Jorge Alberto Gudiño Hernández
11/08/2024 - 12:01 am
Olimpismo mexicano
Insisto, nuestros resultados son pobres, por decirlo de forma tersa. Eso no significa, sin embargo, que no reconozca y admire a los deportistas nacionales. Son los menos culpables.
Si las cosas siguen como hasta el momento en el que escribo este texto, México quedará entre los lugares 40 y 60 del medallero olímpico. Lo que, en términos muy simples, lo sitúa como un país entre el segundo y el tercer cuartil de la distribución. En términos muy simples porque, en realidad, no es que haga falta un esfuerzo para subir treinta lugares y estar (idealmente) en los primeros diez. Es que, tras estos primeros, las diferencias se van volviendo abismales.
Veamos. Justo ahora, en el lugar 10 está Italia con 32 medallas. En el 11, Nueva Zelanda tiene 14 (y Canadá en el 12 tiene 22, por la forma en que se cuentan). En el 20, España tiene 13 y en el 21, Irán tiene sólo 6. En el 32 Serbia tiene sólo dos, pero ambas de oro. Hasta donde entiendo, lo máximo que podría suceder es que México obtuviere una medalla áurea. Eso lo pondría alrededor de la posición 33, si es que no hay más medallas para los países involucrados en esos rangos.
Cuando decía que las diferencias son abismales, me refería a que, para subir de lugar en el medallero estando en la posición 60, basta una medalla. En cambio, para llegar a los cinco primeros, por ejemplo, es necesario mucho más. Estados Unidos tiene más de 100 medallas, Gran Bretaña, en quinto lugar, más de 50.
México ocupa el décimo lugar en población y el 14 en el tamaño de su economía. Algo que, en términos generales, se ha sostenido durante mucho tiempo. Y, de cualquier modo, los resultados olímpicos son un tanto decepcionantes.
No se precisa ser un experto para saber que las cosas no están bien. Y que no es un asunto de calidad humana, sino de estructura. En nuestro país se hacen mal las cosas relacionadas con el deporte tanto como se hacen mal las cosas relacionadas con el arte, la ciencia, la educación y muchas más. Se hacen mal y se han hecho mal por décadas, si no es que por más de un siglo. Los resultados son claros: así como el medallero nos muestra una realidad un tanto deprimente, también nos la podría mostrar el listado de los premios Nobel nacionales, por acudir a un parámetro simple. Podríamos irnos al número de patentes, a la calidad de ciertos servicios, a parámetros más cuantitativos. De cualquier modo, casi siempre salimos perdiendo.
Evidentemente, son problemas sistémicos que requieren soluciones a muy largo plazo que se relacionan con instituciones fuertes. Instituciones que funcionen más allá de los gobiernos sexenales y de las filias y fobias que podamos tener los unos y los otros. En eso Estados Unidos bien podría ser un modelo: Obama, Trump, Biden… ¿Trump o Kamala)?, y las medallas siguen llegando.
Insisto, nuestros resultados son pobres, por decirlo de forma tersa. Eso no significa, sin embargo, que no reconozca y admire a los deportistas nacionales. Son los menos culpables. De hecho, algunas de sus medallas y de sus clasificaciones deberían valer mucho más que las de otros competidores de países con más recursos destinados al deporte: nuestros atletas ganan pese al sistema. Vaya, pues, mi más profunda felicitación para cada uno de ellos. En verdad, nos hacen ver que un cuerpo es capaz de aspirar a la maravilla.
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