La fiesta y la bohemia mazatleca tienen una larga tradición. Se encuentran en muchas de sus barrios, plazas, bares y cantinas de esquinas y rincones.
El Son-Sin, el Edgar, el 30-60-90, la Perla son tan solo algunos de los más populares en el Centro Histórico donde se reúnen los patasaladas de cepa y hay otros más turísticos, donde el visitante puede descubrir jóvenes valores que hacen de la música una forma de vida.
En ellos se mezclan una variedad de ritmos que van desde la tambora sinaloense, los boleros, el rock, la trova, el jazz, las cumbias y los corridos y se siente la presencia de Pedro Infante, Lola Beltrán o el inolvidable José Alfredo Jiménez que han dejado su impronta musical.
El puerto ha sido inspiración de poetas como de compositores. Amado Nervo. Gilberto Owen o Fernando Valadez hicieron de la ciudad su musa musical. Mazatlán es cuna de grandes músicos como de grandes amores y desamores.
Aquí presentamos una lista de canciones que a más de alguno le invitara a visitar la tierra del amarillo amargo del mar de Mazatlán, como alguna vez lo definió el poeta Gilberto Owen, seguro mirando desde Olas Altas uno de los 365 incendios crepusculares.
Mi paso por esos lugares no santos me permite recomendar con humildad mis preferencias donde me gustaría escuchar cada una de estas piezas musicales interpretadas hoy por extraordinarios músicos conocidos, desconocidos y reconocidos.
Mazatlán, ay mi Mazatlán, del inolvidable Mike Laure y sus Cometas, me gustaría escucharla en el Bar Puerto Viejo, la Fonda del Chalio o en El Faro, bebederos y comederos del Paseo de Olas Altas durante una de esas tardes de crepusculares que se acompaña excelentemente con una cerveza bien fría y un ceviche playero salpicado con un toque bananero.
Que mejor lugar para escuchar con la quinto shoot de tequila, el Corrido de Mazatlán de José Alfredo Jiménez, en La Perla o el desaparecido Camichín de la Playa Norte, donde según cuentan el guanajuatense la escribió en una de sus cantinas donde no faltaron los mezcales, el tequila y los camarones secos.
A Pedro Infante ya entrado en copas lo pondría a cantar Me canse de rogarle en una cantina de mala muerte de la zona de los muelles donde he visto marineros llorando borrachos por la nostalgia de la lejanía y la ausencia de la mujer amada.
A Lola la Grande me gustaría escucharla cantar El Sinaloense o Tristes Recuerdos en el kiosko de La Plazuela Machado, mientras tomó la enésima cerveza con los amigos del restaurant Pedro y Lola aunque un poco caro.
Fernando Valadez, sin lugar a dudas nuestro Agustín Lara, me gustaría escucharlo cantar Una noche más o Mala muy mala en el trago postrero en el Bar Son Sin o en la barra del Hotel Belmar rodeado de bellas mujeres sinaloenses. O mejor, depende del gusto y la prosapia, en El Presidio y El Aljibe.
Al mejor José Ángel Espinoza, Ferrusquilla, lo imagino cantando En Sinaloa nací con la banda el Recodo en una noche de rones en el Bar Edgar, donde entre fotografías históricas del puerto, les recuerda a los amigos con su letra festiva los caminos de la nostalgia por los mejores años vividos.
Elisa Pérez Meza, la rememoro entre copas de vino rojo en una noche de verano cantando boleros y trova en la Casa Museo de Los Pérez Meza, para un público cosmopolita, exigente y exultante que pide en la medianoche una más, por favor Elisa.
Al desaparecido Chilo Moran que mejor lugar para escucharlo en el recuperado espacio El Presidio, donde existe la mejor barra de Mazatlán, ahí entre copas de whiskey single malt crearía un silencio para que entren suavemente las notas de Take Five que hizo famoso a este jazzista concordense y podemos decir orgullosamente que es nuestro Charlie Parker.
Imaginémonos por un momento en el escenario de la legendaria cantina La Perla o la Ostionería del Puerto, echando unos tragos con un palomazo a los Tigres del Norte, ante unos sorprendidos parroquianos atendidos por bellas damas que ponen el toque distinguido a estos lugares de paisanos rodeados de cuartitos Pacifico y rones de buen linaje (ah, sin olvidar los camarones frescos).
Finalmente, a Don Cruz Lizárraga, patriarca de la Banda El Recodo, me lo imagino dirigiendo una tarde de Carnaval entre la algarabía etílica en la mítica Plazuela Sánchez Taboada y los solos de trompeta que nos recuerdan el Nino Perdido.
Ernesto Hernández Norzagaray nació en Sinaloa en 1952, es doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel II. Actualmente forma del Comité Científico de la Red Mexicana de Estudios sobre Calidad Democrática, titular del Grupo de Investigación de Comportamiento Político, Opinión Pública y Elecciones de Alacip y de la Red de Estudios sobre Elites Parlamentarias en México. Analista político del periódico sinaloense Noroeste y diversas publicaciones nacionales e internacionales. Autor de múltiples artículos y varios libros sobre temas político electorales. Tiene una columna semanal en SinEmbargo.