Diana Angélica Castañeda Fuentes, desaparecida en 2013 y asesinada en 2014, es una de las cientos de mujeres que han sido victimizadas en el Estado de México en los últimos años. De acuerdo con la organización Solidaridad por las Familias, en 2016 se registraron alrededor de 80 feminicidios y, en lo que va de 2017, van casi 40. La madre de la víctima hoy sabe que su hija estuvo viva al menos cinco meses después de su desaparición y que no salió de la entidad. Ella no dejó de buscarla, pero tuvo que enfrentarse a la impunidad, a la indiferencia, prepotencia e incluso amenazas de las autoridades.
Ciudad de México, 11 de marzo (SinEmbargo).– Lo primero que notó en el recorrido que hizo con los policías ministeriales del Estado de México para tratar de reconstruir el camino en el que habría desaparecido su hija fue que había cámaras de seguridad en diferentes puntos del trayecto. Era cerca de la una de la tarde del lunes 9 de septiembre de 2013, cuando aún podían estar disponibles las imágenes captadas la tarde del sábado 7, fecha en la que Diana Angélica Castañeda Fuentes, de 14 años, salió por última vez de casa.
Pero la agente del Ministerio Público que encabezó la diligencia, dice María Eugenia Fuentes Núñez –madre de la adolescente víctima–, le respondió de inmediato que las cámaras estaban desconectadas.
“Yo no tenía experiencia de eso; no sabía nada de eso. Son la autoridad y yo les creí”, dice Fuentes en entrevista.
No accedieron a revisar un solo video ese día, recuerda. Y eso que en la zona que pudo recorrer Diana hay centros comerciales, una estación de gasolina y bancos que, considera la madre de familia, suelen contar con vigilancia.
“Había videos bajando el puente, de la gasolinería, que se pudieron haber pedido; estaba el Coppel, porque tuve un inbox donde me decían haber visto a mi hija salir del Coppel con unos tipos, y jamás tampoco se pidieron esas cámaras. Estaban las cámaras de una plaza comercial que esta ahí, (por la) que también podía haber pasado mi hija; estaban las cámaras de la bodega Aurrerá, tampoco; estaba una cámara de la Policía, del municipio, porque hay zona de bancos, que según tampoco servía. En ‘La Cuchara’, que después me dijeron que mi hija había ido al Oxxo, las del Oxxo tampoco; la cámara que estaba en ‘La Cuchara’ tampoco servía”, agrega.
Es la frontera entre los municipios de Ecatepec y Tecámac, en el Estado de México, al nororiente de esta capital. Diana salió a las cuatro de la tarde de la casa en la que vivía con su hermano y con su padre, en la tercera sección de Los Héroes, en el primer municipio, en dirección a la sexta sección del mismo fraccionamiento, que está en el segundo. Para llegar, supone su madre, Diana Angélica debió tomar el circuito Josefa Ortiz de Domínguez en dirección a la carretera Texcoco-Lechería, sobre la cual hay un puente peatonal de casi 500 metros que la víctima debió cruzar para pasar de una demarcación a otra. Al bajar hay espacios baldíos, una estación gasolinera y, enfrente, un enorme lote de desechos de tractocamiones y pipas que a Fuentes le parece también un foco de peligro. Al norte está la zona comercial y miles de viviendas hasta llegar al Circuito 21, destino de la víctima.
“Lo único que supe, al abrir su cuenta de face, porque deja su celular, es que estuvo conectada a las cinco de la tarde, platicando una hora. Se desconecta 5:58, a dos minutos para la cita con su amiga; esa hora la platica con un chico, pero nada anormal, ‘¿cómo estás?’, equis. Se despide y dice que ya se va y es lo último que tenemos”, dice Fuentes.
“No llevaba dinero; no pudo haberse conectado en un cíber; no llevaba el celular; entonces, debió haberse conectado en casa de alguien que ella conocía, que tenía confianza de entrar a su casa, e interrogamos a la amiga, pero dice que Diana nunca llegó”, agrega.
LA BÚSQUEDA
La familia se movilizó en cuanto notó que Diana no volvía. A eso de las nueve de la noche, su hermano, entonces de 19, salió a buscarla al Circuito 21, donde había una fiesta y preguntó entre otros adolescentes si alguien la había visto.
