Jesús Robles Maloof
11/08/2016 - 12:00 am
El Equipo Olímpico de Atletas Refugiados
En un mundo el que las constituciones consagran el derecho de toda persona a salir de su país y el de solicitar asilo en caso de persecución o violencia. Hay quienes construyen muros para evitarlo. La luz de esos diez atletas olímpicos brilla intentando iluminar nuestras conciencias.
Estos atletas refugiados mostrarán al mundo, que a pesar de las inimaginables tragedias que han enfrentado,
toda persona puede contribuir a una sociedad mediante el talento, la habilidad y la fuerza del espíritu humano.
Thomas Bach.
Presidente del Comité Olímpico Internacional.
Uno puede pasar el trago amargo si, a manera de peras del olmo, espera éxitos olímpicos de una política nacional del deporte encabezada por Alfredo Castillo, cuyo mayor mérito ha sido sacar a Peña Nieto de problemas políticos como en el caso Paullette, cuando era Procurador del Estado de México o por “Pacificar Michoacán” en su calidad de comisionado plenipotenciario.
Vertida en su cuenta de Twitter, la narrativa triunfalista del actual Comisionado Nacional del Deporte tomó un giro abrupto ayer por la tarde ante la cosecha de derrotas olímpicas. Intentó salir al paso, siguiendo la estrategia de su jefe político. El problema no es su ineptitud. Todo se debe a que no regaló dinero. “Las represalias por no regalar 15 millones de dólares ahí están” afirmó un Castillo dolido, a causa de un criterio arbitral en la competencia de clavados. Quizá lo dice como autoridad en la materia, siendo parte del grupo de Peña Nieto quienes saben que hay ciertas cosas que el dinero no puede comprar, entre ellas evidentemente no se encuentran las competencias electorales.
Este verano podemos invertir en una gastritis o por el contrario adoptar un enfoque diferente; si hacemos de lado el nacionalismo rancio, y destacamos de la actual justa olímpica un gran avance de la humanidad en la afirmación de los derechos humanos de los refugiados en un contexto de conflictos bélicos, de desplazamiento masivo de personas y de desprecio por la vida humana de quienes deciden escapar de la violencia o del hambre.
Dicho sea de paso, contra la creencia alentada desde los gobiernos, que los atletas representan a sus países, la Carta Olímpica señala con claridad que “Los Juegos Olímpicos son las competencias entre los atletas en eventos individuales o por equipos, y no entre países”.
Pero como otras instituciones humanas a pesar de establecer los más altos principios en cuanto a la dignidad humana y a la paz entre las naciones, el Movimiento Olímpico es un entramado de comités olímpicos nacionales, federaciones mundiales de cada deporte y de una burocracia olímpica asentada en el Comité Olímpico Internacional (COI) con reglas intelegibles y espacios de poder para decisiones nada democráticas. Versión mexicana que representa a la perfección Mario Vázquez Raña, quien no solo controló uno de los oligopolios mediáticos al servicio del poder autoritario, sino también dirigió por 27 años el Comité Olímpico Mexicano.
A pesar de ello, las normas fundamentales han permitido el reconocimiento a la práctica deportiva como un derecho fundamental y es lo que el Equipo Olímpico de Atletas Refugiados significa “Cada individuo debe tener la posibilidad de practicar el deporte, sin discriminación de ningún tipo” (Principio Fundamental 4 de la Carta Olímpica).
Bajo el principio de no discriminación y precisamente por el hecho de que los atletas no representan a los países es que, desde los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, se reconoció el derecho de los deportistas a participar fuera de su comité nacional, que en el caso de Yugoslavia y Macedonia se encontraban sancionados. El reconocimiento de este derecho contempla no solo casos de sanciones a comités locales u otros conflictos, también incluye a atletas nacionales de países que no integran el Movimiento Olímpico, como fue el caso de Timor Oriental en Sidney 2000 y de las Antillas Neerlandesas al desaparecer como nación previo a Londres 2012. También en casos de guerra civil y ausencia de reconocimiento internacional como sucedió a un atleta de Sudán del Sur los pasados juegos olímpicos.
En estas tres justas los atletas compitieron agrupados en equipos denominados “Participantes Olímpicos Independientes” y “Atletas Olímpicos Independientes”. Bajo esa condición formal participan 10 mujeres y hombres portando la bandera olímpica, pero en palabras del Presidente del COI Tomas Bach son “un acto simbólico de esperanza para las personas refugiadas en todo el mundo para llamar la atención de la magnitud de la crisis global de refugiados”.
Aunque la mayor parte del grupo son refugiados, hay quienes como Fehaid Al Deehani participa de manera independiente por la disputa entre su país natal Kuwait y el COI. Ayer al recibir el oro se escuchó el himno olímpico, refrendando que como todas y todos los atletas en Río, tienen que ser lo mejor en su disciplina.
De entre ellas y ellos la historia de la nadadora Siria, Yusra Mardini, ha conmovido al mundo, al conocerse que en el 2015 mientras huía de su tierra junto con su hermana, se echó al mar para empujar la embarcación salvando la vida de 20 personas. Menos conocida pero no menos dramática es la historia de las corredoras sudanesas Angelina y Rose, en un país devastado por el fundamentalismo religioso ante la impasividad de occidente. La histórica lista la forman además Rami Anis de Siria; Yiech Pur Biel, James Nyang Chiengjiek, Anjelina Nada Lohalita, Rose Nathike Lokonyen y Paulo Amotun Lokoro de Sudán del Sur; Yonas Kinde de Etiopía y finalmente Yolande Bukasa Mabika y Popole Misenga del Congo.
En un mundo donde todos los días el dinero cruza las fronteras al tiempo que cientos de personas mueren. En el que las constituciones consagran el derecho de toda persona a salir de su país y el de solicitar asilo en caso de persecución o violencia. Hay quienes construyen muros para evitarlo y usan a las fuerzas armadas para perseguirlos como criminales e incluso provocar su muerte, tal es el caso de México donde centenas de miles de personas, con menos suerte que Yusra, afirman su derecho a migrar para encontrar la muerte sea en embarcaciones o en los desiertos. La luz de esos diez atletas olímpicos brilla intentando iluminar nuestras conciencias.
Por mi parte este verano haré un poco de lado mi bandera. Apoyaré al equipo de futbol de nuestros hermanos hondureños como un pequeño tributo a quienes en su intento de vivir, padecen en nuestro país las pesadillas más horribles. Lo haré también por mi pequeño amigo de Honduras. Intentaré apreciar y compartir ese brillo desde Río de Janeiro o desde las calles de México, la luz que solo la dignidad puede emitir.
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