Ciudad de México, 3 de octubre (SinEmbargo).- Para los que hoy tienen más de 40 años, la leyenda del poeta ruso Vladimir Maiakovski (1893-1930) resulta un síntoma de una enfermedad ya curada en la adolescencia.
Sin embargo, el escritor español Juan Bonilla (Jerez de la Frontera, 1966) lo ha revivido en su elogiada novela Prohibido entrar sin pantalones (Planeta) y la figura del poeta con los dientes podridos, al que le gustaba escribir y no leer, que consideraba necesario andar por las calles recitando versos a lo loco, vuelve así con todo su poderío, a refrescar las zonas más encendidas de la memoria.
Imposible resistirse a la personalidad estrambótica de Maiakovski, un hombre que vociferaba en la boca de un lobo, que arrastraba las palabras a la velocidad de un jet supersónico y que entregó a la historia literaria la poesía futurista, su narcisismo galopante y su suicidio con un disparo al corazón cuando tenía apenas 36 años.
Y Bonilla, cuya vida –admite- “no tiene nada de maiakovskiana” no se resistió y entregó una década de su trabajo a la investigación del creador que sería el protagonista de su novela.
La apuesta le dio resultados positivos. Prohibido entrar sin pantalones ganó la Bienal de Novela en Lima, Perú y está siendo leída, según datos del propio autor, con mucho más entusiasmo en Latinoamérica que en España, lo que ya es un decir, puesto que en su país natal Juan es hoy considerado una verdadera estrella de las nuevas letras castizas.
“Gracias a esta oleaginosa y veloz manera de narrar, Prohibido entrar sin pantalones traza un soberbio fresco de la Rusia de los primeros decenios del siglo XX, sacudida por dos terremotos simultáneos, el de unos poetas rupturistas y enloquecidos que, como Rimbaud, creían que a golpes de poesía se podía revolucionar la vida, el amor, la belleza, los sentidos, la moral, el lenguaje y las costumbres, y el de unos revolucionarios profesionales que, con el telón de fondo del caos y los estragos de la guerra mundial, instalarían bajo el liderazgo de Lenin la primera revolución proletaria y comunista de la historia”, escribió nada más ni nada menos que el Nobel Mario Vargas Llosa.
Con estos antecedentes y en el marco del Hay Festival que inició este jueves en Xalapa, Veracruz, Juan Bonilla llega por primera vez a la ciudad, mira todo con los ojos bien abiertos -más bien con la mirada que le permite el jet lag- se sienta a un sillón, toma un café doble y comienza a atender con disciplina y mucha simpatía uno a uno los pedidos de entrevistas de la prensa. Parece por momentos tan cansado que las notas resultan una especie de inofensiva ruleta rusa.
Entiéndase el contrasentido: las ruletas rusas no son inofensivas y bien lo sabe él, Juan Bonilla, biógrafo de Vladimir Maiakovski, para más datos.
–Maiakovski parecía un síntoma curado de la juventud, pero de pronto lo recuperas…
–Precisamente por eso. Porque tanto en España como en Latinoamérica tuvo una época de gran leyenda de la poesía y luego fue completamente olvidado. Se quedó como uno de esos autores de los que se conoce unas cuantas cosas, muy pequeñas, muy anecdóticas, pero que en el fondo es un gran desconocido.
–La juventud de ahora se interesa más por Limónov que por Maiakovski, señal de cómo cambió el mundo
–Sí, es verdad, aunque, hombre, no sé si ese interés no viene en realidad por Emmanuel Carrere (autor francés de Limónov –editorial Anagrama), lo cual es muy posible, porque Limónov es un escritor que está vivo y que nunca había despertado tanto interés como el que despertó luego del libro de Carrere. Es verdad que hay puntos de contacto entre Limónov y Maiakovski, pero entre un personaje y otro me parece que uno es Aquiles, el de La Ilíada y el otro todavía está por ver lo que será
–Leer a Maiakovski era leer a un poeta con el corazón en la mano, que en su caso fue algo gráfico y literal
–Creo que el principal atractivo de Maiakovski para los adolescentes o los que queríamos ser poetas cuando éramos jóvenes es precisamente esa fusión de poesía y vida. Maiakovski, con eso de leer con el corazón en la mano, otros tantos poemas arrebatados, llama mucho la atención de la gente joven.
UNA VIDA ORDENADA
Juan Bonilla nació en Cádiz. Tiene el acento del sur y arrastra un poquito las eses, cuando no se las come, tan campante. Tiene unos profundos ojos negros que sonríen incluso cuando su rostro está serio. Tiembla un poco al hablar y a los 47 años su pelo está blanco en canas.
Estudió periodismo en Barcelona, es traductor, crítico literario y como escritor también ha ganado el Premio de Biblioteca Breve en 2003 por su novela Los príncipes nubios.
De su vida, ya lo advertimos, no hay rastros maiakovskianos, puesto que ha encontrado poesía en la rutina y –suponemos- placer en la vida ordenada.
–Tú pareces tener una vida más ordenada que la de Maiakovski
–En ese sentido no soy nada maiakovskiano y ni ganas tengo, vaya. Como personaje es muy interesante, pero yo le encuentro poesía a cosas que Maiakovski detestaba. Como la rutina, por ejemplo. Me gusta mucho leer, Maiakovski detestaba leer. Él prefería escribir a leer y yo, leer a escribir.
–Esa generación quería vivir a tope
–Claro, se trata de una generación que sale a la calle y eso es muy importante para reconocerse en el mundo de Maiakovski, que es alguien que se da cuenta de que la poesía no puede seguir siendo una cosa de recitar a los salones y va a los circos y a las fábricas, lugares donde la poesía no había estado nunca.
–Claro, se trata de una generación que sale a la calle y eso es muy importante para reconocerse en el mundo de Maiakovski, que es alguien que se da cuenta de que la poesía no puede seguir siendo una cosa de recitar a los salones y va a los circos y a las fábricas, lugares donde la poesía no había estado nunca. Es el momento del arte en vivo, de las performances, de los happenings…