá mantenía comunicación con otro celular de la zona metropolitana de la Ciudad de México a nombre suyo con domicilio en la colonia Portales del DF, que coincidía con la dirección de la empresa Enlaces de Comunicaciones.

Los agentes federales de investigación también probaron su relación directa con la empresa Comunicaciones Culiacán. Y, para entonces, ya estaba relacionado mediante intercepciones telefónicas con Germán Bello, secretario particular del Chaky y Pancho Tornez.

“Por medio de las investigaciones realizadas se sabe que el Ing. Domingo Silva es quien proporciona asistencia técnica y el equipo de comunicaciones a Ismael Zambada por medio de sus empresas”, reportaron los policías.

Domingo Silva era una parte fundamental en la organización de inteligencia del cártel, tanto que los infiltrados recibieron la consigna de ubicar su expediente en la PGR y desaparecerlo.

Según Francisco Tornez, la averiguación previa estuvo disponible gracias a una agente del ministerio público federal de nombre Leticia Gutiérrez, quien solicitó 30 mil pesos por entregar el documento.

“Le llamé al Chaky para comentarle de esta situación. Me contestó el comandante Germán Bello y me dijo que los mandara a la chingada, porque ellos tienen gente más cercana que podía conseguir el expediente”, declaró Tornez.

Fuentes:

*Causa penal 2491/2005 llevada por el Tribunal Superior de Justicia Militar

*Expediente 564/05 abierto por el Juzgado Tercero de Distrito en Materia de Procesos Penales abierto contra Javier Torres Félix

*Causa penal 99/2002-D del Juzgado Tercero de Distrito con Sede en Culiacán, Sinaloa, abierta contra Domingo Silva Monter

*Expediente integrado por la DFS a partir de actividades y análisis de Mario Arturo Acosta Chaparro. Documentos depositados en el AGN y obtenidos mediante la Ley de Transparencia y Acceso a la Información

*Expediente integrado por la DFS a partir de actividades y análisis de Francisco Quiroz Hermosillo. Documentos depositados en el AGN y obtenidos mediante la Ley de Transparencia y Acceso a la Información

MAÑANA: SEGUNDA PARTE

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