Otras ciudades invisibles de Lorena Campbell y Óscar de la Borbolla

10/12/2023 - 12:00 am

¿Qué contiene una ciudad, qué se necesita para que un pedazo delimitado de tierra se considere en esa clasificación? Campbell es portadora de un fuego que logra incendiar el concepto de la espacialidad de las ciudades.

Por César Cárdenas

Ciudad de México, 10 de diciembre (SinEmbargo).- Pensar la ciudad que habitamos es esencial para las personas. Como personaje protagónico de la vida cotidiana, a veces nos hace cuestionarnos nuestra relación con el entorno; su mapa nos recuerda las arterias de nuestro propio sistema circulatorio, así como los lazos que forjamos a lo largo de nuestras vidas y su materia prima: la memoria.

Sin embargo, la ciudad también es nutriente de la imaginación; es imposible hablar de ciudades sin hacer referencia a las conversaciones entre el apasionado viajero veneciano Marco Polo y Kublai Kan; el escéptico regente asiático alimentaba sus sentidos con los magníficos y extravagantes relatos que el explorador traía hasta las puertas de su corte sobre ciudades salidas de las ensoñaciones más encantadoras.

Al dar vuelta a las páginas de Otras ciudades invisibles de Lorena Campbell y Óscar de la Borbolla (Artes de México, 2017), uno se siente como Kan escuchando a Marco Polo con curiosidad y atención. El lector se encuentra con una serie de nuevas ciudades invisibles repletas de personajes que resignifican su urbanidad y la transforman en un lugar que va más allá del tránsito para convertirse en escenario. Mientras las imágenes en blanco y negro inundan las pupilas, una necesidad entra en la mente: el deseo de la ciudad y sus protagonistas. Y no se trata solo de un impulso, sino de un reconocimiento de los recuerdos que tenemos de nuestras propias ciudades. Así, se cumple la intencionalidad calviniana: identificarnos con la belleza que ya conocemos.

Interiores de Otras ciudades invisibles. Colección Luz Portátil, Artes de México, 2017.

Pero Campbell y De la Borbolla no solo siguen el trazo de Calvino; proponen la reiteración de su teoría y la atemporalidad de sus ideas urbanas mediante un libro que no es de visita fugaz. Al contrario, se trata de una colección de contrastes y ventanales para descubrirse voyerista, extranjero y víctima del tiroteo incesante de la definición sutil de la otredad. No se busca “vivir” la ciudad, no es un catálogo fotográfico, es una forma de sentir la satisfacción de una necesidad amorosa de reconocimiento y búsqueda.

Durante mi lectura, no pude evitar preguntarme: ¿por qué acceder a esta compilación de fotografías me parece importante? ¿Será solo la necesidad de satisfacer un síndrome de ventana indiscreta, de sentirme dueño de un momento detenido? Me parece que, como lector, me identifico con lo religioso, lo comunitario, lo melancólico de Campbell; con sus contrastes y sus juegos visuales perfectamente redondos. Entre sus protagonistas hay un anonimato generalizado; las tarimas en las que representan sus papeles cambian, así como sus actitudes; y habitan ecosistemas que los lectores tienen preconfigurados como líneas difuminadas. Campbell expresa su entendimiento por retomar a los ocupantes de las ciudades como los átomos de las historias, del nacimiento de las manchas urbanas entendidas como grandes cúmulos de símbolos. En tiempos de gentrificación, nomadismo digital y desplazamiento forzado, Otras ciudades invisibles habita entre la contemporaneidad de sus elementos humanos y la inteligencia de un discurso que parte de la idea abstracta de una ciudad prototípica.

Interiores de Otras ciudades invisibles. Colección Luz Portátil, Artes de México, 2017.

¿Qué contiene una ciudad, qué se necesita para que un pedazo delimitado de tierra se considere en esa clasificación? Campbell es portadora de un fuego que logra incendiar el concepto de la espacialidad de las ciudades; hay una constante generación de preguntas en torno a la necesidad de habitar espacios, de sentirse parte del retablo natural del mundo e intervenirlo. A seis años de su publicación, Otras ciudades invisibles recibe lectores que transitan un mundo lleno de urbanidades violentas e hiperconexiones apabullantes, de personas que requieren herramientas para las guerras recalcitrantes de nuestros días. Esta serie de imágenes son una parte vital de los recursos para la amplificación de los límites del mundo y, como mencionaba Susan Sontag en su manuscrito Sobre la fotografía, la actividad fotográfica misma es una manera de mirar la realidad y encontrar destellos de otras vidas, otras ciudades.

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