La adquisición de casi 5 por ciento de las acciones de la petrolera española Repsol YPF por parte de Pemex en 2011 marcó el comienzo de una oleada de compras de grandes inversionistas mexicanos en España, que ahora sigue en auge y que posicionó a México como el principal inversionista del país ibérico fuera de la Unión Europea. Si bien ambos países mantienen una estrecha relación económica –México es el primer proveedor latinoamericano de España y España es el tercer país receptor de exportaciones del país–, también es cierto que la crisis por la que atraviesa aquél país ha favorecido el auge de los mexicanos...
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Ciudad de México, 20 de agosto (SinEmbargo).– En los últimos años, algunos analistas comenzaron a advertir que los problemas económicos por los que atravesaba España podían significar oportunidades de inversión para las empresas mexicanas; incluso algunos medios de comunicación han aludiendo al pasado colonial de México, pero para hacer hincapié en que esta vez la “conquista” avanzaría por el Atlántico en dirección contraria.
Sin embargo, podría tratarse de un momento favorable sólo para las grandes empresas. El año pasado, las inversiones mexicanas en el país europeo crecieron 310 por ciento, con lo que se posicionó como su principal inversionista fuera de la Unión Europea, según el informe sobre Flujos de Inversiones Extranjeras Directas 2013, publicado por el español Ministerio de Economía y Competitividad.
Se trató del año en que se dieron algunos sucesos importantes para las empresas mexicanas en el mercado español: la compañía de autobuses ADO compró a la línea Avanza, la mayor empresa de transporte urbano de pasajeros en España; la empresa Sigma Alimentos, subsidiaria de Alfa, adquirió casi la mitad de las acciones de la empresa de cárnicos Campofrío Food Group, líder en su ramo en Europa, y presentó una oferta para adquirir todas las acciones; un grupo de inversionistas y empresarios, liderados por la familia Del Valle, adquirió el 6 por ciento del Banco Popular, con lo que se convirtió en el segundo mayor accionista de ese banco español.
También Fibra Uno, un fideicomiso para la inversión en bienes raíces en México, adquirió 278 oficinas del catalán Banco Sabadell, por cerca de 400 millones de dólares; mientras que el fondo de inversión Fintech, liderado por el mexicano David Martínez, adquirió, junto con el banquero colombiano Jaime Gilisnki, el 4.94 por ciento del Banco Sabadell.
A estos eventos, se le suman la reciente adquisición del 71.76 por ciento del grupo de restaurantes españoles Zena por parte de la compañía mexicana Alsea, que contempla la compra de 427 restaurantes en España (284 propios y 143 franquiciados).
La oleada de compras de grandes inversionistas mexicanos en España comenzó en 2011 con la compra de 4.69 por ciento del capital de la petrolera española Repsol-YPF por parte de Petróleos Méxicanos (Pemex). Se trató de una adquisición por más de 20 mil millones de pesos, con la que la petrolera mexicana pasó a controlar casi la décima parte del capital de Repsol, pues previamente había adquirido el 4.8 por ciento de sus acciones.
Ese mismo año, Carlos Slim Helú, el hombre más rico del país y quien ha sido considerado en más de una ocasión como el más acaudalado del mundo por la revista Forbes, adquirió 439 inmuebles de la caja de ahorro catalana La Caixa, a través de su brazo financiero Grupo Inbursa. Además, Slim Helú es socio y dueño de algunos paquetes accionarios minoritarios de empresas de capital español, como Gas Natural Fenosa.
También en 2011, Emilio Azcárraga Jean, el CEO de Televisa, se convirtió en dueño de la cadena televisiva La Sexta, al aumentar una participación accionaria que mantenía desde 2005. Además, está asociado en partes iguales con Grupo Prisa. Y la mexicana Grupo Bimbo obtuvo, también ese año, la autorización para comprar a la pacificadora estadounidense Sara Lee sus negocios en España y Portugal. De acuerdo con el análisis México y España en el espejo global, elaborado por la consultora PwC, Grupo Bimbo es una de las cuatro compañías mexicanas que más se han afianzado en España, junto con Grupo Modelo, Cemex y Vitro.
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De las cuatro, la que más historia tiene en España es Grupo Bimbo, pues tiene presencia desde 1964 y actualmente su cobertura en territorio español abarca la operación de siete fábricas, 73 delegaciones de ventas y una división logística.
En el caso de Cemex, su relevancia se explica porque en 1993 adquirió el control accionario de La Valenciana, la mayor cementera en España; mientras que Vitro tiene sus negocios Vitro Cristalglass y Vitro Chávez, que compiten en el mercado de vidrio plano para la industria de la construcción, refiere el documento de la consultora PwC.
