ANÁLISIS | Siria, el país que en medio de una tragedia, decide que es momento de salir a votar

03/06/2014 - 12:00 am

Por Maruan Soto Antaki*

Foto: EFE
Para analistas políticos los comicios presidenciales en Siria, en plena guerra civil, son una farsa. Foto: EFE

Ciudad de México, 3 de junio (SinEmbargo).– Una de las grandes culpas que cargará occidente es haber convencido a parte del mundo que la solución de todo se encuentra en la democracia, otra será no dejar claro de qué se trata y permitir se resumiera para muchos, en el mero acto de votar.

A lo largo de los últimos tres años he insistido en las grandes diferencias de la violencia en Siria y México. Hace un par de semanas, incluso, durante una feria del libro al norte del país, en una ciudad brutalmente golpeada por la guerra contra el narco, expliqué cómo la violencia tiene jerarquías. No será lo mismo dar una bofetada que tumbar a alguien a patadas, moler a golpes que propinar un hachazo en la cabeza, balacear a golpe de Kalashnikov un casino o fiesta infantil, que soltar bombas de barril desde un Mig ruso contra una manifestación llena de mujeres y niños pidiendo el fin de una dictadura. Sin embargo, existe un punto donde el recuerdo del consciente mexicano, más que los mismos hechos en términos actuales, permitirán entender el escenario donde se desarrollan las elecciones sirias de este tres de junio. Aunque tengo que insistir, ni siquiera con nuestra experiencia electoral, Siria se parece a México.

Al iniciar las primaveras árabes mencioné el peligro de la occidentalización de oriente medio, nuestro principal logro a la izquierda del Mediterráneo: la democracia mal entendida. Elecciones no son democracia, esta es mucho más compleja pero convocando a un referéndum, los países se atavían con el disfraz de una sociedad y un Estado responsables.

Entrando al cuarto año de guerra civil en Siria, podemos contar más de 160 mil muertos, nueve millones de desplazados y refugiados –hablando de un país de veintitrés millones, es bastante–. En medio de todo esto, la dictadura de los Assad, decide que es momento de sufragios a pesar de tener a casi la mitad de la población imposibilitada.

La elecciones no servirán de nada pero representan un enorme riesgo en el conflicto. La trampa es espantosa: Assad va a ganar limpiamente.

La democracia es un ejercicio de diálogo, para entablarlo hay que tener las partes interesadas no solo en llegar a algo, también es necesaria su presencia. La principal fuerza de oposición siria se encuentra fuera de sus fronteras; exiliados. La oposición tolerada goza de este aceptado privilegio por su cercanía con el régimen –de lo contrario la tolerancia sería inexistente, nos encontramos frente a una bestial dictadura con más de cuarenta años en el poder–. De veinticuatro candidatos que se postularon, solo dos fueron admitidos. Los encargados de este dictamen, un congreso que aplaude y se pone a los pies del régimen. Para poder participar era necesario cumplir con ciertos requisitos, primero ser musulmán. Esto dejó fuera a más del 10 población de la población. Segundo, haber vivido en Siria los últimos diez años, excluyendo cómodamente a la oposición en suelo extranjero, esa que se reunió hace poco en Ginebra. Luego, contar con el apoyo de por lo menos treintaicinco de los doscientos cincuenta miembros del parlamento.

Siria tiene tres candidatos a la Presidencia que contenderán por un mandato de siete años, de los dos primeros hay poco para decir, son Maher Abdul-Hafiz y Hassan bin Abdullah, ninguno cuenta con representación popular ni se han ocupado de plantear una propuesta de gobierno, saben que no es necesaria. La tercera opción es bastante obvia, Bashar al-Assad quien irá por un tercer periodo.

En Líbano se han abierto ya las casillas. El país vecino cuenta con un gran número de sirios refugiados y otros viviendo ahí desde los tiempos de la ocupación por parte de Damasco. El escenario es un simulacro para las elecciones grandes, solo los previamente registrados pueden acudir. ¿Dónde se registran? En la embajada, es decir, con el régimen. Usan su pasaporte para poder empadronarse, un documento obligatoriamente vigente y de un portador no perseguido por su insurrección. Es gigantesco el número de exiliados quienes salieron del país en estos años y han perdido sus papeles, a otros se les ha vencido y su condición migratoria impide renovarlo sin ser arrestados. Son los sin país, perdieron nación por desafiar a sus gobernantes. Menos votantes para nutrir un espectro de democracia. Queda claro que ninguno de lo oponentes batiéndose en las trincheras va a acudir tranquilamente. Tampoco aquellos viviendo en casas de campaña en un campo de refugio tras la destrucción de sus hogares y el asesinato del algún familiar.