Sin resultados, María Eugenia Fuentes acudió entonces a la agencia del Ministerio Público en Ecatepec, de donde fue remitida a la mesa Primera de Trámite, ubicada en San Agustín, que abrió la carpeta de investigación 3447003607877413.
“No sé si es táctica que te pregunten una y otra vez cómo fueron los hechos: salía un comandante, venía otro y volvía a empezar. Y otra vez a repetir la historia: salía y entraba otro, y otra vez, hasta que uno dijo: ‘a la mejor su hija tomó de más y se quedó por ahí, o se drogó y por ahí está; eso tienden a hacer los adolescentes, o se fue con el novio’ (…) son muy indiferentes”, recuerda Fuentes.
“Total que se sienta uno, me toma otra vez la historia y me dice: ‘eso es todo’. Y le digo: ‘¿qué van a hacer?, ¿qué van a investigar? ¿No van a ir a buscarla?’ Dice: ‘vamos a dejar pasar 72 horas para empezar la línea de investigación’. ¡72 horas! En ese momento me enojé muchísimo, me salí llorando”, agrega.
La búsqueda ese domingo continuó a cargo sólo de la familia y de amigos. Con una pareja de ellos, la madre se dirigió al Circuito 21 a buscar a la adolescente que visitaría Diana –y que repitió que ésta no llegó a su casa–. De ahí, a diseñar e imprimir decenas de hojas de pesquisa con la fotografía de su hija y su número de teléfono. Las pegaron en casi todas las secciones de Los Héroes. Desde la primera, en Ecatepec, hasta la sexta, ya en Tecámac, en tiendas, postes y cualquier pared que consideraran “estratégica” para la difusión del caso.
La mañana del lunes 9, María Eugenia acudió a la Fiscalía Regional de Ecatepec, donde logró hablar con el secretario particular del entonces Fiscal Gerardo Ángeles. Horas después, fue cuando llegaron los agentes de la Policía Ministerial a la casa, con actitud “negativa” y agresiva, que la madre de familia contrasta con la disposición mostrada por los agentes del Ministerio Público.
“Entran y dicen: ‘necesitamos tomar fotografía de todo’; y empiezan a tomar fotografías de todo, del baño, de la recámara, de la ropa. Estaba el tiradero porque un adolescente no es nada ordenado, independientemente de que yo llegué a buscar si faltaba ropa, algunas cosas, para saber más de lo que estaba pasando, y en vez de decir ‘vamos a ayudarla’, no, (dicen) ‘es que esta niña es un desorden’. Empezaron a criticar”, narra Fuentes.
Fue la misma actitud con la que la agente Alejandra Arenas, agrega, le respondió que no servían las cámaras de seguridad cuando, desde el vehículo, Fuentes notó que había varias por el camino.
“Se supone que ellos tienen colmillo, tienen esa preparación para saber ‘bueno, en esta plaza sí hay cámaras, vamos a pedirla’, pero jamás tuvieron la iniciativa”, dice la madre de familia.
Fuentes continuó tratando de identificar y de localizar a los contactos de su hija en redes sociales. Así dio con una vecina de la sexta sección de Los Héroes que le informó que casi todos eran adolescentes de la zona. Días después, sin embargo, acudió un grupo de agentes policiacos a su casa, con las torretas de las patrullas encendidas, para reprenderla.
“Llegó un comandante y me dijo que me estuviera quieta. ‘Si sigue hostigando, metiéndose a aquel lado, refiriéndose a Los Héroes Tecámac, a hacer sus investigaciones, y si les llega a pasar algo a esos niños que son menores de edad, va a ser su culpa”, cita Fuentes.
“Y le digo ‘no, perdón pero no voy a hacerle algo a los chicos; yo estoy investigando cosas que ustedes no hacen, y no me voy a quedar sentada esperando que ustedes hagan el trabajo”, añade.
ADEMÁS
Otro que la amenazó fue el entonces Alcalde de Ecatepec, Pablo Bedolla, asegura Fuentes. “Cuando sale la Alerta Ámber de mi hija, la foto que traía no era muy legible, y lo que hice fue quitar la foto y poner otra; sé que a lo mejor fue alterar un documento oficial, pero era mi hija”, cuenta. “Y lo que recibimos de Bedolla fue amenaza: que dejáramos de hacer ‘tanto pinche escándalo’ y que nos iba a ir muy mal por haber alterado un documento oficial; en vez de decir ‘¿en qué podemos apoyar? Y nos mandaban quitar las lonas”, agrega.
