La periodista Olga Wornat habló con SinEmbargo sobre su libro El último rey (Planeta), una biografía no autorizada de Vicente Fernández, en la cual cuenta los distintos episodios que marcaron la vida de “El Charro de Huentitán”, algunos de los cuales han dado de qué hablar en los últimos días.
Ciudad de México, 11 de diciembre (SinEmbargo).– La relación entre Vicente Fernández y Juan Gabriel es un tema en el que la prensa se ha asomado en las últimas semanas a causa de las revelaciones que ha hecho la periodista Olga Wornat sobre las diferencias entre estos grandes exponentes de la música ranchera en su libro El último rey (Planeta), la biografía no autorizada del “Charro de Huentitán”.
“Juan Gabriel era muy especial, no por su orientación sexual, sino porque tenía un carácter difícil. Había tenido una vida muy dura y la relación con Vicente Fernández fue siempre mala, con roce, con choque. No había un periodista que no le preguntara cuándo iban a hacer un concierto juntos. El único dueto que hicieron fue a distancia, porque Don Vicente tiene un estudio en el rancho que es fantástico. No es que se hayan juntado los dos”, compartió al respecto Wornat en entrevista con SinEmbargo.
La escritora argentina comentó que quien le dijo con toda claridad lo que yacía de fondo entre las divisiones entre Don Vicente y Juanga fue el empresario Javier Rivera, promotor de las famosas caravanas por Estados Unidos en las que participaron Antonio Aguilar, Flor Silvestre, Ana Gabriel, Lucha Villa.
“Él fue el que me lo dijo, porque él conocía la hilacha de cada uno. Los conocía en el backstage […] Le pregunté: ‘Don Javier, qué pasó con Juan Gabriel, por qué no se llevaban bien, por qué Vicente no lo quería’. Me dijo: ‘Simple, mija. Porque a Vicente no le gustaban los gays y Juan Gabriel era gay’”, indicó en la plática la también autora de Felipe, el oscuro (Planeta), una investigación sobre el expresidente Felipe Calderón por la que en 2011 se vio obligada a abandonar México, tras recibir amenazas de muerte.
Olga Wornat expresó que si bien “ese era el problema de fondo con Juan Gabriel, después hubo otros problemas”. Uno de ellos, indicó, lo protagonizó Gerardo Fernández, el hijo de en medio de Vicente Fernández, de quien se exponen en el libro sus supuestas ligas con el Cártel de Sinaloa al igual que otros episodios polémicos.
La autora de esta historia nunca contada de Vicente Fernández expusó como Gerardo comenzó a manejar de manera irregular las actuaciones en los palenques a Juan Gabriel, a Ana Gabriel, a su hermano Alejandro y a su mismo padre, lo cual le generó problemas con algunos de ellos.
“Gerardo comenzó a manejarles las actuaciones cobrando un porcentaje. Alejandro se entera de que su hermano le estaba robando porque le decía una cifra, pero en realidad era otra mayor. Lo mismo pasó con Ana Gabriel, pero ella directamente cortó, le dijo que no quería que le manejara más la actuación en los palenques para preservar su amistad con Cuquita y Don Vicente. Juan Gabriel se molestó mucho y se va, viaja. Gerardo va a verlo armado con una pistola y lo agarra a cachazos en el rostro con la pistola”, relató sobre este episodio que es contado en su libro.
Sobre aquel episodio mencionó que está sustentado por tres fuentes directas de Juan Gabriel, quienes le comentaron que le dijo: ‘Sabes qué pasa Vicente, yo quiero sentarme contigo, no con el menso de tu hijo’.
“Así terminó la conversación, pero nunca le contó a Vicente que Gerardo lo había agarrado a culatazos con la pistola. Es decir, las pequeñas historias detrás de los ídolos”, refirió.
