Por Marco Antonio López Romero
San Salvador Atenco, Edomex, 22 de junio (SinEmbargo).– En la plaza de Atenco, en el Estado de México, bajo el sol que cae sobre el aceite en que se fríen quesadillas, tacos y, en general, garnachas, se ve poco movimiento; es un domingo a las 10 de la mañana y, más allá de hombres y mujeres que pasan en bicicleta, todo se ve tranquilo, aunque en unas horas los pobladores habrán de juntarse para decidir, en una segunda asamblea, qué pasará con las tierras de este pueblo que, otra vez, está al borde del despojo.
Más allá de los puestos de comida está la iglesia. En la iglesia, al fondo, atrás del altar, no hay un retablo barroco atiborrado de líneas curvas unas encima de otras, doradas, para apantallar espectadores. No hay tampoco un dios sangrante clavado en una cruz que nos recuerde nuestros pecados. Ahí atrás hay un dios vivo que saluda con la mano derecha alzada al cielo, sonriente. Y hay un párroco hablando de paz y amistad y Pascua, aquí en un pueblo en el que nos han hecho creer que habita la especie más salvaje del país, trogloditas que con machetes han retado al gobierno y a la ley; eso nos han dicho, pero la verdad es que parecen hombres, sólo hombres y mujeres y niños y una iglesia y puestos de comida y colores, regiletes y olores tan antiguos como el maíz, el trigo, la cebada, el frijol.
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En un café de la avenida Insurgentes en la Ciudad de México, luego de dos horas de camino desde San Salvador Atenco, encuentro a América del Valle –hija de Ignacio del Valle, dirigente del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra-. Ella me dice con su voz ronca, enferma, que la historia de la lucha de su pueblo es más o menos así:
2001, EL AEROPUERTO
En ese año el recién ascendido al poder, el Presidente Vicente Fox Quesada –primero del Partido Acción Nacional (PAN) luego de más de 70 años de mandato priista– anuncia el 22 de octubre la construcción de un aeropuerto internacional con una inversión inicial de 18 mil millones de pesos. Para esto, anuncia también la expropiación de 5 mil hectáreas de tierras agrícolas ubicadas en Texcoco, Estado de México, pueblo colindante con Atenco.
América del Valle dice, despacio, sentada en esta mesa cuadrada de un café que se llama Punta del Cielo, luego de dar un sorbo a su americano: “Llega el 22 de octubre y bueno, el decreto que finalmente le cae al pueblo, la expropiación, para muchos no era algo nuevo, no dejó de ser algo indignante por supuesto, para la mayoría de la población sí fue un golpe fuerte porque antes de eso había como tres opiniones: una que estaba abiertamente a favor de la venta de la tierra”.
–Pero todavía ni siquiera sabían cuánto les iban a dar por la tierra.
–Ellos ya sabían, yo supongo que sí, los priistas siempre eran los operadores del despojo.
Y había otra opinión incrédula de ‘no creo, sería imposible aquí, y si fuera el caso pues contra el gobierno no se puede’. Y habíamos otra opinión que decíamos ‘bueno la vamos a tener muy canija, pero vamos a tener que defender la tierra’, y a nosotros también se nos hace imposible que se nos imponga una cosa así, porque no es otra cosa que el exterminio, no sólo de los ejidos, sino de todas las implicaciones sociales que trae un proyecto de esta dimensión.
Pasaron meses de rumores antes de aquel día de octubre: “Y llega ya por fin el confirmatorio y el pueblo se levanta, se tiene que levantar, decide defender la tierra y el pueblo se organiza haciendo además uso de sus formas de por sí tradicionales.
De ahí empieza una lucha de día y noche, de todos, no sólo los ejidatarios. Decidimos luchar, aprender a organizar foros, asambleas con más comunidades, conferencias, mítines. Tuvimos que salir a las calles”, recuerda.