Desde el inicio del conflicto se ha tomado una bandera como símbolo de la insurrección, el estandarte del Estado tiene franjas de tres colores, negra, blanca y roja. Para la oposición, la bandera sustituye el rojo por verde, los colores existentes antes del golpe de Estado de Hafez al-Assad en la década de los setenta. Cada funcionario encargado de recibir los votos trae una gorra a la cabeza, será fácil adivinar su decorado.

Recuerdo la primera elección del actual presiente, las opciones eran Bashar o Bashar, en las boletas uno debía escribir: sí o no. Para el segundo periodo en 2007, ganó con un 97.6 por ciento. 2.2 puntos fueron considerados votos inválidos. Esta semana el resultado va a ser el mismo aunque puede cambiar el porcentaje. Las elecciones arrojarán datos interesantes, recordemos que la mitad del país no puede votar al estar fuera de sus lugares de origen y los espacios de votación solo se encontrarán en las zonas controladas por la dictadura. Pero en los esquemas de la democracia electoral, los que cuentan son la mayoría de los votos registrados en casilla, así que si solo votaron tres y por Bashar lo hicieron dos, ganará con un 66.3 por ciento. Según las reglas, el resultado es legítimo y ahí se encuentra el mayor peligro. En un país donde las elecciones cuentan tradicionalmente con una baja asistencia y por primera vez se medirán tres candidatos, no adversarios, la figura de democracia occidental servirá para poca cosa.

Sin diálogo un sufragio es inútil. Aquí sí podremos ver ciertas similitudes con el espíritu del demócrata nacional.

La campaña electoral ha sido breve, saben que sin importar los esfuerzos, las cosas apuntaran a un solo lado. En las calles de las ciudades y poblados bajo dominio de los militares del Estado, se ven carteles con el rostro del dictador, no necesariamente recién impresos. La cultura de adoración heredada de los soviéticos, tapizó desde siempre las avenidas pero, no olvidemos que cuando la violencia llega a estos límites, no hay inocentes más que los niños. Fuerzas rebeldes –son muchas y distintas–, han sido casi tan bestias como el gobierno. Hace unos días un atentado frente a una oficina del Estado acabo con la vida de unos cuantos. Antes, uno de los candidatos rechazados fue secuestrado. En estas condiciones podríamos pensar que las elecciones significarán poco pero no. Trágicamente permitirán la prolongación del conflicto.

Con el rechazo por parte de rusos y chinos de cualquier opción responsable, más la nueva política norteamericana de no ocuparse más que de lo propio e inmediato –porque no les queda de otra. Están quebrados.–, una elección aunque internacionalmente se descalifique, le dará legitimidad al régimen. Como con las armas químicas, habrán cumplido eso que en occidente pensamos es la panacea. Bashar y sus aliados tendrán una nueva carta a su favor, dirán que la población está de su lado. Están comprando un tiempo fuera, en términos más deportivos de lo que es la guerra. Así pueden permanecer hasta que el marcador se agote.

El desarme de gas sarín le fue increíblemente útil al régimen, pudieron seguir masacrando con esas armas que por pensarlas primitivas nos hacen creer son menos mortales. Más de 160,000 muertos, contaba. No será necesario que ellos también voten para garantizar un triunfo. Cualquier régimen totalitario, no solo el sirio aunque se distinga por animal, es capaz de mantenerse sin una fuerte fuerza popular tras de sí, ya sean los militares en su nómina, milicias, grupos paramilitares, sistema de policía secreta, no secreta y partidarios, todos ellos votarán e intimidarán a otros para que lo hagan a su conveniencia. Frente a la embajada siria en Beirut se ven a varios de estos grupos besando la foto de Bashar, gritándole a quienes se reúnen para ser rechazados. –Si eres sirio votarás por Bashar, si no quédate en tu tienda (de campaña, claro). Alahuakbar.