En el prólogo, Olga Wornat precisa que entró en contacto con Vicente júnior “que fue muy amable conmigo, pero las circunstancias difíciles en las que se encontraba no nos permitieron platicar”. Y agrega: “Al contrario de su hermano, intercambié mensajes con Gerardo y su respuesta fue grosera y fuera de lugar”.
No obstante, en los últimos el mayor de los hijos de Vicente Fernández ha dicho a los medios que “todo lo que dice tu libro ahora lo tendrás que probar”. En ese sentido ella respondió: “Estoy tratando en lo posible de no darle más entidad a lo que diga Vicente junior o Vicentillo porque no leyó el libro”.
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—Presentas esta biografía no autorizada de Don Vicente Fernández, un extenso trabajo a partir de fuentes y datos hemerográficos. ¿Qué te lleva a escribir esta biografía sobre El último Rey?
—Es un tema que tiene mucho que ver con mi vida personal, con la relación que yo tenía muy fuerte con mi mamá y también tiene que ver con mi infancia de alguna manera. Mi madre era costurera, yo lo cuento en el prólogo. Mamá era una mujer muy humilde y trabajadora, había tenido una vida muy dura. Pero, vaya a saber por qué cosas de la vida ni tampoco sé cómo, porque mi mamá vivía en el norte de la Argentina, se pasaba la vida escuchando boleros rancheros y rancheras. Todos los cantantes de esa época, mujeres y hombres, yo los escuché en mi infancia mientras ella cosía por las noches. Pasaban a Javier Solís, Pedro Infante, Lucha Villa, Juan Gabriel, Miguel Aceves Mejía y a Vicente Fernández. Después mi madre fue incorporando a otros como Chavela Vargas, Paquita la del Barrio.
Ella fue la que me enseñó y me transmitió este conocimiento musical. Ella tenía una gran cultura del melodrama. Amaba las telenovelas mexicanas y le gustaba mucho la música mexicana, le gustaban los charros, los sombreros. Todo el folclore que giraba alrededor de eso, las mujeres con sus vestidos y los bordados de las blusas. Vaya a saber por qué.
Mi mamá murió escuchando a Vicente Fernández, a Paquita la del Barrio. Ella me pidió que le llevara a su habitación ese pasa cassettes/CD y le llevamos esa música. Eso fue un peso enorme en mi vida. Las vueltas de la vida llevaron a que yo viviera 15 años en México, así que no sé si por casualidad o por qué, en marzo de 2020 tomé la decisión. Estaba en Guadalajara y tomé la decisión mientras estaba en el barrio San Juan de Dios y escuché que venía de un bar ‘Que te vaya bonito’, una canción que mi madre adoraba. Todo era como señales, yo creo en esas cosas, y entré, me tomé unos tequilitas y se me hizo un nudo porque me acordé de mi madre, me llevó a mi infancia. Ahí fue donde decidí que lo que tengo lo voy a plasmar en un libro.
—Olga, es claro y lo señalas en el libro que entraste en contacto con Vicente junior, pero que debido a las circunstancias difíciles en las que se encontraba no pudieron hablar. También consignas que Gerardo fue grosero y su respuesta fuera de lugar. Ahora el mayor de los hijos ha dicho a los medios que “todo lo que dice tu libro ahora lo tendrás que probar”. ¿Qué le respondes?
—Estoy tratando en lo posible de no darle más entidad a lo que diga Vicente junior o Vicentillo porque no leyó el libro. Intercambié Whatsapp con él hace tres o cuatro días. Tuvimos una conversación, quizás un poco tensa, pero amable porque él es muy educado. Me dijo que yo había difamado.
Le digo: ‘Mira Vicente, realmente no leíste el libro y a mí nadie me trata de difamadora y mentirosa. Tengo 11 libros escritos, más de 30 años de profesión, tengo una larga carrera como periodista y no soy difamadora ni mentirosa. Lo que tengo lo tengo probado y hay testimonios, hay mucha gente que habló en on y en off the record, pero no leíste el libro, porque si leyeras el libro te vas a dar cuenta cómo figuras en el libro’.