La otra empresa mexicana con mayor presencia en España es Grupo Modelo, cuya incursión al mercado ibérico se dio a través de su subsidiaria GModelo Europa, encargada de la importación y distribución de los productos de la compañía en Europa, África y Medio Oriente.
Pero no han sido las únicas firmas que han puesto los ojos en España para hacer negocios. El análisis de PwC destaca que entre los personajes más representativos del empresariado mexicano que han volteado a ver a España está el grupo de empresarios e inversionistas mexicanos de ascendencia española, quienes han invertido en negocios inmobiliarios y financieros.
Son los casos de las familias Vázquez Raña, del Grupo Empresarial Ángeles; Losada, de Grupo Gigante; Bailléres, de Grupo Bal; y Amtman y Martin Bringas, de Organización Soriana, de acuerdo con el análisis de PwC. Otro caso similar es el de grupo Del Valle, liderado por el astur-mexicano Antonio del Valle Ruiz, quien además de presidir la empresa Mexichem, la mayor compañía industrial química, fue uno de los promotores y el primer presidente de la Asociación de Empresarios Asturianos en México, constituida en 2009.
En los casos de Grupo Bimbo y Grupo Modelo se trata de empresas cuyos fundadores tienen ascendencia española. Lorenzo Servitje es hijo de catalanes, mientras que el fundador de Grupo Modelo, Braulio Iriarte Goyeneche, provino de Navarra.
“Se está viendo en la balanza de pagos mexicana un éxodo de capitales de mexicanos hacia el exterior, es decir ricos mexicanos que consideran que el mercado nacional ya lo cubrieron [y] ahora se quieren lanzar a muchas partes, entre ellas España”, dice el doctor en Economía Arturo Ortiz Wadgymar, especialista en comercio exterior mexicano de Instituto de Investigaciones Económicas (Iiec) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Si bien reconoce que la incursión en el mercado español le ha dado a México una balanza comercial favorable por cerca de los 3 mil millones de dólares, Ortiz Wadgymar critica que los beneficios de las inversiones no sean para la economía mexicana en su conjunto, sino sólo para los empresarios y recuerda que toda inversión en el extranjero significa al mismo tiempo una salida de capital que no se invierte en México. “Los corporativos ganan, el país pierde”, sentencia el integrante de la Unidad de Investigación Economía Mundial del Iiec.
A MÉXICO LE IMPORTA ESPAÑA
El economista Ortiz Wadgymar y Lorena Ruano Gómez, profesora e investigadora de la División de Estudios Internacionales del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), coinciden en que la crisis por la que atraviesa España desde hace algunos años y que ha dejado a muchas empresas vulnerables, ha favorecido la incursión de inversionistas mexicanos para hacer adquisiciones de compañías que no requieren una gran inversión y que prometen ser redituables en el mediano plazo.
Pero, ¿la crisis económica por la que atraviesa España es la única razón que explica el interés de los empresarios mexicanos en la península ibérica?
Ruano Gómez, especialista en las relaciones entre México y la Unión Europea, dice que no y recuerda que la relación con España es una de las más importantes que tiene nuestro país en el exterior, porque es uno de los principales socios comerciales y económicos de México e históricamente han habido muchos intercambios entre ambos países, lo que ha facilitado la creación de nuevos vínculos.
“La historia y el hecho de que siempre hemos tenido una relación económica estrecha sí importa”, expresa Ruano Gómez. Datos de la la Secretaría de Economía y del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) reflejan la relevancia de esta relación comercial a ambos lados del Atlántico: México es el primer proveedor latinoamericano de España y España es el tercer país receptor de exportaciones de México.
Además, el monto del comercio entre ambos países actualmente es de 11 mil 500 millones de dólares, con una balanza favorable para México de 2 mil 800 millones de dólares, refiere el Director técnico de comercio exterior del Consejo Empresarial Mexicano de Comercio Exterior, Inversión y Tecnología (Comce), Fernando Ruiz Huarte.
El directivo del Comce explica que, vista en el tiempo, la incursión de México en el mercado español es más notoria: en 1999, la comercialización entre ambos países era de alrededor de 2 mil 300 millones de dólares, con una balanza desfavorable para México de alrededor de 370 millones de dólares. ¿Qué fue lo que cambió desde entonces que explica esa relevancia actual de México en el comercio con España?
Por una parte, la entrada en vigor en el año 2000 del Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea (TLCUE) y el Acuerdo de Promoción y Protección Recíproca de Inversiones (APPRI) entre México y España. Pero también el aumento en la exportación del principal producto que históricamente México ha vendido a España: el petróleo, que representa el 88 por ciento de las ventas actuales de México a ese país, de acuerdo con Ruiz Huarte.
