El hijo de Rafael Núñez, un vendedor de paletas, salió un día a comprar azúcar y ya no volvió. El padre ahora dice estar seguro que lo encontrarán en la fosa de El Arbolillo.
Por Verónica Huerta, especial para SinEmbargo
Xalapa, Veracruz/Ciudad de México (AVC/SinEmbargo).- Rafael Núñez vende paletas para sostener su economía familiar. Este martes acudió a ofrecer sus productos a los empleados de la dirección de Servicios Periciales y ahí se enteró que podía ingresar a identificar objetos de personas desaparecidas.
Desde hace ocho años, Núñez busca a su hijo Mateo Núñez López, desparecido en el 2010, en el municipio de Banderilla, Veracruz, cuando salió a la tienda a comprar azúcar.
Rafael dejó encargado su carro de paletas y pidió entrar. Junto con las madres del Colectivo Solecito observó cientos de imágenes de ropa, zapatos, artículos y credenciales que son parte de los hallazgos en la fosa con 174 restos humanos de El Arbolillo, en el municipio de Alvarado.
Pero de pronto, salió a prisa. Iba enojado y llorando. Dijo que se iba porque tenía que vender las paletas, pues sin venta no habría comida para él y su esposa.
“Mi hijo andaba en los 20 años. En esos días que se perdió era ayudante de albañil. Se perdió un jueves, le faltaban dos días de trabajo. Llegó a cenar ese día y bajó a comprar azúcar, pero ya no regresó, no supimos más de él”, relató.
El hombre fue alcanzado por la presidenta de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, Namiko Matzumoto Benítez para preguntarle por qué se marchaba, si aún no terminaba la proyección de imágenes.
Rafael se puso a llorar: “Me tengo que ir a vender, si no vendo no comemos mi mujer y yo. Ya vi muchas ropas, fotos y no está ahí mi niño, pero yo estoy seguro que ahí está en ese hoyo que encontraron. Ahí está mi niño, estoy seguro, porque dice la gente que hay muchos cuerpos”.
Benítez habló con directora de la Asesoría Jurídica federal de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV), Karla Quintana Osuna, para pedirle comprar todas las paletas a Rafael y así pudiera quedarse a seguir con el reconocimiento de objetos.