Me dice: ‘Bueno, tienes razón, efectivamente no vi el libro, pero me dicen’. Quiénes le dicen. ‘Una cosa es que te digan, pero léelo y opina por ti mismo, no por lo que te digan los demás que no sé quién te dice. Cuando lo leas y tengas una opinión formada, no tengo ningún inconveniente en hablar contigo’.
Así fue. Ese fue el final de la conversación que tuvimos y que diga lo que quiera. Sinceramente no quiero darle entidad porque no sé quién está detrás. Sospecho que actúa, conociendo un poco su vida, presionado por su hermano Gerardo porque de él depende económicamente. Supongo que las cosas vienen por ese lado. Con Alejandro no hay ningún problema, no ha pasado nada con Alejandro. Ni siquiera va al rancho.
Gerardo es quien debería dar la cara porque es quien yo lo dibujo de una manera que seguramente a él no le debe agradar y hay denuncias fuertes. Sin embargo, Gerardo se esconde debajo de la cama como hacen los cobardes y manda al hermano. Es lo que yo supongo, no tengo pruebas. Pero no entiendo esta reacción. Estoy muy tranquila, no tengo temor ni inseguridad ni nada.
—En el libro abordas toda clase de episodios. Desde los que dan muestra de esta manera de Vicente Fernández de entregarse a su gente y de fundar su carrera con puro trabajo duro, hasta otros que son polémicos y de los cuales se ha hablado en los últimos días. Uno de ellos es el secuestro de Vicentillo. ¿Por qué decides empezar la historia del Charro de Huentitán con este suceso?
—En mis libros siempre busco, uno puede encontrar o no, algo que pueda haber generado un quiebre, un punto de inflexión o un trauma en la vida de esa persona. Algo que haya sido lo suficientemente fuerte para comenzar el libro con eso y después irme para atrás, y no comenzar ‘Vicente Fernández es hijo de Doña Paula y nació en Huentitán El Alto, Jalisco, en tal’. No, prefiero empezar así.
Hay dos situaciones muy traumáticas para Vicente Fernández. Una es la muerte de su madre. Dudé comenzar por ahí. Hasta antes de que pasara lo que pasó y que él terminara en el hospital de Guadalajara, le mencionabas en una entrevista el tema de su mamá y él se quebraba, y comenzaba a contar la historia de Doña Paula. Ya han pasado 70, 80 años. Cuando él se operó del tumor canceroso en el hígado, se operó el día de la muerte de doña Paula. Ese día decide operarse porque él dijo que esperaba que si se iba para el otro lado, del otro lado lo estuviera esperando su mamá. Una ternura.
La otra cosa complicada que él marcaba que le había pasado era el secuestro de su hijo, y con eso sí se desmoronaba, se desarmaba totalmente. Él decía que creía que no iba a sobrevivir y que había perdido completamente las esperanzas de encontrar con vida a su hijo, porque la situación era muy difícil. Eran 121 días. Me tomé el trabajo de que si voy a empezar por este episodio de su vida, que fue el más traumático de todos, voy a tener que meterme a una investigación. No puedo contarla livianamente. Ellos nunca hablaron. Fueron contando algunas cositas, no todas. Con el equipo de trabajo de periodistas con los que yo trabajo nos metimos a armar todo lo que fue la radiografía de ese secuestro. Con láminas, con flechas. Fue una investigación tremenda. Conseguí los archivos ministeriales.