En las calles de Damasco marchan manifestantes prorégimen. Ellos son los únicos que pueden hacerlo sin miedo a los francotiradores y las bombas rusas e iraníes, compradas por la capital. Vendidas por los aliados, responsables como el gobierno de la matazón. Si la elección fuera transparente, Siria se enfrentará a una reelección.

Distintos segmentos de la oposición llevan semanas haciendo un llamado a anular los votos, le llaman votar en blanco, sabemos de esas cosas. Otros dicen que de hacer esto se estará legitimando un proceso, suerte de farsa. Da igual; abstenciones, boletas rayadas o no, Bashar va a ganar y su parlamento lo declarará presidente. Créanme, los encargados de contar los votos son ellos mismos.

La población civil de Siria está sufriendo. El ataque con armas químicas ha escalado el conflicto. Foto: EFE
La población civil de Siria está sufriendo. El ataque con armas químicas ha escalado el conflicto. Foto: EFE

¿DE QUÉ VA A SER BASHAR PRESIDENTE?

De un país en ruinas, absolutamente en banca rota, con la mitad de la gente huyendo y alto porcentaje en fosas comunes. Ese es el país Assad.

En uno de los Estados más viejos del mundo tampoco caben otras opciones. De haberse abierto las posibilidades a más candidatos, libres, no ligados al palacio presidencial, las cosas iban a ser parecidas. No existe una respuesta clara para explicar quiénes son los rebeldes, están lo que en un inicio salieron a las calles, los familiares de los caídos, los hartos de cuatro décadas de opresión. Pero también las milicias islamistas ligadas a eso que se le llama al-Qaeda, adoptando una marca registrada –la misma añeja organización terrorista– como símbolo de una lucha a la que no fueron invitados y de la que no forman parte.  Están los que desde Europa intentan reconstruir un país inexistente. Si todos presentarán a su candidato, la mayoría de los votos también caerían para Bashar, no por una mayoría representativa como por una multitud que ante el hecatombe, no tiene más que irse con quien ya saben cómo los va a matar. La democracia en estas condiciones no juega, ni si quiera se parece a la de los griegos cuando la inventaron, mucho menos a la del occidente contemporáneo.

Las elecciones son una caricatura que quiere y logrará darle a occidente respiro sobre una tragedia. Si bien hacia el exterior ningún país le da el menor reconocimiento –porque no lo tiene–, al interior, Assad habrá ganado su teatro.

Las dos conferencias de paz en Ginebra estipulaban un gobierno de transición como condición para lograr la recuperación del país. De nuevo, queremos ver con ojos occidentales una realidad alejada. Con el resultado de esta semana, Bashar anunciará la muerte del proceso de Ginebra, su triunfo le permitirá jugar con la ilusión de no solo contar con la proclama popular, sino también el respaldo que sus fuerzas requieren para imaginar sus acciones son justas y tienen razón en seguir con sus políticas: en unos días veremos cómo el régimen afirma que con las elecciones, prueba el problema es doméstico y su solución recae en manos propias. Y el mundo entero negará con la cabeza mientras la crisis humanitaria crece. Recordemos, esas crisis nunca son locales. No estamos hablando de llana política internacional, tantos muertos deberían ser problema o al menos preocupación de todos.

Solo el cansancio permitirá a las partes poner fin a esto. La democracia pareciera funcionar entre distintos algo iguales. Para Medio Oriente, nuestra idea de este esquema de gobierno tiene poco que hacer. En esa parte del mundo no encuentro lugar para la democracia como la entendemos. Veamos el caso de Egipto, no están de lo más contentos.

El mayor problema mientras la gente sigue huyendo y muriendo: no hay una solución. Luego de más de tres años y sin un capitulación por parte de los aliados de Assad o una intervención militar que detenga esto, seguiremos observando la carnicería. Aliento de tranquilidad primero por el desarme de un arsenal químico, ahora con una votación ridícula, mañana con algún otro artefacto de simulación.

portada-casa-damasco_grande*Maruan Soto Antaki. Ciudad de México, 1976. Nació en una casa con pocos cuadros en las paredes por estar llenas de libros. Estudió cine en el Centro de Capacitación Cinematográfica y se ha desenvuelto como director de comerciales y productor de cortometrajes, documentales y largometrajes.

 Vivió en Nicaragua, España, Libia, Siria y México. Ha colaborado en diferentes medios tratando temas relacionados con Medio Oriente y cultura. Recientemente publicó Casa Damasco.

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