Es en ese momento que las ocho comunidades que conforman el Municipio de Atenco y las de Texcoco deciden unirse a luchar por una causa común: la defensa de la tierra. De esta manera conforman el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra. Toman, cosa lógica si se piensa en él como una herramienta de trabajo, el machete como emblema, emblema que, paradójicamente, sería también su calvario: “Desde un inicio se nos ataca y se nos lincha por portar el machete como un símbolo de lucha, era muy novedoso para muchos, otros lo rayaban en salvajismo. El llegar a la ciudad en pleno siglo XXI con machetes a exigir la defensa de la tierra, cuando pues se supone que estamos en un país democrático. Pero Atenco vuelve a recordar que no es así, que el pueblo cuando ha pedido diálogo, cuando ha pedido respuestas, cuando ha pedido consulta, información, no hay tal, nunca lo hubo. Entonces el pueblo se vio obligado a luchar, incluso contra las calumnias de los medios de comunicación”, América lo dice, se siente traicionada por lo medios.
Atenco vive su primer parto luego de 9 meses de lucha: “Siempre buscamos diálogo. Nunca hubo. Si nos golpean, nosotros nos tenemos que defender. Toda esa es la circunstancia de un gobierno que nunca nos escuchó”, gobierno es una palabra que aparece muchas veces en la plática de América, cuando no lo llama así prefiere decirles “ellos”.
Cuenta que el 11 de julio de 2002 un grupo de manifestantes que marchaba para reclamarle a Arturo Montiel Rojas la edificación del aeropuerto es interceptado en una comunidad cerca de Tehotihuacán por policías estatales que los agreden y arrestan, entre los manifestantes iba José Espinoza Juárez, un campesino que a los pocos días murió por las heridas que le dejaron los golpes oficiales. Del parto de Atenco surge un muerto e indignación de un frente que en ese momento decide que no se va a detener. Nunca.
“Al no tener una respuesta de por qué los detuvieron. La comunidad decide retener al subprocurador y algún que otro funcionario de la Procuraduría de Texcoco y a policías. Es un momento crítico. Las comunidades decidieron cerrar la carretera y cayó la amenaza de que venía el Ejército para rescatar a los funcionarios. Como si nosotros hubiéramos provocado esto, como si a nosotros nos encantara que tuvieran a nuestros compañeros presos. Entonces el pueblo se pone a la altura del Estado por una razón que es la real en el fondo: la tierra.
“Con la idea de pasar por encima de la gente como lo ha hecho siempre el gobierno llegó también a Atenco sólo que se equivocaron porque se encontraron un pueblo que para todo ha tenido argumentos legales. Se toparon con un pueblo que tuvo la capacidad de rebelarse, tuvo la capacidad de organizarse. Ese fue su error”.
El 14 de julio el pueblo desconoce la autoridad del gobierno estatal y pide diálogo con el federal sólo para decirle que la tierra de Atenco no tiene precio. Esa madrugada soltaron a los presos y soltaron también la esperanza de construir un aeropuerto en las tierras agrarias de Texcoco, esa madrugada un pueblo con poco menos de 50 mil habitantes venció al gobierno, al Presidente, al PAN [Partido Acción Nacional], al PRI [Partido Revolucionario Institucional], al sistema… por primera vez.
América recuerda ese día y una comisura de su boca se levanta, se estira hacia la mejilla, un segundo nada más y se esconde, casi como una sonrisa, casi.
2006, LA VENGANZA
“Esos siguientes años no es que a Atenco le regresaron las tierras y volvimos a ser felices, ¡no!, nos cambiaron la vida ese 22 de octubre”. La voz de América a partir de este punto en su relato se empieza a alzar gradualmente y yo la veo venir creciendo como ola.
En 2001 Atenco ganó, se puede decir, pero quedaron secuelas. Viejos rencores y viejos oficios guardados en archiveros con investigaciones previas a cada uno de los participantes en las manifestaciones en contra del aeropuerto. Viejos rencores en forma de hojas con órdenes de aprehensión.
