En cuestiones de género, este trastorno es “de dos a tres veces más frecuente en niños que en niñas”, según mantiene la autora, aunque subraya que esto varía si se tiene en cuenta la gravedad del autismo, ya que en los casos con discapacidad intelectual acompañante la proporción es de dos niños por cada niña; mientras que en los niños sin discapacidad intelectual, la proporción puede llegar a ser de 15 niños por cada niña.
Madrid, 10 de diciembre (EuropaPress).- En los meses duros de confinamiento, las alteraciones conductuales y otras conductas disruptivas de las personas con una Condición de Espectro Autista (CEA) se vieron agravadas. En consecuencia, el Ministerio de Sanidad dictó una instrucción por la que se les permitía salir a la calle acompañadas mientras durase el estado de alarma.
“Las familias vivieron situaciones muy duras, ya que estas personas necesitan una estructura y unas rutinas diarias (como la gran mayoría), y de un día para otro se rompieron por completo. Los niños no tenían colegio, por la tarde no había terapias, no había ocio con iguales”, lamenta en una entrevista con Europa Press la licenciada en Psicología y máster en Psicología Sanitaria Irene Alonso Esquisábel, que en la actualidad dirige un centro para niños con autismo en Ponferrada (León), y acaba de publicar El Autismo. Reflexiones y pautas para comprenderlo y abordarlo (Shackleton books).
Según datos de Autismo España, en el país unas dos mil personas padecen CEA. En cuestiones de género, este trastorno es “de dos a tres veces más frecuente en niños que en niñas”, según mantiene la autora, aunque subraya que esto varía si se tiene en cuenta la gravedad del autismo, ya que en los casos con discapacidad intelectual acompañante la proporción es de dos niños por cada niña; mientras que en los niños sin discapacidad intelectual, la proporción puede llegar a ser de 15 niños por cada niña.
También recuerda que, a día de hoy, no está claro su origen, si bien sí se sabe que no hay una única causa, sino que pueden ser múltiples. “Se ha demostrado científicamente que existen ciertos factores genéticos que afectan al desarrollo cerebral (lo que nos llevaría a desarrollar un cerebro atípico), a los que habría que sumarle una mezcla de factores ambientales. No todo se reduce a unos determinados genes (no existe el gen del autismo), ni a un determinado ambiente”, advierte la especialista.
A pesar de que aún no sabemos qué causa un CEA, sí señala que nos encontramos en un buen momento, en el que cada vez tenemos más información de esta condición, lo que nos permite entenderlo mejor, trabajar más eficazmente, y poder ayudar a estas personas y a sus familias a llevar una vida lo más plena y satisfactoria posible.
Es más, valora que estos avances en la investigación son los que nos permiten desmitificar ciertas teorías sobre las causas del autismo, como son las de las “madres nevera” o las vacunas. Según recuerda, en los años 40 se plantearon algunas teorías que defendían que el CEA era consecuencia de una falta de amor de sus padres, principalmente de la madre. “Esto llevó a tratamientos tan disparatados como a separar a los niños con CEA de sus padres con el fin de evitar el contacto, generando un sufrimiento atroz y totalmente injusto”, lamenta.
Además, la psicóloga pone en valor que algunas familias creen que existe una relación directa entre las vacunas y el autismo, algo que está totalmente comprobado científicamente que no es así: «Esta idea viene de un estudio publicado por Andrew Wakefield, gastroenterólogo del Reino Unido, que publicó en 1998 un estudio en el que describía a 12 niños que habían desarrollado CEA tras serles administrada la vacuna de la triple vírica. Posteriormente, se comprobó que el estudio había sido un fraude, y Wakefield perdió su licencia para ejercer la Medicina”.
En el libro El Autismo, que ha escrito junto al catedrático de Biología celular en la Universidad de Salamanca, el divulgador y profesor José Ramón Alonso, también hace alusión a otra serie de errores bastante extendidos en torno al autismo, de los que destaca los siguientes 10:
1.- El autismo se desarrolla porque los padres no quieren al niño.
2.- Las personas con autismo nunca mantienen contacto visual.
3.- Los individuos con autismo no pueden mostrar afecto ni responder a las muestras de cariño.
4.– Nunca quieren que los toquen ni encuentran placer en ser abrazados o acariciados.
5.- No desean tener amigos.
6.- Los niños con autismo no pueden sonreír.
7.- El autismo se cura modificando la alimentación.
8.- Las personas con autismo no se dan cuenta de la presencia de otros congéneres, ni son capaces de notar nada de ellos.
9.- Cuando una persona con autismo no responde a una pregunta o no sigue unas instrucciones que antes atendió de una forma correcta es porque quiere llevar la contraria.
10.- Si el niño muestra progresos significa que no tiene autismo.
CÓMO SOSPECHAR DE AUTISMO
Así con todo, Alonso Esquisábel recuerda cuáles son los signos que pueden hacer sospechar de que una persona presenta CEA: Problemas en la comunicación e interacción social, y unos patrones de conducta, intereses, actividades restringidos o repetitivos.
“En niños pequeños, los primeros en notar comportamientos extraños son los padres. Una de las primeras alarmas que se encienden en estos se debe a la detección de dificultades con el lenguaje, y hay muchas variantes: Algunos no son capaces de comunicarse verbalmente, o utilizan unas pocas palabras para comunicarse; mientras que otros pueden tener un vocabulario muy amplio”, advierte la experta en autismo.
También dice que pueden hacernos sospechar determinados comportamientos como la falta de contacto visual, el hecho de que no responde al llamarle por su nombre, no imita, no señala con el dedo para mostrar, no realiza gestos (decir adiós con la mano, o tirar un beso, por ejemplo), puede evitar el contacto físico, el que tenga poco interés en acercarse a otros niños, que haga movimientos repetitivos con el cuerpo, o bien desarrolle un interés anormal por algún objeto, aparte de que tenga una fuerte resistencia o presente rabietas ante cualquier cambio en las rutinas diarias, o tenga una hipersensibilidad a determinados estímulos como sonidos, luces, texturas, por ejemplo.
“Al ser un espectro existe una variabilidad enorme en cómo se manifiesta esta condición. No hay dos autismos iguales. En otros niños más mayores o en adolescentes con esta condición pueden mostrar dificultades para tener una conversación, ya que por ejemplo pueden hablar mucho sin ceder el turno a la otra persona, o sin hacer preguntas, o bien comentarios en base a lo que les dice la otra persona”, agrega.
A su vez, Irene Alonso Esquisábel subraya que los CEA tienen dificultades para comprender el lenguaje que no es literal, es decir, que los autistas no comprenden el sarcasmo o la ironía, ya que interpretan las palabras en su significado literal. “Expresiones como las que podemos utilizar en un aula de ‘sentaos en la mesa’ nos pueden llevar a tener a un niño literalmente sentado en la mesa”, recalca.
En última instancia, recuerda que se podría diagnosticar entre los 18 y los 24 meses pero “desgraciadamente”, y “por diversos motivos”, se suele diagnosticar mucho más tarde, normalmente coincidiendo con la edad de escolarización. “Hay personas adultas que después de tener contacto una persona con CEA se someten a valoración y resultan diagnosticadas”, concluye la psicóloga, máster en Psicología sanitaria.