Ciudad de México, 11 de noviembre (SinEmbargo).- La contaminación auditiva es uno de los principales problemas de las sociedades industrializadas. Sin embargo, este exceso de estímulos sonoros son de los menos regulados en la actualidad, principalmente, porque muchos ven en ellos una consecuencia inevitable del progreso. No obstante, sus consecuencias pueden ir más allá de un simple dolor de oídos.
De esta manera, numerosos estudios afirman que el exceso de ruido en centros educativos acarrea graves consecuencias tanto para alumnos como para profesores. Mientras que el agotamiento, estrés y patologías de la voz son los problemas que padecen con mayor frecuencia los docentes como consecuencia del ruido, en los alumnos el ruido perjudica su rendimiento escolar ya que dificulta los procesos de atención y aprendizaje.
La mayor dificultad para aprender afecta por igual a todos los alumnos y sobre todo en aquellos estudiantes que aprenden una segunda lengua, al igual que en los que presentan problemas de vías respiratorias altas, otitis, dificultades de atención y/o problemas de audición.
Por otra parte, son distintas las investigaciones que sugieren que entre el 30 y el 40 por ciento de los alumnos de primaria tienen grados mínimos de pérdida auditiva permanente o fluctuante que pueden afectar negativamente la escucha y el aprendizaje, publicó el diario español ABC.
La contaminación acústica en los centros educativos es la suma de tres factores que se agravan entre sí. El primero de ellos es el ruido procedente de fuentes externas tales como calles, obras públicas y tráfico, por mencionar algunos.
Este conjunto de fuentes sonoras provoca que el volumen de voz de alumnos y profesores se eleve, lo que se convierte en el segundo problema en cuestión. Finalmente, el tercer factor que incide en las aulas es la reverberación.
Este último se refiere al efecto producido por los rebotes de la onda sonora en paredes, piso, techo y todos los objetos del aula. Es este fenómeno el que provoca que el alumno no nada más reciba el mensaje hablado en forma directa, sino innumerables copias de ese mensaje, fruto del choque sonoro sobre paredes y objetos del recinto.
No obstante, el eco o reverberación, tanto de la voz como de cada sonido que se produce en el salón de clases, puede evitarse con la adopción de sencillas y económicas adaptaciones del entorno.
En este aspecto, el ruido que se genera durante las clases puede moderarse por medio de la aplicación de medidas educativas y sensibilización sobre la contaminación acústica.
De esta manera asociaciones como Caring for Hearing Impairment consideran que hay que hacer un llamado de atención a la sociedad sobre la importancia de la educación para combatir la contaminación acústica, no sólo para mejorar de la calidad de vida de las personas con problemas de audición, sino ahora como una manera de mejorar el rendimiento escolar, el cual se ve afectado claramente por el exceso de ruido.
Por tal motivo la entidad benéfica británica considera necesario, además, promover talleres de concienciación sobre la contaminación sonora, lo cual involucra conducta, cuidado de materiales y normas de comunicación que puedan incidir en el desarrollo integral de las personas con discapacidad auditiva y su entorno, y así mejorar sus condiciones de vida.