Pablo Ramírez*

Actuar como si su casa estuviera en llamas, esto es lo que pide la valiente activista climática, Greta Thunberg, a los líderes del mundo. Acciones que sean congruentes con la crisis ambiental que experimentamos actualmente. Sin embargo, en México, no solo no se actúa con esa urgencia, por el contrario, el plan es echarle gasolina al fuego, literal.

A 100 días de gobierno, la acciones que ha tomado la administración de López Obrador en cuestión climática no pueden considerarse ni siquiera como nulas, ya que las políticas que se han definido en este periodo contravienen de manera importante la ya de por sí insuficiente política climática y agudizan la grave contaminación del aire que cobra anualmente 17 mil vidas.

El plan nacional de refinación que pretende reconvertir el sistema de refinación, que hasta el momento está diseñado para procesar crudo ligero, a crudo pesado (el tipo de petróleo dominante en las reservas mexicanas) y construir una refinería más en el municipio de Dos Bocas, Tabasco, con el objetivo de aumentar la producción de combustibles refinados a un millón 600 mil barriles diarios entre diésel y gasolina; la reducción de recursos asignados para mitigación y adaptación de los efectos del cambio climático en 36 por ciento respecto al del 2018; la cancelación de la cuarta subasta energética en plazos donde la energía renovable es más competitiva que los combustibles fósiles; el anuncio de la reactivación del sistema de plantas termoeléctricas; el plan de incremento en la extracción de petróleo, incluso a través de fracking (método que el mismo López Obrador declaró públicamente que no se usaría en su administración), nos colocan en una trayectoria política en la que el medioambiente, en los hechos, no resulta un tema relevante, a pesar de que el mismo ejecutivo haya declarado que “no podríamos, de ninguna manera, llevar a cabo una actividad económica por importante que sea, afectando el medio ambiente, contaminando el agua, dañando el territorio”.

Las metas climáticas son tan claras como preocupantes, tenemos 11 años para detener el crecimiento de emisiones de gases efecto invernadero y 31 años para eliminarlas por completo, si pretendemos frenar el termómetro climático en 1.5 grados. Esto significa que tenemos que cambiar forzosamente la manera en que nos movemos y cómo generamos electricidad en este país. Somos un país con un potencial de energías limpias enorme, según el inventario nacional de energías renovables publicado por la SENER, para el año del 2015, México tenía un potencial suficiente para cubrir la demanda de energía para ese año 1 , 2 .

A pesar de esto la política de los combustibles fósiles se posiciona como el pilar más importante del desarrollo económico en este sexenio, tanto así que el mismo presidente ha declarado que lo que está ocurriendo en cuestión energética es equiparable a lo ocurrido durante la expropiación petrolera de 1938. Lo que no se acaba de comprender es que el 1 SENER, Inventario Nacional de Energías Renovables, 2016. Disponible en: http://dgel.energia.gob.mx/inere 2 Villarreal, Jorge, La transición energética en México: Retos y oportunidades para una política ambientalmente sustentable y socialmente inclusiva, FES, México, 2017. momento histórico en el que nos encontramos, en el que López Obrador ocupa la presidencia de nuestro país, no precisa de más Lázaros Cárdenas, requiere de más Gretas Thunbergs.

*Pablo Ramírez es responsable de los temas de calidad del aire de la campaña Revolución Urbana de Greenpeace México

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