Para marzo de 2003, fecha de elecciones municipales, los pobladores de Atenco sienten que no están listos para elegir a un gobernante porque no hay gobernabilidad, su gobernante los vendió y se fue. Huyó del pueblo cuando se cayó el decreto del aeropuerto. Cancelan las elecciones. Se posponen para julio. Llega julio. Pero no las elecciones. Agosto. Diálogo. Elecciones. Pero tuvieron que firmar un acuerdo el 17 de agosto el gobierno y el Frente de Pueblos en el que se reconoce a éste como organización social gestora de la defensa de la tierra, como interlocutor entre los pueblos y el gobierno. Acuerdan también que se congelen las órdenes de aprehensión.
América hace énfasis y repite “se congelan, el mismo verbo lo dice”. Una cosa que con el tiempo se puede revertir. Pero ahora Atenco otra vez le dijo al gobierno lo que tenía que hacer y cuándo lo tenía que hacer y el gobierno obedeció… otra vez. Sin embargo algo quedó ahí ese día, otro rencor acumulado. La bestia iba creciendo.
“Vienen las elecciones (nacionales de 2006), viene La Otra Campaña y nos adherimos a esa iniciativa política en esta posición que tenemos como gestores. Y ahí aparece la demanda de los floristas de Texcoco que piden que no se les reubique. Porque los querían mandar, a los vendedores que llevan décadas ahí, a un mercado lejano al que no querían ir. El 2 de mayo se llega a un acuerdo para que les respeten y los dejen ahí y más en esas fechas clave para los comerciantes de las flores por el Día de las Madres, el del Maíz, así se acordó y al día siguiente vemos lo que ya vimos. La cacería”.
La cacería fue, evadiendo detalles de llanto, sangre, gritos, golpes, patadas, balas, fuego, en resumidas cuentas –datos bastante fríos– así: “¿Cómo es posible que tienes que llegar a un punto de represión en donde el saldo es 207 detenidos, 40 mujeres torturadas sexualmente, dos asesinatos, aprehensiones arbitrarias, sitiar a un pueblo, hacer cateos ilegales? En fin. Todo lo que ocurrió ese triste 4 de mayo ¿por unas flores? ¡Por favor a nosotros no nos engañan! El pretexto fueron las flores pero fue un péeeeesimo pretexto”. Pésimo pésimo pésimo. La palabra cae sobre la mesa junto con la mano que estrella el vaso casi vacío, cae una vez pero es como si lo hiciera tres o cuatro veces, rasguña la garganta enferma de América… pésimo. La voz estalla, la ola se estrella, se dispersa, se cae, se quiebra.
Nace otra ola de oraciones más grande, más escándalosa, más llena de indignación: “¡En realidad lo que querían era extinguir el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra! Y además en un momento muy oportuno, porque hay gente que pregunta por qué, y por qué a plena luz día, ¡pues porque sí, porque hay represión y porque hay cosas que ellos quieren que veamos todos!, si la represión se publicitó, la represión se trasmitió a plena luz del día, se llevó a cabo desde las 6 de la mañana hasta donde ellos quisieron. Tooodo el 4 de mayo se publicó. ¡Estaban felices, llamaron a más Policía para que reforzara todos lo enfrentamientos que se llevaban a cabo en Atenco! Desde el 3 de mayo se pidió diálogo y el gobierno estatal dijo ‘no, ese es su problema, ai [sic] se ven’ ¡Se pidió diálogo desde las primeras horas del 3 de mayo, desde los primeros enfrentamientos. ¿Cuál enfrentamiento?, enfrentamiento es cuando estás ahí peleando en partes iguales, ahí los tenían atrincherados… No hubo otra opción. Nunca hubo diálogo, nunca quisieron diálogo, siendo que había funcionarios del Estado de México que tenían nuestros teléfonos. Había un acuerdo además que se violenta, se traiciona. Y al día siguiente vemos una fiera desatada vengándose, no de unas personas que fueron a defender a unos floristas… sino se estaban vengando de un pueblo que ha dejado un referente en la lucha de México y un referente además histórico para todos los pueblos que luchan”.
