Los resultados de este estudio refuerzan la evidencia de que el virus daña la placenta, más infectar al feto, lo que explicaría los casos de mortinatos relacionados con la enfermedad.
Por Lindsey Tanner
Los Ángeles, 11 de febrero (AP).- Una nueva investigación indica que el coronavirus puede invadir y destruir la placenta, y provocar la muerte del feto en las mujeres infectadas.
Es un resultado poco común en cualquier embarazo, pero las mujeres con COVID-19 tienen un mayor riesgo. Las autoridades creen que la vacunación puede ayudar a prevenir estos casos.
Investigadores de 12 países, incluido Estados Unidos, analizaron el tejido de la placenta y de la autopsia de 64 mortinatos y cuatro recién nacidos que murieron poco después del parto. En todos los casos se trataba de mujeres no vacunadas que habían tenido COVID-19 durante su embarazo.
El estudio refuerza la evidencia de informes de casos y confirma que es el daño a la placenta, más que la infección del feto, la causa probable de muchos mortinatos relacionados con la COVID-19, dijo el doctor Jeffery Goldstein, patólogo de la Facultad de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern, quien no participó en el estudio.
El informe se publicó el jueves en la revista científica Archives of Pathology & Laboratory Medicine.
La evidencia previa indica que las probabilidades de que se produzca un mortinato son más altas de lo habitual en las mujeres embarazadas con COVID-19, en especial de la variante Delta.
Las recomendaciones de vacunación incluyen a las mujeres embarazadas y señalan que tienen mayor riesgo de sufrir complicaciones cuando se infectan.
El autor principal del estudio, el doctor David Schwartz, patólogo de Atlanta, dijo que hay otras infecciones que pueden infiltrarse en la placenta y provocar la muerte fetal, por lo general infectando y dañando al feto.
Un ejemplo reciente es el virus del zika.
Él y sus colegas querían ver si ese era el caso de las muertes fetales en mujeres con COVID-19. Pero lo que encontraron fue casi lo contrario: era la placenta la que estaba infectada y se destruía en gran medida.
“Muchos de estos casos tenían más del 90 por ciento de la placenta destruida, lo que resulta muy aterrador”, afirmó Schwartz.
El tejido normal de la placenta tiene un tono rojizo saludable y esponjoso. Los especímenes que estudiaron estaban rígidos, con decoloraciones oscuras de tejido muerto. Aunque otras infecciones pueden dañar la placenta en ocasiones, Schwartz dijo que nunca había visto que causaran una destrucción tan consistente y extensa.
La placenta es un órgano que se forma y se adhiere al útero durante el embarazo. Se conecta con el cordón umbilical, proporcionando oxígeno y alimento del torrente sanguíneo de la madre.
Es probable que el virus llegara a la placenta a través del torrente sanguíneo, adhiriéndose a las células susceptibles y provocando depósitos de proteínas y una forma inusual de inflamación que bloqueó el flujo sanguíneo y el oxígeno. Esto, a su vez, provocó la muerte del tejido de la placenta y la asfixia, según los investigadores.
También se detectó el coronavirus en algunos de los fetos, pero las pruebas de asfixia en el útero apuntan a que el daño en la placenta es la causa más probable de la muerte, dijeron.
Un informe de noviembre de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos reveló que, entre las embarazadas estadounidenses infectadas por la COVID-19, aproximadamente uno de cada 80 partos fue un mortinato, es decir, la pérdida de un feto en cualquier momento después de las 20 semanas de gestación. Entre las mujeres no infectadas, la tasa fue de una de cada 155.
Las muertes fetales en el estudio ocurrieron en promedio a las 30 semanas. Un embarazo normal dura alrededor de 40 semanas.
No es claro si la variante Ómicron del coronavirus también aumenta el riesgo de muerte fetal. El estudio se realizó antes de que surgiera dicha variante.