Los números lo evidencian: de 1929 a la fecha, el Partido Revolucionario Institucional, en sus diferentes etapas (PNR, PRM y PRI), ha tenido 51 presidentes, de los cuales, sólo cuatro fueron mujeres. Sus frases clásicas son un reflejo de su realidad: “Ganará el mejor hombre del partido” o “tenemos al mejor hombre para la candidatura” o “los hombres del partido están dispuestos a dar la batalla”.
Después de una lucha que cumple seis décadas, las priistas apenas lograron, el año pasado, durante la 21 Asamblea, incluir en los estatutos la garantía del derecho a ser elegibles. Y eso que el compromiso para tal inclusión lo hizo el General Lázaro Cárdenas del Río en 1937. Así ha pasado el tiempo y Alicia Sánchez Jara –promotora de la vida política de la mujer– ya casi cumple cien años.
En 2013, doña Alicia escuchó al Presidente Enrique Peña Nieto reconocer: “Estoy convencido de que hacen falta muchas más mujeres en la política del país…” Y para ella, la evocación del General Cárdenas hablando en 1937 fue inevitable. En el Organismo Nacional de Mujeres Priistas, su dirigente, Diva Gastélum Bajo, repasa números, historia, documentos, y exclama: “Estamos bien en apariencia”.
Pero sube un poco la voz: “Bien estuviéramos si la participación de hombres y mujeres fuera en igualdad definitiva...”
Ciudad de México, 23 de septiembre (SinEmbargo).– Alicia Sánchez Jara era una señorita poco común cuando el 16 de agosto de 1937, el Presidente Lázaro Cárdenas del Río hizo uno de los compromisos más importantes de su gobierno. Eso ocurrió en un mitin en Veracruz. Y, fuerza de la política o azares del destino, el Presidente no cumpliría con su palabra empeñada.
Lázaro Cárdenas del Río anunció que incorporaría a las mujeres a la política de México mediante un paquete de reformas. En ese tiempo, el Partido Nacional Revolucionario (PNR) era un organismo mayoritario y dominante, de modo que las palabras presidenciales iban dirigidas a las mujeres afiliadas a ese organismo. El General usó un tono parco que se exaltó en esta frase: “¡Porque no sería justo que estuviéramos reclamando la presencia de la mujer en los actos sociales, si no la hemos colocado en un plano de igualdad política!”.
La señorita Alicia había concluido la Preparatoria y su padre y su abuelo, la habían llevado a trabajar al PNR cuando las mujeres no salían solas ni siquiera a comprar pan a la esquina de su barrio. Su padre fue un trabajador de Ferrocarriles Nacionales de México. Su abuelo, el General Heriberto Jara Corona fue un revolucionario de las tropas de Francisco I. Madero. Triunfaron en sus batallas y el General Jara resultó electo Diputado al Congreso por Veracruz y a partir de ahí, fraguó una veloz carrera. Venustiano Carranza lo nombró Gobernador y jefe de la primera División del Ejército de Oriente de ese estado-puerto en 1916. Fungió como Embajador de México en Cuba cuando la isla no tenía reparos en oponerse al nuevo régimen revolucionario en México, de 1917 a 1920. Luego, regresó por el mismo mar a Veracruz para ser Gobernador, de 1924 a 1927.
Pero el impulso fue frenado. Al Presidente Plutarco Elías Calles no le gustó que el General Jara se dedicara a hacer valer la Revolución con reparto de tierras, la promoción de la organización de sindicatos y obras de drenaje, pavimentación y electrificación. Así que Veracruz recibió la imposición de impuestos con las compañías petroleras y dejó de recibir participaciones federales. El General Jara fue destituido.
En 1934, Lázaro Cárdenas del Río lo rescató del destierro y lo designó Inspector General del Ejército para impedir la sublevación de Calles. Fue el tiempo en que la señorita Alicia llegó al PNR para atestiguar aquel discurso. A ella, en realidad, se le convirtió en idea obsesiva. Porque, el tiempo no trajo ninguna buena noticia. En efecto, el Presidente Lázaro Cárdenas envió la iniciativa al Senado para reformar el Artículo 34 constitucional y la impulsaron organizaciones como la Confederación Femenina Mexicana, la Alianza Nacional Femenina y el Grupo Leona Vicario. El Senado la aprobó, pero la de Diputados la rechazó. Así, se inició un letargo. Así empezaron algunas frustraciones.
