Peniley Ramírez Fernández
11/05/2016 - 12:04 am
Feliz día de las mamás, para todos los demás
“Mamitas, les informamos que este 10 de mayo tendremos un festival por el día de las madres, las esperamos”, exhibía una cartulina verde fijada con cinta transparente a la puerta de acceso de una guardería del Instituto Mexicano del Seguro Social.
“Mamitas, les informamos que este 10 de mayo tendremos un festival por el día de las madres, las esperamos”, exhibía una cartulina verde fijada con cinta transparente a la puerta de acceso de una guardería del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
El anuncio no estaba dirigido a trabajadoras domésticas, vendedoras de un puesto ambulante, de ropa por catálogo o periodistas freelance. El requisito del IMSS para que las familias tengan acceso a una institución donde cuiden a sus hijos sin costo, por parte del Estado, es que la madre sea derechohabiente. Las excepciones a la regla son que el padre esté divorciado, quedase viudo o goce de la patria potestad de los hijos.
Este sesgo no se refleja únicamente en qué condiciona el acceso al servicio, también en el trato que reciben los padres, tíos, abuelos, primos, vecinos, quienes juegan un papel predominante en la educación y cuidado de los niños en muchísimas familias. Estos coprotagonistas de la crianza resultan repetidamente ignorados por las rutinas tradicionales sobre las mamás, en festejos que cumplen un siglo y cuya renovación no ha sido considerada como prioritaria por las instituciones de gobierno.
Las guarderías públicas y muchas escuelas en México funcionan con mecánicas que ignoran el componente esencialmente diverso de un número creciente de familias, no solamente por quienes las integran, sino por qué roles están cumpliendo sus miembros.
Como ingrediente notable para que las madres disfruten un desarrollo profesional, muchos hogares han mutado a nuevas rutinas. Los papás despiertan a sus hijos en las mañanas, los visten, los alimentan, los llevan a la escuela. En otras familias, la composición diversa coloca estas tareas en manos de alguno de los integrantes de una pareja homoparental u otros seres queridos. Mire a su alrededor en las mañanas, cuántos hijos van de la mano con sus papás u otro participante vital en su rutina en el metro, en bicicleta, caminando en la calle, en un automóvil.
En nuestra sociedad muchos de estos miembros han ganado silenciosamente espacios de ternura y cariño hacia los chicos, claves en su estabilidad emocional. Conviven no siempre de manera armoniosa con otros círculos, aun fuertemente asentados en amplias zonas geográficas de México, en los que cualquiera de estas actitudes es considerada únicamente como parte del “instinto maternal”. Allí los hombres no encajan. El esquema de proveedor económico, que enseña sus hijos que no deben llorar y jamás les dice “te quiero”, va más acorde con lo que es considerado como normal.
En una sociedad donde la violencia contra la mujer es un problema grave y con raíces profundas, desde las políticas públicas debiera promoverse el arraigo del sentimiento “maternal” de otros miembros de la familia. En la práctica estamos lejos de eso.
En México cuando un niño nace en un hospital público su padre no ejerce el derecho a ser testigo de este momento crucial. La causa, me dijeron en uno en el sur de la Ciudad de México, es que “los señores se ponen nerviosos, algunos se desmayan y tenemos que atenderlos a ellos y a las mamás que van a dar a luz”.
El Día de las Madres en México se instauró en 1922. Al menos, así lo publicó en sus ediciones previas a este 10 de mayo el diario Excélsior. La rutina que promovió entonces el fundador del rotativo, Rafael Alducín, incluía que en las calles hubiera “un derroche de flores”. Casi un siglo después, aún las florerías rebozan de arreglos para todos los presupuestos cuando se acerca el Día de las Madres. A esta tradición centenaria se sumaron en años recientes los chocolates, los muñecos de peluches, las comidas en los restaurantes.
El festejo podrá ser casi igual que un siglo atrás, pero los números muestran que la sociedad mexicana dista de ser la misma. El censo más reciente del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en 2010, halló que 2.3 millones de hogares en México son dirigidos por un hombre soltero, separado, divorciado o viudo. La cifra resulta la mitad que las mujeres con estados civiles similares, quienes encabezaban en ese año 5.2 millones de hogares.
En esta nueva sociedad todos los niños tienen derecho a vivir el 10 de mayo como un día feliz y a decir felicidades a la persona que elijan, sin sentirse incómodos ni fuera de lugar. ¿Qué está haciendo el Estado mexicano, qué estamos haciendo todos, para que esta sociedad sea la nuestra?
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