Fue tratar de contactar a los que estaban en esa época, que fue el año 98 en el sexenio de Ernesto Zedillo en México, donde además era el sexenio de los secuestros. Los que caían secuestrados eran de familias ricas y pobres. Alguien que trabajaba en un tianguis lo secuestraban. Rastree toda esa época, todos los perfiles criminalísticos de la banda de los mochadedos que fueron quienes secuestraron a Vicente. Armé todo a través de distintas fuentes que chequé por tres lugares sobre cómo fue la vida de Vicente esos 121 días dentro de esa casa de Guadalajara donde estuvo. Estuvo siempre en la misma casa —nunca lo cambiaron—, donde le cortaron los dedos y demás. Accedí a las confesiones de los secuestradores, cuánto cobraron, en qué lugar, que vino una avioneta, que tiraron la plata. Todo coincidía con lo que me decían otros. Fue armar un rompecabezas y es la primera vez que se cuenta. Me pareció muy útil para el lector y para todos dejar eso por escrito.
No sé si Vicente sería capaz de leerlo porque después de ese secuestro, Vicente junior hizo terapia. Eso lo sé por las personas que son muy amigas de él. Le provocó muchos traumas en su vida, le cortaron dos dedos. Yo realmente le tengo mucha compasión a la situación de él, además de que fue el hijo débil, el más frágil, el que quizá Vicente padre más arropaba y protegía. Lo operaron cinco veces de la vista. Por eso es que no quiero pelearme con él. Lo traté con un respeto enorme, podría haber cantado cosas tremendas que le pasaban, pero traté de no meterme en esos temas. Lo entendí dentro de su tragedia, no es fácil vivir ese secuestro y no es fácil la vida que tuvo. Vivió en la pobreza de sus padres y eso le ocasionó muchos problemas. No tiene un trabajo, malgastó la plata, lo estafaron, perdió la casa.
No le ha sido fácil. No puede cantar. El mismo padre decía que empezó a cantar muy tarde, le decía que cantara de niño. Es cierto, la voz ya no se puede educar cuando se es mayor. Pero el padre lo empujaba a cantar. Lo llevaba a los palenques o cuando hacía una presentación. Veía cómo trataba de ayudar a ese hijo para que saliera adelante. Fue muy noble Vicente Fernández en ese aspecto. Lo protegió mucho, quizá demasiado, y no entendió que a lo mejor ese hijo necesitaba otro tipo de soporte profesional para salir adelante.
—Por el contrario un personaje que adquiere un tono polémico es Gerardo Fernández, el hijo de en medio de Don Vicente Fernández. En tu libro se le señala como sospechoso del secuestro de su hermano, se le vincula con el Cártel de Sinaloa y hablas de él cómo es un personaje temido. ¿Cómo construiste su personalidad, de qué tipo de fuentes te allegaste y sobre todo a partir de la información que tuviste, qué rol juega él en la administración de los negocios familiares?
–Empecemos por la última. El rol que juega, y el que va a jugar el día en que Don Vicente no esté más, es que él se va a quedar con todo porque comenzó a manejar la carrera de su padre. A Don Vicente Fernández nunca le importó la plata. Nunca. Lo dejó en su hijo de enmedio, porque el mayor tenía muchos problemas y Alejandro se fue de la casa a hacer su propia carrera —y le fue muy bien—, y estaba peleado y distanciado con su padre que quería que cantara ranchera, pero él eligió el pop. Ahora lo vemos resurgiendo fantástico y tiene su propia fortuna. Deja en su hijo la administración del rancho, el restaurante, los caballos que crían, todas las tierras y además la marca Vicente Fernández.
La marca Vicente Fernández pertenece a Gerardo Fernández Abarca. Entras al registro de marcas de Estados Unidos y al de México y es el único dueño de la marca, lo que generó problemas. ¿Sabes lo que es quedarte con la marca de Vicente Fernández? Es una fortuna solamente con hacer un evento. Tiene todo. Licores, vinos, todo lo que tiene que ver con bebidas alcohólicas, antros, restaurantes en México y en Estados Unidos.