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Alicia Sánchez Jara era una mujer poco común cuando en 1952- Adolfo Ruiz Cortines se lanzó como candidato a la Presidencia de la República. Fiel a sus obsesiones no había desistido de lograr el voto de la mujer. Así que acompañó a Margarita García Flores, dirigente de la Asamblea Nacional Femenil a la oficina del entonces candidato:
–Señor candidato Ruiz Cortines, las mujeres mexicanas quieren el voto para ayer, no para ahora… ¿Usted cree que es justo que nos discriminen porque nacimos con un sexo diferente? – le dijeron.
El segundo día de su mandato –el 2 de diciembre de 1952-, Ruiz Cortines mandó a las cámaras, la iniciativa de reforma a los artículos 34 y 115 constitucionales. Fue aprobada el 17 de octubre de 1953.
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En Insurgentes 59, en la sede del PRI nacional, es fácil hilar con filigrana los recuerdos. Y Alicia Sánchez Jara no acepta ser una adulta mayor poco común. ¡Ya voy a tener cien años, y subo y bajo escaleras! –dice en la oficina de la Secretaría de Comunicación del partido que hoy escribe sus nuevos días en la Presidencia de la República, tras dos derrotas electorales en las que ganó el PAN, el partido de la derecha. “Vengo de una familia revolucionaria. Mis padres trabajaban en el Ferrocarril. Claro que conocemos a destacados hombres que hicieron la Revolución, pero la Revolución se hizo sobre rieles y máquinas; con todos, con mujeres y hombres. Con el tiempo, me tocó nacer”.
–Alicia, ¿de qué han servido tantos años de batalla para incluir a la mujer en la vida política si el PRI ha sido dominado por los hombres?
–Esa pregunta no la puedo contestar. La tengo en la punta de la lengua. Pero necesito autorización. Inclusive de mi conciencia…–dice con esa voz suya tan amable y enseguida, vuelve al trabajo.
SIEMPRE HAN SIDO MÁS LOS HOMBRES
De 1929 a la fecha, el Partido Revolucionario Institucional (PRI)l, en sus diferentes etapas (PNR, PRM y PRI) ha tenido 51 presidentes. De éstos, sólo cuatro han sido mujeres. La primera fue María de Los Ángeles Moreno (1994-1995); le siguió Dulce María Sauri Riancho (1999-2002); después, Beatriz Paredes Rangel (2007-2011) y, en dos ocasiones, esa posición la tuvo María Cristina Díaz Salazar (2011 y 2012).
Esta ausencia de mujer en la dirigencia partidista –en tomar las riendas del partido más poderoso de México– constituye un emblema de la desequilibrada Equidad de Género en la Historia del sistema político mexicano. El investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), Gustavo Leal Fernández, lo llama “partidofalia”. Analista de las políticas públicas y el comportamiento de los partidos políticos, sostiene que más allá de la igualdad sustantiva hace falta visión de género que oriente las decisiones en la escena pública. “El PRI, cuando ha ostentado el poder, ha impuesto una visión masculina que traspasa la numeralia, pintada toda a favor de ellos”, expresa.
Y la exclamación de Diva Gastélum Bajo, dirigente nacional del Organismo Nacional de Mujeres Priistas (ONMPRI), no es menor: “Imagínese la dificultad de Beatriz Paredes, de la Sauri, de María de los Ángeles Moreno, de Cristina Díaz… En todo. En un mundo no favorable para las mujeres. Pero es una muestra. Si haces un estudio comparado de los otros partidos nosotros estamos bien en apariencia. Bien estuviéramos si la participación de hombres y mujeres fuera en igualdad definitiva”.
Por ejemplo, en 2006, sólo cinco mujeres fueron senadoras. En esa cámara, sólo dos comisiones fueron presididas por mujeres priistas: Rosario Green al frente de la Comisión de Relaciones Exteriores y Margarita Villaescusa Rojo en la Comisión Especial de Cambio Climático. Ocho años después, esa circunstancia no ha evolucionado en proporción. Aún es mínima la presencia de mujeres priistas: hay 500 diputados federales y sólo 21 presiden alguna comisión.