La inactividad oficial contrastó con la campaña que la madre de familia inició en redes sociales, compartiendo constantemente la fotografía de su hija, su pesquisa y la de otras jovencitas desaparecidas, así como oraciones para encontrarlas.
Fue por eso, señala Fuentes, que en noviembre de 2013 la llamó el Fiscal Ángeles a su oficina, para recordarle que “estaban trabajando” y ofrecerle “lo que necesitara” con tal de que le “bajara al escándalo”. Y así se le ocurrió pedirle una búsqueda en el canal del Río de los Remedios, que corre paralelo al Circuito Exterior Mexiquense, a un lado de las diferentes etapas de Los Héroes.
“Le dije que quería que hicieran una investigación en el canal, el Gran Canal, o Río de los Remedios. Él se queda como transparente y me dice: ‘no puedo decir nada, pero estamos trabajando’ (…) No sabía que estaban haciendo un dragado”, relata.
EL HALLAZGO
Ningún dato le indicó a su madre el paradero de Diana durante meses. Un testimonio recabado en marzo de 2014 por la unidad de investigación de trata de Personas de la Fiscalía Central de Investigación del Estado y que indicaba que la adolescente podría estar cautiva en Cuautla, Morelos, resultó falso.
Días antes, en febrero, la fotografía de una joven víctima de feminicidio y en calidad de no identificada que Fuentes vio en el Servicio Médico Forense de Texcoco le había dado el primer presentimiento de que podría estar muerta. En el Ministerio Público del Estado de México, mientras, habían encontrado ya diversos restos humanos en el dragado del Gran Canal.
“Me comentan en el Edomex, la Fiscalía de Trata, que se había hecho un dragado del canal y que le dolía decirme, pero que igual y había salido ahí mi hija, que había cuerpos y que se estaba trabajando genéticamente en ellos”, detalla Fuentes.
El caso pasó entonces a un grupo de trabajo en el que participaron diferentes fiscalías del estado, donde se consideró abrir una línea de investigación para analizar probables vínculos con otro crimen que se investigaba entonces y que condujo a la detención de Erick San Juan Palafox, alias “El Mili”, un militar o ex militar acusado de encabezar una banda de feminicidas.
“Pero todo es negativo (con relación a Diana)”, dice Fuentes.
Así llegó el mes de septiembre de 2014, cuando la citaron para un encuentro en la oficina central de la Procuraduría, en Toluca, donde la recibió un grupo de funcionarios, peritos y la Subprocuradora para la Atención de Delitos Vinculados a la Violencia de Género, Dilcia García Espinosa.
“Y veo a la Fiscal y me presentan a varios y me le quedo viendo a Dilcia, y le digo: ‘Es Diana, ¿no?”, cuenta Fuentes. “Y es cuando me dicen que, efectivamente, había unos restos que habían coincidido con la genética y que era la identidad de Diana. Y me dijeron: ‘desgraciadamente los hechos son que el cráneo está sin cuerpo, y los pies, y no encontramos el cuerpo”, agrega.
La desarticulación y escasez de los restos impidió entonces que se conociera la causa de la muerte, explica Fuentes. Una segunda prueba de ADN cuyo resultado recibió en marzo de 2015 confirmó también la identidad de su hija y, en septiembre siguiente, otra llamada desde la Fiscalía de Trata le reportó sobre la identificación de una parte adicional del cadáver.
“El torso lo tenía la PGR, pero no sabían de quién era, y en lo que salió el resultado fue otro año. [...] Encontraron mas restos (en el canal); de los que yo sé es de un hombre adulto ya identificado, hay otro torso de otra niña que se fue a investigarle la genética", indica.
Con el torso, que como los pies y el cráneo presentaba cortes precisos –hechos con lo que Fuentes cree debió haber sido un arma con mucho filo–, se estableció que la causa de la muerte habían sido diversos golpes en el tórax que la víctima habría recibido en los primeros días de febrero de 2014.
