Este ensayo filosófico sobre ética no es un mero manual de urbanidad al uso. Desde el principio, muestra a un guerrero que lucha por su libertad de pensamiento sin ceder ni un ápice ante las tentaciones egocéntricas de la decepción contemporánea. Como dice Guillermo Fadanelli en su prólogo: “Da Jandra, a partir de su filosofía vitalista, escrutadora y moral, reclama una comprensión del mundo que reconcilie al hombre consigo mismo, es decir, con el otro, rechaza las visiones simplistas y utilitarias que dictan enunciados morales desde el hecho científico, abomina de los mercaderes de la globalización, pelea contra los filósofos relativistas que rechazan la existencia de un orden moral y espiritual capaz de contenerlos, y discute con el desencantado que se aísla socialmente y hace de su exilio una victoria”.
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Leonardo da Jandra
Nació en Chiapas, en 1951. Poco antes de cumplir un año, sus padres lo llevaron a Arousa, en Galicia. Cursó estudios universitarios en Madrid y posteriormente se trasladó a Ciudad de México, donde asistió a un curso de Doctorado en Filosofía de la Matemática en la UNAM con la polémica tesis titulada “Totalidad, Seudototalidad y Parte”. Cuestionador profundo de los modelos unidireccionales de la cultura moderna, se instaló a vivir con su compañera, la pintora Agar García, en Huatulco, un paraje paradisíaco de la costa oaxaqueña. Allí vivieron robinsonianamente de la caza y de la pesca durante casi 30 años, hasta que fueron desalojados por el director del Fondo Nacional para el Turismo (Fonatur) por oponerse a la privatización del Parque Nacional Huatulco, que ellos mismos contribuyeron a declarar.
La obra de Da Jandra, sea ensayo filosófico, novela o relato, siempre expresa con fuerza intempestiva y única un pensamiento vivo en busca de una verdad individual capaz de trascender el tiempo y abrirse a una realidad más amplia. Su novela Samahua ganó en 1997 el Premio Nacional de Literatura IMPAC.