No se trata de un comportamiento aislado. La política mexicana está desprovista de equidad de género o igualdad sustantiva. Un análisis del Instituto Belisario Domínguez expone que es justo el PRI el partido que más ha avanzado en este ámbito en la Cámara de Diputados: casi 83 por ciento con 82 mujeres de 213 legisladores. Le sigue el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) con 80 por ciento: 12 diputadas de 28 curules que tiene.
El PAN bajó la participación relativa de mujeres en su bancada. De 114 diputados suyos, 77 son hombres y 37 mujeres. En el caso de los congresos locales la distancia aún es mayor. El mismo estudio del Instituto Belisario Domínguez indica que el promedio de participación femenina se ha mantenido sin variación significativa desde el 2007, entre 22 y 23 por ciento.
En cuanto a las dirigencias, el Partido Acción Nacional (PAN), de 1939 hasta hoy, ha sido dirigido por 22 presidentes. De todos ellos, una ha sido mujer: Cecilia Romero Castillo, quien asumió el cargo, debido a la licencia que solicitó Gustavo Madero Muñoz para reelegirse. El Partido de la Revolución Democrática (PRD), a partir de su fundación en 1989, ha sido dirigido por 13 presidentes, de los cuales dos han sido mujeres, Amalia García Medina (1999-2002) y Rosario Robles Berlanga (2002-2003).
Diva Gastélum Bajo recibe en el Senado de la República y no en su despacho del ONMPRI. Este día, 15 de septiembre, cuando César Camacho Quiroz entrega al Senado de la República, 193 cajas con 6.1 millones de firmas que respaldan su propuesta para que se reduzcan 100 diputaciones y 32 senadurías plurinominales, ella mantiene reuniones en esa sede legislativa ubicada en el Paseo de la Reforma.
Acepta responder sobre el letargo de las conquistas de las mujeres del PRI. “Es parte de la cultura patriarcal en la que vivimos”, dice sin reparos. “Un poco puede ser cansancio, falta de interés o falta de conocimiento del tema. El tema es científico. No es una ocurrencia. No es un momento que vive el país”.
Entonces, la mujer en quien recae esta historia de ausencias, por estar al frente de las priistas, exclama: “Hay que decirlo y con todas sus letras: del derecho al voto de las mujeres a la paridad que hemos alcanzado en la letra, apenas (si ocurrió) un hecho sin precedentes (se refiere a la modificación del artículo 41 de la Constitución en el cual se garantiza por primera vez la paridad de candidaturas entre hombres y mujeres). Por fin México llega más o menos a tiempo”.
–Hay una historia muy larga entre un evento y otro …
– Sí, 60 años que pasaron por la voluntad política de quienes ostentaban el poder.
¿SE ACABARON LAS JUANITAS?
En 2009, el nombre de un hombre se convirtió en referente en el sistema político mexicano. Rafael Acosta Ángeles puso a las letras de las redacciones periodísticas en vilo. Él, quien fuera vendedor ambulante, garrotero, futbolista, dirigente social, luchador, bolero, mesero y actor de cine, se había convertido en candidato a delegado en Iztapapala por el Partido del Trabajo (PT).
Tres semanas antes de las elecciones del 5 de julio en las que en el Distrito Federal se votó por jefes delegacionales y diputados locales, el Tribunal Electoral anuló la candidatura de Clara Brugada Molina, candidata del PRD. Ordenó postular a Silvia Ortega, contraria a Andrés Manuel López Obrador, quien en 2006 había competido por la Presidencia con los colores de ese partido, alegado fraude y en ese momento se llamaba “presidente legítimo”. Inconforme, López Obrador lanzó un movimiento para votar en contra del PRD y a favor del PT. A Rafael López Acosta lo motejó como “Juanito”, le colocó una bandera tricolor en la cabeza y le arrancó el compromiso de renunciar si ganaba la elección, para que el sitio lo ocupara Brugada.
18 días después, “Juanito” ganó la elección. Ya bajo los reflectores, cambió de idea. No iba a renunciar. El cargo era de él. ¿Qué iba a hacer Juanito? ¿Asumir? ¿Permanecer? En efecto, tomó el cargo; pero una reunión con el entonces Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard Casaubón lo motivó a presentar su renuncia. Al final, Clara Brugada ocupó la silla principal de la Delegación Iztapalapa, la más poblada de la Ciudad de México.
