El gobierno de Trump está presionando para incorporar las normas laborales y medioambientales. Endurecer la legislación laboral y fortalecer la sindicación podría elevar los salarios en México, o al menos frenar la fuga de empleos al país, según los expertos. Una de las piezas clave para las plantas de ensamblaje en tierra azteca y la inversión extranjera han sido los bajos salarios.
Las autoridades y exportadores mexicanos de aguacate y carne de res presumen cifras estratosféricas cuando hablan de las ventas a Estados Unidos; sin embargo estos dos casos de éxito aunado al TLCAN, están en medio de la incertidumbre por la renegociación del pacto, que podría en eventual riesgo el auge en las ventas al territorio estadounidense.
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Por Mark Stevenson, AP /Martí Quintana, EFE
Ciudad de México, 11 de agosto (AP/EFE).- El esfuerzo del Presidente Donald Trump para renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) deja a México en una situación complicada, amenazando el sistema que ha ayudado al país a convertirse en un exportador de alto nivel por la combinación de salarios bajos, regulaciones laxas y proximidad con Estados Unidos.
En las conversaciones, que está previsto que arranquen el 16 de agosto, el gobierno de Trump quiere abordar el enorme déficit comercial estadounidense con su vecino del sur y la escasa normativa laboral, medioambiental y de fabricación que durante 23 años provocó el traslado de plantas de ensamblaje a suelo mexicano, generando un intenso flujo de televisores, autos y electrodomésticos a través de la frontera.
“México dependía de sus ventajas y estaba en una zona de confort, y ahora tenemos que abandonarla”, dijo recientemente el Secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, a un grupo empresarial. “Ha sonado la alarma para despertarnos”.
Una de las piezas clave para las plantas de ensamblaje y la inversión extranjera han sido los bajos salarios. Mientras el salario medio de una fábrica en China subió a 3.60 dólares por hora en 2016, en México bajó a 2.10 dólares, un nivel que los economistas califican de artificialmente bajo. Como muchos de los trabajadores no pueden permitirse comprar los autos que producen, México exporta alrededor de tres veces el número de vehículos que se venden en la nación, la mayoría a Estados Unidos.
“Este es un problema muy grave”, apuntó Alex Covarrubias, profesor en la Universidad de Sonora de México, al respecto de la política salarial del país. “Casi todos los contratos (laborales) que se firman en México son ilegales, lo que supone que son contratos de empresa, que los trabajadores no conocen”.
El gobierno de Trump está presionando para incorporar las normas laborales y medioambientales -que originalmente aparecen en los acuerdos “laterales”, que tienen una peor implementación- al cuerpo central del TLCAN, y exige al gobierno mexicano que asegure el “reconocimiento efectivo del derecho a la negociación colectiva”.
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Endurecer la legislación laboral y fortalecer la sindicación podría elevar los salarios en México, o al menos frenar la fuga de empleos al país, según los expertos.
Guajardo señaló que México está dispuesto a incluir los temas laborales y medioambientales en las conversaciones de Washington. “Creo que sería un avance, para garantizar que los beneficios del acuerdo se reparten entre todos”.
El responsable de la economía mexicana se mostró igual de flexible acerca de realizar “pequeños ajustes” en las normas sobre el origen de los productos, que dictan cuánto contenido regional debe incluir un artículo para recibir la etiqueta “fabricado en América del Norte”. Los críticos han acusado a México de importar muchos componentes de China o Europa, ensamblarlos y presentarlos como fabricados en la región.
Pero Guajardo está menos convencido de lo que califica de “preocupación extrema” del gobierno de Trump por la reducción de los déficits comerciales, uno de los puntos que más molesta a los funcionarios mexicanos.
“Desde la implantación del TLCAN en 1994, la balanza comercial bilateral de Estados Unidos y México pasó de un superávit de 1,300 millones de dólares a un déficit de 64 mil millones en 2016”, dijo la Oficina de Representación Comercial de Estados Unidos al presentar sus planes para la renegociación del acuerdo. “Los objetivos de la negociación incluyen también agregar un capítulo sobre economía en internet e incorporar y fortalecer las obligaciones laborales y medioambientales, que en la actualidad son acuerdos laterales del TLCAN”.
