Zoología poética es un acercamiento respetuoso a las infancias. En él se refleja que los niños son capaces de entender textos e imágenes complejos, interpretarlos y sentirlos. El libro toma como excusa un tema tan llamativo como son los animales, y lo aborda desde ángulos diversos que permiten al lector disfrutarlo desde el punto de vista que prefiera.
Por Sara Odalys Méndez
Ciudad de México, 11 de octubre (SinEmbargo).- De niña los poemas que conocí fueron los más infantiles, con rimas constantes, que muchas veces venían acompañados de cancioncillas melosas y que la mayoría del tiempo recitábamos dando aplausos rítmicos entre la clase de matemáticas y el receso para salir a jugar futbol. Nunca me interesaron: llegué a la poesía demasiado tarde, sumergiéndome de lleno en ella hasta la preparatoria. Pero la narrativa siempre estuvo ahí, en cuentos y novelas fascinantes, que tocaron fibras aún no maduras y me acompañaron poco a poco en mi lectura del mundo. La poesía pudo haber tenido ese mismo papel en mi vida si me hubiera encontrado con un libro complejo, que no se redujera a tener condescendencia con mi aparente falta de conocimiento y que no estuviera acompañado de ilustraciones para colorear con crayolas. Ese libro hubiera podido ser Zoología poética de la colección Libros del Alba de Artes de México.
La antología fue seleccionada por la escritora Gabriela Olmos, quien desde el prólogo plantea un ejercicio entre el texto y el niño, el de reconocer a los animales en los artistas y en ellos mismos: “Probablemente encuentres que alguno de estos cantos resuena con fuerza en tu interior. Quizá sea simple afinidad, o tal vez sea que tú también te estés convirtiendo en un poeta-animal”. Este comienzo permite una lectura más amplia de los poemas, pues invita al lector a no simplemente observar a los animales descritos ni a las imágenes que los acompañan, sino también a leer en sí mismos qué resuena con lo que leen, cuál es su propio animal interior.
La selección de autores incluye sobre todo a poetas mexicanos, tanto jóvenes como ya consagrados por el tiempo, así como una argentina y un español. José Juan Tablada figura con varios textos gracias a sus ya conocidos juegos literarios que siempre han resultado interesantes tanto a adultos como niños. Sin embargo, el primer poema que impacta al lector no sólo por su extensión, sino también por su nivel de profundidad es uno de Rubén Bonifaz Nuño, titulado “Qué fácil sería para esta mosca”. En él, la voz poética describe una escena común: una mosca intentando salir por la ventana, chocando constantemente contra el vidrio cuando hay un espacio abierto a tan sólo unos centímetros. El poeta describe la necedad y el sufrimiento de la mosca, para rematar con los siguientes versos:
Casi con placer, he sentido
que me voy muriendo; que mis asuntos
no marchan muy bien, pero marchan;
y que al fin y al cabo han de olvidarse.
Pero luego quise salir de todo
salirme de todo, ver, conocerme,
y nada he podido; y he puesto
la frente en el vidrio de mi ventana”.
Este poema contiene una complejidad que resuena incluso en un lector adulto. Otorgar el espacio a un niño para tener acceso a esta clase de contenidos es un acercamiento a la infancia desde un enfoque no tradicional, en el que se sabe que el niño es capaz de comprender la intención poética, a la vez que se acerca más fácilmente a su vida a través de algo tan cotidiano como una mosca contra un vidrio.
Las ilustraciones son obra del fotógrafo Luis Manuel Serrano, quien creó collages complejos con diferentes ángulos de lectura. No son imágenes planas ni aburridas: están compuestas por varios elementos que se entrelazan y amplían el significado de los poemas. Varias de ellas contienen dibujos, mapas y fotografías en un mismo espacio. El lector, después de leer el poema, se puede dedicar a observar con detenimiento cada uno de los elementos de la página para desentrañar un poema más allá del escrito.
Lo más interesante sobre las imágenes es que cada una de ellas contiene un marco de espejo antiguo. Los animales y personajes que las componen están dentro y fuera del espejo, desbordándose a la vez que se reflejan, como la imagen de uno mismo que traspasa la estética y comienza a materializarse también en la realidad. Los animales de los poemas están reflejados en sus espejos para que el niño se identifique con uno de ellos, mire la página y se imagine que lo que obtiene de regreso no es su cara exterior, sino su animal interno. Si uno levanta el libro a la altura de la cara, es como si estuviera sosteniendo su propio reflejo.
Las temáticas de los poemas varían. No asume que los únicos tópicos con los que un niño debe tener contacto son los de alegría, la luz y el amor fraternal: en el libro también se incluyen la tristeza, la frustración, el amor, la muerte, la discriminación, la confusión, la noche, la naturaleza, el paso del tiempo. Esta variedad permite que el libro pueda ser disfrutado tanto por un niño, como por el adulto que se lo lee.
La forma en la que aborda algunos temas es más complejo de lo acostumbrado. Mientras algunos animales podrían parecer característicamente oscuros o negativos, relacionados con el miedo y la muerte, el libro juega con los arquetipos que acompañan a algunas bestias:
¿Los vuelos de la golondrina
ensaya en la sombra el murciélago
para luego volar de día…?
El murciélago, que el niño podría tender a relacionar con imágenes terroríficas, aquí es representado como un ave más, que sólo vuela a una hora distinta, intentando ser como la golondrina, un animal que normalmente se relacionaría con el día y la lealtad.
Zoología poética es un acercamiento respetuoso a las infancias. En él se refleja que los niños son capaces de entender textos e imágenes complejos, interpretarlos y sentirlos. El libro toma como excusa un tema tan llamativo como son los animales, y lo aborda desde ángulos diversos que permiten al lector disfrutarlo desde el punto de vista que prefiera. Es, también, una invitación a que el niño se relacione con la naturaleza, que encuentre el animal que más se aproxima a su reflejo y a la poesía que lleva dentro.