Luego de esos días que América recuerda como “mayo rojo” queda un pueblo apaleado y desmembrado. Unos van a la cárcel y otros tienen que huir, como América, con órdenes de aprehensión. América ahora habla bajito, despacio, apenas y se escucha su voz ronca y cuando le pregunto qué pasó, qué hizo ese tiempo que tuvo que estar escondida, en dónde estaba, evade la pregunta, y la voz más chiquita cada vez apenas cuenta en plural para despersonalizar su historia: “nos tenemos que ir de nuestras casas, nos tenemos que ir de nuestros terruños, nos tenemos que refugiar algunos ya con órdenes de aprehensión… Y pasan 4 años en esa resistencia. Yo le decía mi exilio perpetuo. Un exilio al interior de mi propio país”. Cuenta que estuvo en Guerrero, Chiapas, Oaxaca, pero bien pudo haber dicho Disneylandia, París, Groenlandia, cualquier cosa porque no me quiere decir exactamente dónde estuvo y yo después entenderé por qué.
A Ignacio del Valle lo condenaron a 120 años de prisión y lo internaron en el penal de máxima seguridad de Santa Martha, junto con otros líderes del movimiento. En 2010 salen libres gracias a un fallo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en el que determinó improcedentes las acusaciones hechas por la Procuraduría General de Justicia del Estado de México. Libres todos. Eliminadas las órdenes de aprehensión. Regresan a su pueblo.
Esa, me dice América, es la historia de lucha de su pueblo.
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San Salvador Atenco. En la plaza de Atenco este domingo templado, una mujer frente al Auditorio Municipal, micrófono en mano, pregona, antes de la segunda asamblea:
“En su momento nuestras viviendas fueron de adobe, ¿y de dónde las obtuvimos?, pues de la tierra. La tierra nos ha dado todo. La tierra acompañada con el agua nos ha dado la vida. Así que no podemos permitir que la tierra cambie su régimen. Debe seguir manteniendo su carácter ejidal”.
Las asambleas son, en palabras de América: “una tradición, una forma de decisión muy… es milenaria esa manera de decir las cosas en los pueblos, en este caso en Atenco se retoma esa forma”.
–¿Pero es totalmente respetable y válida?
–Claro, digo por supuesto siempre hay posturas, siempre va a haber posturas encontradas, pero para eso son asambleas, la asamblea es el espacio político y social de discusión de los pueblos”. Las cosas se deciden en tres asambleas. En la tercera, una semana después de esta entrevista, no dejaron participar al Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra. Les impidieron el paso. Una nota de La Jornada lo documenta. Atenco cambió de régimen su tierra a “dominio pleno” que finiquita el sistema de tierras comunitarias. Atenco está ahora abierta a la venta y el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra al borde de otra batalla.
Ignacio del Valle dijo en 2001: “Si nos quitan este territorio nos quitan todo”. Su hija América del Valle me dijo en ese café, 13 años después: “El arrebatarnos nuestra tierra no es cualquier cosa, es arrebatarnos también la vida”. La pelea entonces es por la vida misma.
Entiendo que si América tuviera que huir otra vez, lo haría al mismo lugar al que fue de 2006 a 2010; y sé por qué no me lo dijo.
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Ciudad de México. ¿Tienes miedo?, se le pregunta a América entendiendo que tal vez les espera lo peor, que la posibilidad está ahí, presente.
“Sí, sí, sería una mentirosa si te dijera que no. Miedo no sólo a la represión miedo a ver un Atenco devastado, miedo y dolor de pensar en nosotros desterrados, sin nada”.