ADEMÁS
La fecha del fallecimiento le indicó a Fuentes no sólo que el presentimiento que tuvo entonces de que Diana había fallecido era correcto, sino también que su hija estuvo viva durante cinco meses y, sobre todo, cerca de donde había desaparecido y de donde ella la buscaba, en la zona de Los Héroes, en los límites de Ecatepec con Tecámac.
“Es trata de personas”, concluye. “Sinceramente, creo que a nuestras hijas no las sacan del Estado de México; las manejan en casas, aquí”, afirma.
Los Héroes Tecámac es parte del polígono de este municipio que está bordeado al sur, al éste y al oeste por el territorio de Ecatepec, al norte de la carretera Texcoco-Lechería.
De acuerdo con Fuentes, que vivió ahí por años, el fraccionamiento se pobló con empleados de la Ciudad de México que, por la distancia, empezaron a abandonar sus casas. Éstas, dice, luego fueron ocupadas por personas probablemente vinculadas con la delincuencia organizada. “Llega a haber eso; empieza una pelea entre ellos, de droga, de mercado, de prostitución, para el control de la zona, incluso se meten en las casas y es ese tipo de personas. Ellos ocupan las casas con total impunidad. Entonces, tú lo comentas (a la policía) y se queda en un comentario y no pasa nada; sigue habiendo esa impunidad”, afirma la madre, ahora convertida en activista contra el delito de trata de personas.
“Entonces, cuando a mí me avisan que la niña estuvo cinco meses ahí, viva, no me queda duda de que existe la trata y de que nuestras hijas no han salido de Estado de México y mucho menos de aquí de Tecámac. Aquí hay muchos intereses, mucho dinero, se maneja la droga, la trata, todo tipo de delincuencia”, asegura.
La impunidad, insiste Fuentes, es explicable sólo por la colusión de las autoridades. “¿Cuántas chicas no hemos visto que han rescatado y que te cuentan que ‘llegó la policía, que salvación’, y son los mismos que las violan”, dice. “Son policías municipales y estatales; no dudo que por ahí haya también un político, algún pez gordo. Pero la trata está aquí en Tecámac y Ecatepec; a nuestras hijas las manejan aquí, de un municipio a otro, pero es Estado de México; no las sacan”, afirma.
Fuentes, hoy de 45 años, dice en la entrevista que, en los primeros días, solía culparse por el crimen de su hija, por haberse separado de su esposo y no haber estado más cerca de la hoy víctima.
Pero Diana no ha sido la única, dice. Tan sólo ella conoce otros cinco casos similares, de menores de edad residentes de Ecatepec y desaparecidas en Tecámac –municipio este último cuya peligrosidad, cree Fuentes, ha sido minimizada por su frontera con el que hoy se considera la nueva capital del feminicidio en México.
“No hay como tal, que digan, porque son hijas de gente pobre, porque son hijas de padres divorciados, niñas que andan en la calle”, explica. “Sólo he aprendido que culparse no nos regresa a nuestras hijas, y que no somos culpables de que nuestras hijas desaparezcan, sino que es un mal Gobierno el que tiene una falta de seguridad para nosotros como ciudadanos”, afirma.
Diana Angélica Castañeda Fuentes es una de cientos de mujeres que han sido asesinadas en el Estado de México en los últimos años. De acuerdo con la organización Solidaridad por las Familias, en 2016 se registraron alrededor de 80 casos y, en lo que va de 2017, van casi 40. El común denominador, dice el activista David Mancera, es la impunidad y la indiferencia de las autoridades.
“Yo siempre lo he dicho: en el Estado de México matan mujeres porque se puede, así de sencillo. Porque no hay una aplicación de la Ley para lograr que la Alerta de Género entre en vigor, porque la misma autoridad maquilla las cifras, porque la misma autoridad no hace una buena investigación”, dice Mancera, dirigente de Solidaridad con las Familias.
“De cien casos no ha habido más que una condena. Entonces, en el Estado de México matan mujeres porque es permisible por parte de la autoridad, por la negligencia con la que se maneja. Es como si dijeran: ‘te permito que mates mujeres; no te vamos a perseguir, aunque hubiera gente que quisiera, no se puede’, porque ni si quiera pueden obligar a las empresas telefónicas como ATT, Pegaso, Telcel y Iusacel a entregar las sábanas con la ubicación geográfica de un aparato”, agrega el activista.