Margarita Dalton habló con SinEmbargo sobre Larga Sinfonía en D, su novela publicada en 1968 y reeditada por Lumen: “Espero que esta novela sirva como un vínculo, como un vaso comunicante para los jóvenes y para quien lo lea, porque fue escrito por una joven, aunque ahora ya no está tan joven, pero fue escrito en ese momento, entonces mi relación con esta novela es una relación con una gran distancia, más de 50 años”.
Ciudad de México, 10 de diciembre (SinEmbargo).– “Fue una experiencia de LSD. Para mí era una sorpresa encontrar de pronto una alteración de mis sentidos. No nada más eso, sino la percepción general del entorno. Ahora lo veo como una experiencia situada en un tiempo y en un espacio, con unas coordenadas que tenían que ver con mis colegas, con mis amigos de esa misma generación, fueron momentos impactantes en la historia de muchos de nosotros jóvenes, la Revolución Cubana, y después el 68, la lucha estudiantil, es decir todos estos diferentes sucesos, la guerra de Vietnam mismo, lo que pasaba internacionalmente y lo que pasaba a nivel nacional, sin duda alguna fueron un impacto que tuvieron una influencia en mi como en muchos otros”.
Así recuerda Margarita Dalton el momento en el que nació su novela Larga Sinfonía en D, publicada originalmente en 1968 y reeditada ahora por Lumen, la cual sigue los pasos de tres amigos, quienes están de paso por Londres, en donde deciden probar juntos ácido lisérgico, una experiencia que los hará expandir su comprensión sobre el mundo y sobre su interior. En el proceso discutirán, además, sus ideas sobre el futuro, las relaciones, el arte y un sinfín de temas que fluyen de sus mentes y que el lector podrá conocer a través de una experiencia tipográfica singular.
“Ahora ya la veo (a la novela) con otros ojos, porque ya son muchos años los que han pasado, pero sí me ayuda a recordar lo que yo viví en ese momento, a recordar mis inquietudes, a recordar mis dudas, a recordar mis deseos de experimentar otras cosas y de tratar de romper con las fronteras con las que uno crece, porque te ponen fronteras que tienen que ver con el género, que tiene que ver con tu comportamiento, especialmente si eres mujer, tienes una serie de lineamientos de cómo comportarte, que sí, que no se puede hacer”, compartió la autora en entrevista con SinEmbargo.
Cuestionada sobre cómo ha variado la relación entre las personas y las sustancias psicoactivas, Daltón precisó que ahora con la situación del narco y de la guerra contra el narcotráfico se vive una situación muy diferente que la de aquel momento. “Yo en este momento por su puesto estoy en contra de la violencia, creo que se han logrado avances en la concepción de qué significado tiene el buscar una alternativa, una percepción alternativa, cuando pensamos en el tipo de drogas, alucinógenos y eso, colega, en realidad siempre en la historia de la humanidad ha existido, no es algo nosotros inventáramos en los años 60”.
Recordó en ese sentido que ya había antropólogos que habían hecho estudios sobre el uso del peyote, de los hongos alucinantes, de las semillas de la virgen, del ololiuhqui, del toloache, “es decir, desde la época prehispánica se venían utilizando y hay muchas culturas que usan estas plantas alucinógenas o estas plantas que ayudan a curaciones tanto en Sudamérica, centro y Norteamérica. En Sudamérica tienes el ayahuasca, el yagé, todas estas diferentes formas de relacionarse que algunos pueblos de esas regiones las han usado, las han usado como curativas, las han usado para cuestiones de resolver algunos problemas de conductas o problemas de reconocimiento”.
En la entrevista, Margarita Dalton expuso que los problemas que tenemos como seres humanos, las preguntas que nos hacemos, muchas veces de tipo filosófico, nos marcan un camino y las formas en las cuales podemos romper de alguna manera las barrera que tenemos, tanto sociales como intelectuales, así como de percepción personal y por supuesto nuestros propios juicios y prejuicios.
“Siento que parte de estas contradicciones de las que yo hablaba en los personajes, lo que ellos representan, cada uno representa un momento distinto, de personalidad, de experiencia personal también, y lo que se trató de hacer es eso, Ana se encuentra entre dos personajes que son muy fuertes pero cada uno en diferente forma, uno que es el intelectual, dijéramos, el revolucionario, que quiere participar en la guerrilla, etcétera, y el otro que es un artista que están metido en el Pop art y en las corrientes de ese momento, que le significaba a él una inspiración para la creatividad, y yo creo que en ese sentido y en ese momento yo no me consideraba feminista, más bien me consideraba comunista, no era mi plan en ese momento hablar sobre feminismo, pero sí siento que ya estaba la semilla de este personaje con una vinculación amistosa y amorosa con estos dos seres tan distintos, tan diferentes y ella se sentía como que también necesitaba hacer algo y reaccionar frente a lo que estaba viviendo”, expuso.
En relación al legado de esa época, Dalton indicó que “a veces pareciera que vamos dos pasos para adelante y uno para atrás, y entonces no avanzamos mucho”, pero señaló que ahora, las mujeres, las jóvenes, se sienten con mayor libertad, “de hecho ya asumen una serie de situaciones, de igualdad, que es mucho más, están mucho más alertas a la situación de género, a la identidad, y el mundo se ha abierto a muchas diversidades, diversidades humanas, diversidades culturales, reconocimiento de los pueblos indígenas, de sus tradiciones, de sus costumbres, de su cultura, y toda esta diversidad que aparece ya en la Constitución”.
Refirió que las nuevas generaciones tienen otros conflictos ahora como la revolución tecnológica, “pero desde mi punto de vista lo que significaron los años sesenta puede ser que les tenga algún significado, un significado de búsqueda, de la misma búsqueda con otros retos, sin duda alguna, yo creo que eso es lo que pasa, que ya la juventud actualmente tiene otros retos, algunas cosas han cambiado pero otras no, otras no han cambiado, sigue habiendo desigualdad, sigue habiendo violencia contra las mujeres”.
“¿Sabes una cosa? uno hace una obra nunca sabe cuál va a ser el resultado final porque una novela la escribe una persona pero la lee otra persona y es esta relación entre quien escribe y quien lee, que es muy difícil para mí de definir porque cada quien tiene su propia percepción de lo que va leyendo. Yo lo único que espero que esta novela sirva como un vínculo, como un vaso comunicante para los jóvenes y para quien lo lea, porque fue escrito por una joven, aunque ahora ya no está tan joven, pero fue escrito en ese momento, entonces mi relación con esta novela es una relación con una gran distancia, más de 50 años”, puntualizó.