María Rivera
11/04/2024 - 12:01 am
Preguntas
“No se pudieron contrastar proyectos ni propuestas, solamente lanzar ataques personales inocuos que no tienen ninguna relevancia para un electorado”.
Qué desastre de debate, querido lector. El formato que escogieron resultó ser todo menos amigable para generar una discusión entre los candidatos. No se pudieron contrastar proyectos ni propuestas, solamente lanzar ataques personales inocuos que no tienen ninguna relevancia para un electorado que ha escuchado de sobra sus dimes y diretes. La decisión de realizarles muchas preguntas con múltiples temas fue completamente contraproducente, resultó frívolo y superficial. Daba lo mismo que respondieran, cualquier generalidad.
La organización, ya qué le digo, fue vergonzosa: errores imperdonables en la medición del tiempo, sonido e imagen. Ante este escenario los candidatos poco podían hacer, la verdad. Mucho se ha hablado de que Xóchitl Gálvez fue la peor. Sin duda, y por mucho. Desencajada, nerviosa, trastabillante a la hora de responder, enojada y con gazapos que dieron lugar a infinidad de memes, ahora ya no sabe ni cómo justificar su fracaso. Claudia Sheinbaum, su contrincante, lució seria, serena y en control de su narrativa. Justamente el resultado opuesto al que esperaba la oposición que anhelaba un milagro: que Gálvez pudiera ganar el debate con un nocaut, una actuación arrolladora.
No sé, querido lector, se imaginaban que su candidata se convertiría en súper heroína y adquiriría características que, hay que reconocer, nunca ha tenido. Y es que no es lo mismo ponerse una botarga de dinosaurio o encadenarse a una silla del Senado, responder a botepronto, que articular un discurso, debatir un proyecto, tener ideas y defenderlas: se requieren otro tipo de habilidades que Gálvez no ha demostrado nunca. Por eso me parece hasta injusto que sus otrora fans y hoy críticos le reprochen que no haya sido “ella misma”. No, querido lector, yo creo que Gálvez fue exactamente ella misma porque estaba en un debate, no en la pachanga donde suele desenvolverse, entre ocurrencias y groserías. O dicho de otra manera: Xóchitl Gálvez no tiene la estatura para ser presidenta. No la tenía antes y no la tiene hoy, por más que le hayan tratado de fabricar una imagen, construido una candidatura. Es y fue una irresponsabilidad de la oposición y seguramente enfrentará las consecuencias de haberlo hecho. Su candidata no tiene formación, ni las cualidades políticas para entablar un debate, que no un ataque personal, que no es lo mismo. Por eso no apareció, en ningún momento, la idea de país que quiere venderle a los indecisos, y en cambio, afloraron en pequeños flashs las propuestas cansinas de una oposición de hace décadas: inglés, computación, tarjetas, privatización.
Ignoro quién habrá hecho el diagnóstico de que bastaba una mujer “todo corazón”, vendedora de gelatinas y empresaria sin muchos escrúpulos morales y éticos, para derrotar a Morena y a su candidata que es una destacada universitaria, funcionaria pública del más alto nivel y curtida en la lucha política desde joven. Todavía me lo estoy preguntando, querido lector, y no deja de asombrarme que esperaran otro resultado que el que sucedió la noche del domingo.
Ahora, claro, esperan que el milagro ocurra en las semanas por venir y que Gálvez los haga remontar una ventaja que según las encuestas parece irremontable, aunque el debate hay resultado útil para evidenciar qué tan catastrófica es su candidatura y lo indeseable que sería tener a alguien como ella como presidenta, aunque parezca broma. Sus negativos se irán sumando, parece irremediable, error tras error, como fue haber puesto a su hijo en un puesto de la campaña cuando claramente era un riesgo para ella y su candidatura y, sobre todo, para la narrativa que tan afanosamente le habían construido como parte “del pueblo” y no de la clase social privilegiada (clasista y déspota) a la cual realmente pertenece.
Yo lo único que espero, querido lector, es que los dos siguientes debates se corrijan, modifiquen el formato radicalmente para que tengan algún interés para la ciudadanía. También, y este es otro asunto, que el INE comparta con los ciudadanos la metodología que usó para seleccionar las preguntas ciudadanas (algunas de ellas de un sesgo innegable contra el gobierno actual o de ningún interés general) y que los moderadores no formulen preguntas claramente tendenciosas como las que realizó Denise Maerker (¿por sus pistolas?). Esencialmente, porque los moderadores son moderadores, no partes de un debate.
¿O no lo notó, querido lector? Preguntas que asentaban cosas como que en esta administración no había habido “avances contundentes, ni significativos” contra la corrupción (de Denise) o que los apoyos sociales no son supervisados o como que no se les dan a los más necesitados o más escandaloso, que los apoyos sociales, que son un derecho constitucional, hayan sido presentados como “regalos de dinero” ¿es en serio? ¿quién seleccionó esas preguntas? ¿fueron los moderadores? ¿por qué les dieron ese poder? Porque mire, querido lector, el presidente López Obrador tiene toda la razón en esta y los analistas se equivocan: sí hubo un ganador en el debate y fueron quienes lograron utilizarlo para introducir, subrepticiamente, la narrativa opositora a través de las preguntas, claramente tendenciosas, lo cual me parece muy grave.
¿Y el INE? ¿y los partidos no se dieron cuenta? Bien harían en ocuparse de que eso tampoco vuelva a ocurrir en los debates que faltan. Los ciudadanos queremos un INE imparcial, eficiente y apartidista, como debe de ser.
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