En México el Presidente Andrés Manuel López Obrador comentó la semana pasada que, aunque tenía la esperanza de que las medidas de distanciamiento social aplicadas a finales de marzo tengan un efecto secundario en la reducción de la delincuencia, los datos todavía no lo confirman.
LIMA (AP) — El empleado funerario Raúl González suele quedarse dormido en su banca mientras espera en vano la llegada de fallecidos a la morgue más importante de Perú, ubicada al frente de su negocio.
Las funerarias peruanas especializadas en vender ataúdes para víctimas de crímenes violentos o de accidentes viales u otro tipo de delitos callejeros lucen casi vacías en tiempos del coronavirus.
“Es duro decirlo, pero casi no hay asesinatos, no hay atropellos”, dijo el peruano González una mañana reciente en la calle de la morgue preocupado y sorprendido por la caída de la violencia.
En tiempos del nuevo coronavirus, autoridades y ciudadanos de varios países de Latinoamérica afirman que una consecuencia de la cuarentena parece ser la caída del crimen, especialmente en las calles, pero también advierten el ascenso de la violencia contra las mujeres.
El Salvador, considerado uno de los países más violentos del mundo, reportó apenas 65 asesinatos en marzo, un descenso histórico comparado con los 600 por mes de hace unos años.
La caída de los crímenes en El Salvador se debe a las políticas de seguridad más estrictas y a las treguas de las pandillas, luego que el Presidente Nayib Bukele asumiera el cargo en 2019, pero también a la restricción casi total de movimientos para prevenir la propagación del coronavirus.
“La verdad es que sí han bajado los asesinatos y los pandilleros hoy no están fregando tanto. Creo que no salen por miedo a que se les pegue el virus”, dijo Eduardo Perdomo, un ciudadano salvadoreño cuando bajaba de un autobús del transporte colectivo en el centro histórico de la capital.
Las estrictas prohibiciones para salir de casa en Colombia también parecen haber ayudado a la disminución de actos delincuenciales, aunque los analistas temen que sólo sea por el corto plazo.
“No hay nada que sugiera que una vez que esto termine sea un cambio más permanente”, dijo Sergio Guzmán, director de Colombia Risk Analysis, una importante consultora de riesgos políticos.
Durante el fin de semana festivo del 21 al 23 de marzo, hubo 49 homicidios, 100 menos que en el mismo período de 2019, según la fiscalía colombiana. Los robos cayeron de 2 mil 014 a 773.
En Guatemala la fiscalía también reportó descensos en la incidencia delincuencial y cree que se debe a la sensación de mayor seguridad por la presencia en las calles de los uniformados. También por las restricciones a la movilidad, comercio e industria.
En México el Presidente Andrés Manuel López Obrador comentó la semana pasada que, aunque tenía la esperanza de que las medidas de distanciamiento social aplicadas a finales de marzo tengan un efecto secundario en la reducción de la delincuencia, los datos todavía no lo confirman.
López Obrador culpó de la obstinada alta tasa de homicidios a los enfrentamientos entre bandas. “Siguen disputándose el territorio, enfrentándose entre ellos”, dijo.
Sin embargo, México no ha tomado medidas tan extremas como los países del Triángulo del Norte -Guatemala, Honduras y El Salvador-, donde existen toques de queda y duras restricciones de movilidad. En México, el Gobierno ha animado a la gente a quedarse en casa, pero no lo ha exigido.
Aunque no hay cifras disponibles por el momento para Brasil, la plataforma no gubernamental Fogo Cruzado cuantificó menos disparos, muertos y heridos en el área metropolitana de Río de Janeiro en comparación con la etapa previa a la cuarentena.
En Argentina, las autoridades de Buenos Aires señalaron que los asaltos a peatones bajaron casi 90 por ciento una semana después que comenzó la cuarentena el 20 de marzo.
Los puestos de control de vehículos desalentaron a delincuentes que se trasladan en motos y asaltan a conductores de vehículos o peatones, al ver bloqueadas sus habituales rutas de escape.
En la provincia de Buenos Aires, con un tercio de la población argentina, las fiscalías han visto disminuido el monto de investigaciones por robos.
Al norte, en la provincia de Salta -limítrofe con Bolivia y zona de paso de drogas- la policía reportó la baja de delitos en 50%. Los robos son “mínimos” y un poco más las lesiones y amenazas.
En tiempos del coronavirus, Argentina están usando bienes incautados a narcotraficantes.
Dos hoteles embargados a un grupo narco en la capital de Salta se destinaron como espacios de aislamiento de gente que proviene de zonas de alto riesgo del exterior y para pacientes leves.
El municipio de Pilar, en la provincia de Buenos Aires, usará un proyecto inmobiliario de miles de metros cuadrados incautado a narcos colombianos para convertirlo en un espacio para tratar infectados en mayo cuando probablemente se produzca el pico más alto de contagiados.
En Perú, el presidente Martín Vizcarra informó a fines de marzo que los delitos cayeron 84% luego de que el país de 32 millones casi se paralizara durante el día y anulara su vida nocturna.
Cayeron los robos en sus amplias modalidades y el ministro del Interior peruano Carlos Morán lo atribuyó a que “no hay vida social activa, ni consumo de alcohol, que es el detonante”.
El puerto más importante de Perú, segundo productor global de cocaína después de Colombia y zona desde donde se envía droga a Europa, luce vacío al igual que las calles de sus barrios difíciles.
Los 140 mil policías y militares que vigilan las calles de Perú están excluidos de responsabilidad en caso de que hieran o maten, según una reciente ley aprobada en el Congreso.
El encierro para evitar la expansión del virus también ha provocado la pérdida de libertades entre los peruanos, entre ellas la de tránsito, reunión y la inviolabilidad de domicilio.
En el primer mes de cuarentena, la morgue más grande de Perú recibió hasta cuatro cadáveres por día o menos. Antes llegaban incluso 20 diarios. Apenas hubo siete asesinatos, según cifras oficiales.
Así como bajó el crimen callejero, subieron los delitos en los hogares de acuerdo con una tendencia global como lo ha señalado hace poco la ONU.
Hasta fines de marzo en Perú se atendieron a 538 mujeres agredidas y 43 violaciones sexuales, de las cuales 27 víctimas eran menores de 18 años.
Expertos regionales temen que, si el coronavirus no es frenado y la cuarentena se extiende, la escasez de alimentos podría derivar en saqueos mientras que el crimen organizado buscará adaptarse en medio de una de las peores recesiones y pérdidas de empleo nunca vistas.
Los delincuentes no se han detenido, “están mejorando sus métodos”, dijo el experto colombiano Sergio Guzmán.
Al menos por ahora, los talleres de ataúdes en Perú han detenido sus labores debido a la cuarentena y la baja de clientes. Muchos propietarios no tienen cómo pagar a sus trabajadores.
El empresario peruano Juan Jancui tenía 20 empleados; ahora ninguno. “Me alegra que baje la criminalidad, pero también me preocupa”, dijo desde su taller rodeado de ataúdes inacabados.
El Gobierno de Perú ordenó a inicios de semana que las 68 cárceles del país no acepten más presos debido a que los más de 97.600 superan en exceso la capacidad máxima de 40 mil 600 internos.
“Esta ‘paz’ no va a durar”, dijo con voz escéptica el empresario de ataúdes. “Los crímenes subirán como espuma un minuto después que se levante la cuarentena”.