Según un reporte del banco mexicano CIBanco, la mayor parte del déficit está en el sector automotriz y esto podría convertirse en el punto más complicado de las conversaciones.
“La demanda de Estados Unidos de usar la negociación para mejorar su balance comercial con sus socios del TLCAN representa la mayor amenaza para alcanzar un acuerdo”, señaló el informe.
México, por su parte, quiere renegociar el pacto para incluir asuntos migratorios al tiempo que altera lo menos posible la política comercial.
Las autoridades parecen querer un mejor programa de visados para trabajadores, pero el secretario de Agricultura estadounidense, Sonny Perdue, señaló que este no es un aspecto “que se tratará en las negociaciones del TLCAN”.
En general, parece que el ejecutivo mexicano quiere cambiar lo menos posible en el TLCAN.
Covarrubias, que estudia la industria del automóvil y asistió a algunas sesiones de preparación en México para la renegociación del pacto, se mostró “muy decepcionado” al ver que la postura del gobierno mexicano y los grupos de poder es “no queremos cambiar ni una sola coma”.
“Están reaccionando, esperando a ver lo que dice el gobierno de Trump, pero no tienen nada proactivo, ninguna propuesta”, explicó Covarrubias.
Uno de los cambios que quiere Washington podría ser otro de los asuntos espinosos. El Artículo 19 del tratado establece un mecanismo de resolución de disputas comerciales que permite que comités binacionales de expertos privados decidan sobre las diferencias en aranceles.
Canadá se comprometió a defender este sistema, y en Mexico hay presión para que las cortes nacionales no resuelvan este tipo de disputas, probablemente porque ambas naciones temen que ceder pueda permitir que Washington se aproveche de su mayor peso.
Y todo esto tiene un plazo límite: México quiere que las conversaciones terminen antes del inicio de la campaña presidencial de 2018, porque el gobierno teme que cualquier concesión pueda convertirse en un arma política para el principal candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador.
Este es un aspecto en el que, casi con toda seguridad, México saldrá mal parado, dijo el exembajador de Estados Unidos en el país, Antonio Garza.
Algunos son más optimistas sobre las conversaciones para reestructurar el pacto, firmado antes del último boom tecnológico, antes de que Mexico abriese su industria petrolera y mucho antes de la promesa de Trump de construir un muro entre las dos naciones.
“Uno nunca debe dejar que una buena crisis se desperdicie”, dijo el exembajador de México en Estados Unidos, Arturo Sarukhan, apuntando que las conversaciones son una oportunidad para modernizar el acuerdo.
“El TLCAN es un acuerdo con más de 20 años. En su día fue el patrón oro para los pactos comerciales”, dijo Sarukhan. “En muchos sentidos fue la versión 1.0 de los acuerdos de libre comercio. Pero la economía global ha cambado significativamente en los últimos 20 años. Amazon o EBay, por ejemplo, no existían cuando se firmó el TLCAN. Convertir el TLCAN en un acuerdo de libre comercio 3.0 es una oportunidad que no debemos desaprovechar”.
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EN RIESGO CASOS DE ÉXITO DE AGUACATE Y CARNE DE RES
Los exportadores mexicanos de aguacate y carne de res presumen cifras estratosféricas cuando hablan de las ventas a Estados Unidos, dos casos de éxito aunado al TLCAN, que en pocos días empezará a renegociarse en medio de la incertidumbre.
“El aguacate de México hacia Estados Unidos es un caso ejemplar de los beneficios del comercio exterior”, señaló en entrevista con Efe el asesor estratégico de la Asociación de Productores y Empacadores Exportadores de Aguacate de México (APEAM), Ramón Paz.