Así, “Juanito” hizo de su carrera política una trayectoria tan efímera como la que tiene en el Cine. Sólo había aparecido en 1983 en la película “Las Perfumadas” –ubicada en el género de “las ficheras” del cine nacional– en baile pegadito con Lyn May. Y, como delegado, sólo duró un mes.
Pero, como pantomima, “Juanito” se repitió. Y su sobrenombre y su actuar se quedaron marcados en la historia de la falta de equidad de género. Ocho diputadas federales pidieron licencia poco después de asumir para darle lugar a sus suplentes, todos ellos hombres. Sólo Olga Luz Espinosa, del PRD se quedó en funciones. Y entonces, las llamaron “Juanitas”.
“Habían encontrado la mejor salida para quitar las posiciones de mujeres”, recuerda la Senadora por Sinaloa, Diva Gastélum Bajo, en entrevista. Expone que ese evento “vergonzoso” apenas si ha encontrado contraste en la modificación del Artículo 41 de la Constitución que, dentro de la Reforma Política Electoral propuesta por el Presidente Enrique Peña Nieto, obliga a los partidos políticos a la paridad en las candidaturas entre hombres y mujeres. Obliga también a que las suplentes sean mujeres.
2013 fue un año de cambios. Unos que tardaron seis décadas, per cambios al fin. Las priistas lograron incluir varios puntos en los estatutos del partido durante la 21 Asamblea: la garantía en todos los espacios del derecho a ser elegibles, la participación en la dirección de los asuntos públicos del PRI, el impulso a las políticas públicas que atienden necesidades y demandas de mujeres; la promoción de reformas a los sistemas electorales, la participación de las mujeres indígenas y algunos otros.
“Uno de los problemas más serios que teníamos era que no éramos reconocidas estatutariamente por el partido. Y la 21 Asamblea mandó muchos cambios que eran urgentes de hacer. No eran suficiente reconocerlos en el discurso. Decir, son muy fuertes, muy trabajadoras, si legalmente no teníamos nada… Ni propósitos ni fines, ni objetivos. (Había) estatutos que no eran validados por ninguna autoridad y que se movían conforme quien estaba ahí, y lo necesitaba y prácticamente tenían que ver con la permanencia de quien dirigía. No había otra cosa”, repasa Diva Gastélum Bajo.
Eso fue un avance. Pero el siguiente año, una revelación periodística puso luces sobre acciones de misoginia dentro del mismo partido. Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, dirigente en el Distrito Federal, fue descubierto en la operación de una red de trata de mujeres para su propio servicio en sus oficinas.
Con todo y tras este escándalo, en las palabras de Dulce María Sauri Riancho, una de las dirigentes que tuvo el PRI, se resume el presente: “Con estos ejemplos cercanos, tocamos la esencia de las actitudes que impiden la participación plena de las mujeres en la toma de decisiones. ¿Cómo hacerlo cuando muchas determinaciones se toman en el tipo de conciliábulos a los que las mujeres no tienen ni desean tener acceso? A la menor oportunidad parece que se reproduce esa naturaleza machista, que prefiere hacer a un lado a quienes tiene que tratar como iguales porque son sus colegas, y sustituir la presencia femenina por aquellas que utiliza a su conveniencia”.
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Cuando en 2013, el Presidente Enrique Peña Nieto presentó en Palacio Nacional su propuesta para modificar el Artículo 41 de la Constitución, dijo: "Estoy convencido de que hacen falta muchas más mujeres en la política del país… Para lograrlo quiero anunciarles, como muchas ustedes lo han venido pidiendo… Enviaré una iniciativa de reforma al Cofipe para que el 50 por ciento, la mitad de sus candidaturas a diputados federales y senadores, deban ser para mujeres".
Casi a la misma hora, Alicia Sánchez Jara acudió a la celebración de los 60 años del voto de las mujeres en México en el foro “Paridad en la toma de decisiones” en la Cámara de Diputados. El entonces presidente de esa cámara, Ricardo Anaya Cortés, expuso que se manifestaba por erradicar para siempre los abusos, la violencia, la segregación y cualquier otra práctica discriminatoria hacia las mujeres en nuestro país.
Esos han sido los últimos discursos que la priista Alicia Sánchez Jara –de casi cien años– ha escuchado sobre la inclusión de las mujeres en la vida política y social.