Con lo famoso y querido que es Vicente Fernández se queda con todo. Quién sabe cuánta es la fortuna del padre. Ni Vicente Fernández lo sabía. Cuquita manejaba el dinero de la casa, la caja chica. Ella tenía una caja chica porque Vicente siempre le pedía a Gerardo que pusiera dinero a la madre, sobre todo para darle regalos a los nietos o si alguien venía a pedirle, que venían muchos a pedirle de Tlajomulco. Vicente Fernández hizo muchas obras de caridad sin conocer a las personas y sin proclamarlo, y Cuquita era la encargada. En Navidad invitaban a un montón de amigos y todos recibían regalos carísimos. Relojes de marca, tablets. Era una cosa de locos. Pero la plata de a deveras, las cuentas bancarias y el manejo de esas inversiones, está en manos de Gerardo. Todo, todos los negocios.
—De parte de Don Vicente también traes a cuento sus propias polémicas con respecto a sus infidelidades, pero hay una que ha hecho eco en la prensa, sus diferencias hacia Juan Gabriel. ¿Cómo nace este “odio” hacia Juanga?
—Juan Gabriel era muy especial, no por su orientación sexual, sino porque tenía un carácter difícil. Había tenido una vida muy dura y la relación con Vicente Fernández fue siempre mala, con roce, con choque. No había un periodista que no le preguntara cuándo iban a hacer un concierto juntos. El único dueto que hicieron fue a distancia, porque Don Vicente tiene un estudio en el rancho que es fantástico. No es que se hayan juntado los dos.
El que me lo dijo con toda claridad, frontalmente, fue el empresario Javier Rivera, promotor de las famosas caravanas por Estados Unidos con Antonio Aguilar, Flor Silvestre, Ana Gabriel, Juan Gabriel, Lucha Villa. Todos iban en esas caravanas a un teatro de los Ángeles muy legendario, el Million. Ahí cantaba. Él fue el que me lo dijo, porque él conocía la hilacha de cada uno. Los conocía en el backstage, desde montarlos en un autobús y eran caravanas por todos los pueblitos de la costa oeste de Estados Unidos. Le pregunté: ‘Don Javier, qué pasó con Juan Gabriel, por qué no se llevaban bien, por qué Vicente no lo quería’. Me dijo: ‘Simple, mija. Porque a Vicente no le gustaban los gays y Juan Gabriel era gay’.
Eso era lo que pasaba, eso era el fondo de la cuestión. Juan Gabriel también sabía que él no lo quería por eso, entonces era una relación imposible. Es curioso porque Vicente Fernández, cuando fue la famosa operación de trasplante de hígado, dijo que no quería el trasplante por si era de un drogadicto o de un gay. Estamos pensando en un hombre chapado a la antigua, en un hombre cautivo de otra época que tenía otra formación. Cuando dijo eso él agrega con Gustavo Adolfo Infante: ‘Voy a ir a casa, me voy acostar con Cuquita y voy a tener el hígado de un gay’. Me quería morir. Qué disparate. No saber si reír o llorar.
Cuando se armó el escándalo y la polémica tuvo un impacto mundial, los hijos, sobre todo Vicente, salieron a decir que su papá no es homofóbico. Claro que tenía rasgos de homofobia, como mi padre también era cautivo de otra época y como muchos hombres de esa generación que vivían cautivos de los prejuicios con los que los educaron.
Ese era el problema de fondo con Juan Gabriel. Después hubo otros problemas. Gerardo comenzó a manejar las actuaciones en los palenques a Juan Gabriel, a Ana Gabriel, a su hermano Alejandro y a su mismo padre. En los palenques se cobra mucho dinero. Son lugares muy típicos de México. Hubo un palenque donde Juan Gabriel cobró cerca de dos millones de dólares. Hablo de los 80 y 90. Gerardo comenzó a manejarles las actuaciones cobrando un porcentaje. Alejandro se entera de que su hermano le estaba robando porque le decía una cifra, pero en realidad era otra mayor. Lo mismo pasó con Ana Gabriel, pero ella directamente cortó, le dijo que no quería que le manejara más la actuación en los palenques para preservar su amistad con Cuquita y Don Vicente.