La APEAM cumple 20 años coincidiendo con el arribo de aguacates mexicanos a Estados Unidos, una “consecuencia no directa” del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, en vigor desde 1994), que el jefe de la Casa Blanca, Donald Trump, quiere reformar porque considera que perjudica la industria y empleo de su país.
El convenio comercial abrió la puerta, pero no fue hasta que se estableció un mecanismo de soluciones de barreras y control de plagas que llegó el primer cargamento de este manjar verde, del cual México es el primer productor mundial.
De mil toneladas ese primer año, hoy alrededor de 800 mil toneladas de aguacate mexicano se venden en Estados Unidos.
Con el tratado, los aguacates mexicanos, un emblema nacional, llegan al vecino del norte sin arancel -una de los asuntos más problemáticos para Trump- y durante todo el año.
Se han convertido en un alimento típico para el país vecino. Cada año, como si fuera un ritual, durante la celebración del Super Bowl se consumen unas 35 mil toneladas de aguacate mexicano, normalmente preparado como guacamole.
Los beneficios son bilaterales, aseguró Paz. El productor californiano, que llegó a oponerse a la apertura, ha visto cómo se les pagaba más por kilo.
De acuerdo con la APEAM, hay 19 mil empleos en Estados Unidos que dependen del aguacate mexicano; son 1,200 millones de dólares en salarios y 600 millones de dólares en impuestos.
En México, la industria impulsa el desarrollo de estados como el occidental Michoacán, donde genera 70 mil empleos fijos y unos 300 mil temporales.
Esta región, una de las más pobres del país, produce la mayor parte del fruto, y es la única que tiene todos los permisos para vender a Estados Unidos.
Ante la renegociación del TLCAN, Paz pide que este continúe “sin aranceles y sin cuotas”, con mayor reciprocidad en el control de medidas fitosanitarias y mecanismos de supervisión “más ágiles”.
“Creo que es realmente ambicioso hablar sobre finales de año, principios (de 2018), pero creo que es bastante más realista pensar en el final de 2018 o quizás en principios de 2019”, declaró Garza.
Además, se deberá ampliar definitivamente la posibilidad de exportación de aguacates a Estados Unidos procedentes de todo México.
Y por la importancia del fruto a ambos lados de la frontera, que no se use como “moneda de cambio” para negociar otros productos agropecuarios.
Por otro lado, la carne de res mexicana resume muy bien la dinámica del comercio internacional; con ganadores, perdedores y muchas vicisitudes antes del éxito.
“Cuando se negoció el TLCAN éramos uno de los sectores que estaban totalmente en contra de la apertura comercial”, señaló a Efe el director de la asociación Mexican Beef Exporters, Rogelio Pérez.
En un principio, el sector “sufrió”, se perdieron empleos y se desecharon inversiones, recordó.
Tras unos años de adaptación, y de especializarse en la venta de cortes finos beneficiados por un arancel cero, hoy la expansión es vertiginosa. De alrededor de 28 mil toneladas exportadas a Estados Unidos en 2006, ahora superan las 180 mil.
Estas representan cerca del 90 por ciento de las ventas al exterior, una prueba más de la dependencia de México hacia Estados Unidos.
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Pero todavía hay pendientes que pueden solucionarse en la negociación del TLCAN, que arranca el 16 de agosto en Washington D.C.
Por ejemplo, facilidades de inspección del producto mexicano en Estados Unidos y un mayor acceso a Canadá por carretera desde EU “Este es un proceso muy complicado, no estandarizado”, lamentó Pérez.
Con 1.1 millones de empleos directos y 4 millones indirectos, los ganaderos bovinos son uno de los casos de éxito que el Ejecutivo subraya cuando habla del sector agroalimentario.
Del lado contrario, hay miles de pequeños campesinos que cultivan productos básicos como el maíz y fríjol que están en contra del tratado y piden que se elimine el capítulo agropecuario del mismo.
De acuerdo con datos oficiales, el intercambio comercial de productos agroalimentarios entre México y Estados Unidos fue de 42.785 millones de dólares el pasado año, y desde 1994 creció 9 por ciento anual en promedio