Ciudad de México, 11 de marzo (SinEmbargo).- La realización de cualquier deporte o actividad físico-atlética no siempre es fácil. Algunos batallan para ejercitar al inicio de la semana, otros más en las primeras horas del día e incluso para encontrar tiempo en la apretada agenda de actividades. Sin embargo, la manera en cómo afrontes esto y te sientas después de la activación es lo que permite que la flojera se transforme en gusto, señala una investigación de la Universidad de Iowa.
El amor u odio al deporte es consecuencia de qué tan cómodas y positivas sean tus sensaciones al momento de realizar el ejercicio, así como lo que experimentes después de la práctica, según los investigadores estadounidenses, indicó Expansión en España.
En gran medida influye la capacidad de respirar adecuadamente durante la práctica y no rebasar el umbral ventilatorio, ya que cuando la gente inhala oxígeno, expulsa igual cantidad de dióxido de carbono, pero cuando se supera eso, el organismo exhala más dióxido de carbono, lo cual es una manifestación de que los músculos tienen más nivel de ácido, transformándose en algo nocivo para el organismo.
Es por esto que en lo referente al ejercicio hay quienes sienten pasión por trabajar su cuerpo y los que prefieren evitarlo más de la cuenta por sentirlo casi como una tortura para su organismo.
Todo ser humano tiene capacidad física para el esfuerzo, que si bien depende prioritariamente de factores genéticos como la capacidad pulmonar o el transporte de oxígeno, los investigadores han encontrado varios factores psicológicos y trucos cognitivos que pueden ayudar a incrementar la motivación.
Esto lleva a pensar a los miembros de la Universidad de Iowa a que la capacidad física de muchas personas podría ser muy inferior de lo que se piensa, pero con frecuencia rebasar sus límites (inconscientemente).
Los tres aspectos que según científicos de la Universidad de Iowa son: hasta qué punto una persona se siente capaz de realizarlo, si posee la sensación de que puede elegir hasta dónde hacerlo, y si dicha actividad fomenta las relaciones sociales.
Una prueba de cómo las sensaciones superan hasta la edad es Sharon Wienbar, una empresaria de capital riesgo que se aficionó a remar a los 48 años. “Es como si se me encendiera una chispa. Ahora es parte de mí”, dijo.
En su infancia, Wienar no destacaba por su facilidad atlética o gusto por la gimnasia, ahora le encanta la sensación de ponerse al límite. “Tengo una forma física mucho mejor que hace 10 años”.
Sin embargo también hay límites en circunstancias alternas, como el de las personas sedentarias, para quienes preparar una cena (alguna que no suele resultar desafiante en lo atlético) ya puede suponer una experiencia agotadora.
La misma situación les pasa a las personas que de un día a otro buscan cambiar su sedentarismo, pues se extralimitan en ritmo o en intensidad cuando empiezan a practicar ejercicio, lo que hace que acaben rindiéndose, o detestando la actividad.