Juan Gabriel se molestó mucho y se va, viaja. Gerardo va a verlo armado con una pistola y lo agarra a cachazos en el rostro con la pistola. Golpeó a Juan Gabriel. Al padre le dijo otra cosa: ‘Este pinche cabrón me dejó esperando cinco horas en el hotel’. Como Juan Gabriel le tenía tanto miedo a Gerardo, porque se apareció con una pistola, habló con Vicente. Eso está contado en el libro y lo tengo por tres fuentes muy directas e importantes de Juan Gabriel, músicos. Me comentaron que le dijo: ‘Sabes qué pasa Vicente, yo quiero sentarme contigo, no con el menso de tu hijo’. Así terminó la conversación, pero nunca le contó a Vicente que Gerardo lo había agarrado a culatazos con la pistola. Es decir, las pequeñas historias detrás de los ídolos.
—Los propios hijos ayudan a entender parte de quién es ese personaje, de alguna manera son extensiones…
—Escuché decir a Vicente Fernández ‘yo no fui buen padre —porque es verdad, estuvo ausente—, pero soy mejor abuelo que padre’. Él adora a sus nietos. Pero estos últimos años fueron de mucha amargura para él, de ver estas batallas campales en la casa por la plata. Él odiaba discutir por dinero porque decía que el dinero hoy lo tienes y mañana no. Tenía una frase específica para el tema del dinero: ‘Mañana te lleva la chingada y de qué sirve pelearte por dinero’. Tenía esas frases muy típicas. Seguramente porque les dio todo, no tuvieron que hacer ningún esfuerzo, salvo Alejandro.
Pero Gerardo y Vicente vivieron siempre del padre. Todos viven del padre. La familia completa de Cuquita la mantiene Vicente, todo lo que viene por parte de su familia. Un hombre muy generoso en ese aspecto, pero Gerardo no tiene profesión ni trabajo, siempre trabajó colgado del padre, siempre era fácil. Lo mismo Vicente, con toda la problemática emocional.
—¿Hubo algún aspecto en el cual hubieras querido ahondar y que no hayas podido sumergirte a falta de fuentes? En ese mismo sentido, ¿de haber podido hablar con Don Vicente, qué le hubieras preguntado?
—Me hubiera encantado sentarme con él. Estoy segura de que me hubiera recibido y que nunca jamás me hubiera insultado porque era un hombre muy educado. Recibió a todos los periodistas siempre que pudo. Le hubiera preguntado por esta parte de su vida: por sus hijos. Hubiera ahondado con él la relación con Alejandro, con Vicente junior, con Gerardo.
Descubro a Gerardo ya iniciada la investigación. Ingenuamente creí que esas imágenes que se mostraban en las revistas del corazón sobre la familia y dinastía unida, todos felices y juntitos, era cierta. Pero no existen las familias perfectas. Dentro de cada familia, y más cuando hay tanto dinero en juego, siempre hay algún drama. Y cuando no hay dinero en juego también.
Han mantenido parientes, un hermano, un hijo, que de repente no es como lo educaste. No sé lo que pasó ahí, cuál fue la falla, qué fue lo que ocurrió. Ellos vieron llorar mucho a su madre, a Cuquita, la vieron sufrir muchísimo. Una por las ausencias de Vicente y otras por las infidelidades públicas mientras pudo. Cuando llegó la vejez, no se cansaba de pedirle perdón a Cuquita por todo lo que le había hecho sufrir y ella tiene una salud muy frágil. Hace poco, él internado, a ella la internan y la operan de tres hernias. Cuento en el libro que ella todo lo que tiene se deriva de lo emocional. Es diabética además. De lo emocional, por todas esas emociones que no puedes contar ni decir nada, estaba debajo el gran Vicente Fernández. Eso tuvo consecuencias en su salud. La ves consumida, pobrecita. Esa es también la vida de los ídolos. Es lo que quise contar.
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