Datos del Inegi y de la Balanza comercial de México enero-mayo 2014, en 2005 nuestro país exportó 58 millones 703 mil barriles de petróleo crudo a España, el 9 por ciento de sus ventas de crudo a nivel mundial. Para 2013, México le vendió 64 millones 78 mil barriles, equivalentes al 16 por ciento del total de las exportaciones mexicanas.
Durante ese periodo, sólo una cosa se ha mantenido: España era y sigue siendo el segundo receptor de petróleo crudo mexicano. A decir de Ruiz Huarte esta situación de concentrar las exportaciones a España en un solo producto podría cambiar, ya que hay otros sectores productivos que están incursionando en el comercio con la península ibérica, particularmente de manufacturas de autopartes y productos electrónicos.
“A diferencia del pasado, ahora estamos comercializando como 70 u 80 distintos productos, entonces yo creo que en un futuro lo que va a significar es que vamos a incrementar más los productos no petroleros y esto va a fortalecer la relación comercial entre México y España”, dice.
El Instituto de Comercio Exterior (ICEX) del Ministerio de Economía y Competitividad de España refiere que después del sector de combustibles y lubricantes, los sectores donde el comercio mexicano actualmente tiene incidencia en el mercado español son los de autopartes, química orgánica e inorgánica, instrumental médico y quirúrgico, hardware informático, bebidas alcohólicas, hortalizas y verduras frescas. material eléctrico, materias primas y semimanufacturas de plástico, y pescados congelados.
Ruiz Huarte y Ruano Gómez son optimistas respecto al momento que vive el empresariado mexicano en España, pues consideran que su incursión creciente en ese mercado es señal de que les interesa diversificar sus exportaciones a mercados distintos al estadounidense (que actualmente concentra el 79.5 por ciento de las ventas de México al exterior) y ven a España no sólo como un destino relevante por los vínculos económicos y culturales con México, sino porque es la puerta de entrada al mercado europeo.
LOS VERDADEROS BENEFICIADOS
Entre los empresarios mexicanos que han volteado la mirada hacia España hay varios personajes con ascendencia española o con alguna filiación hispánica. Cuestionada respecto al peso de estos vínculos, Ruano Gómez dice que los vínculos culturales sí tienen un peso en la relación entre ambos países, pero no lo considera un caso exclusivo de México y España.
Para Ortiz Wadgymar esos vínculos no son relevantes en el mercado global, donde tiene más peso una corporación que un país. “Creo que son mercados globalizados entre grandes empresas. No se puede hablar de México o de España, o de los mexicanos, o de los españoles, sino de esos grandes consorcios corporativos que son los que trabajan de esa manera, sin pensar en el beneficio para cualquiera de los países”, opina. “No les interesa mucho sus nexos familiares, sino donde está la ganancia”.
La incursión de inversionistas mexicanos en España, no obstante, también ha tenido momentos negativos para los empresarios. Uno de esos episodios ocurrió en 2005, cuando Slim buscó participar en la licitación de banda ancha para telefonía móvil en España. A pesar de que ha conseguido incursionar en otros sectores, el magnate mexicano no consiguió entrar al mercado español en telecomunicaciones.
En una entrevista que el diario español El País le hizo en 2008, Slim se refirió a ese episodio arguyendo que el proceso de licitación de 10 megas de banda ancha había sido como un “concurso de belleza”.
“…Nos interesa el sector de las telecomunicaciones. En su día, ya demostramos que teníamos interés en la telefonía móvil cuando se sacaron a concurso 10 megas. Pero era al estilo beauty contest, concurso de belleza. Nosotros planteábamos a la autoridad que la concesión se ofreciera en función de quién ofreciera mejores precios a los clientes, pero se primó al que invirtiera más en áreas rurales. Para una nueva empresa, su capacidad de inversión en áreas rurales es mínima. Veíamos muy interesante la posibilidad de ofrecer precios mucho menores, pero no fue posible”, declaró.
Otro caso fue la ríspida relación entre los directivos de Pemex y Repsol, que culminó el pasado 3 de junio, cuando la principal empresa paraestatal del gobierno mexicano finalmente vendió 7.86 del 9.49 por ciento de participación accionaria que tenía en la petrolera española. Con el 9.49 por ciento que poseía, Pemex era el segundo socio de la petrolera española con más alto volumen de acciones, además de ser su socio más antiguo.
El titular de Pemex, Emilio Lozoya Austin, dijo que la venta de activos de Repsol se debió a la baja rentabilidad de los títulos.