El ilustrador mexicano Juan Gedovius habló con SinEmbargo sobre su más reciente libro Todo mal, además de compartir aspectos sobre el proceso creativo que está detrás de sus obras.
Ciudad de México, 10 de noviembre (SinEmbargo).– “Muchas de las historias que cuento a través de mis libros, son anécdotas de alguna manera, quizás maquilladas, quizás no sé qué, pero siempre están ahí, siempre es contar un poco de lo que sucede en mi cabeza y creo que todo el tiempo me estoy inventando cosas”, compartió en entrevista Juan Gedovius.
Gedovius acaba de publicar Todo mal, editada por el Fondo de Cultura Económica, una historia, como muchas otras suyas, sobre un dragón y su cría que recorren todo un espectro de emociones que, sin duda, cautivarán a los grandes y pequeños lectores como lo ha hecho por años y generaciones el clásico de este artista: Trucas.
En entrevista, compartió cómo en realidad con Trucas tiene una relación de amor-odio: “son muchos años que tengo viéndolo y para mi mi desgracia, si quieres verlo así, le fue fantástico desde que salió, es una pésima manera de empezar, fue mi primer libro como autor y que le vaya muy bien es horrible, porque pone la vara súper alta y de repente es como ‘bueno, ¿y que sigue y qué va?’”
No obstante, reconoce que éste, su primer trabajo, funciona muy bien y verlo le permite ver lo mucho que han evolucionado sus trazos. “Ya hoy día no me sale igual, lo veo y no me gusta, y qué bueno, porque finalmente significa que algo ha sucedido en el pasar del tiempo, finalmente sí ha habido alguna evolución para bien o para mal, pero sí, definitivamente diferente en donde sí me topo con esta ilustración que sigo abrazando”.
En ese sentido, consideró que aunque pareciera que su profesión se trata de dibujar bien y ya, en realidad él ha descubierto con el tiempo que también es una cuestión de compartir, de congruencia y de la manera en cómo se concibe el para qué sirve lo que uno hace.
“Nadie te dice que esto también te va a llevar a lugares como hospitales, como casas hogar, como refugios’, que es muy lindo, a mí una de las partes que más me gusta cuando uno está en ferias de libros, siempre es como el espacio natural donde, sí son los reflectores, las alfombras rojas, las personas que van a buscarte, los niños y las niñas que van a buscarte, específicamente, para que firmes un libro, pero a mí me gusta mucho todos estos lugares donde no te esperan, donde nadie sabe quién eres, donde hay mucho que sembrar literalmente”, expresó.
—¿Cómo ha sido esta manera de conectar con este público infantil a lo largo del tiempo? —se le cuestionó.
—Nunca pretendo ir a enseñar absolutamente nada, de hecho voy a aprender, generalmente de estos lectores de dientes de leche, que tienen mucho que decir, mucho que hacer, y yo no soy un profesor, digo doy clases y esas cosas, pero cuando estoy en un colegio estoy jugando, estoy comentando lectura, estoy dibujando, estoy cantando, estoy haciendo otro tipo de cosas, que creo que también evolucionaron con el tiempo. Las maneras, las atenciones son otras y para mí este es un laboratorio muy lindo, porque en medida de que voy a platicar de mi experiencia, intentar tener esta empatía y jugar y pintar y destapar quizás un poco este gusto por todas aquellas materias que han salido incluso de la matrícula tradicional, todo lo que es este artístico, todo lo que es leer, cantar, dibujar, bailar, divertirse a través de un montón de cosas, que no es sólo divertirse, sino que eso genera un montón de sensaciones, de químicos en la cabeza que estimulan de otra manera, no es sólo ir a jugar sino generar un montón de cosas.
Gedovius lamentó que por lo mismo hoy en día con los dispositivos y el algoritmo de distintas plataformas sólo se alimente lo que una busca: “se pierde mucho esta sorpresa y con eso se pierde muchísima curiosidad, que creo que es muy necesaria y la hemos perdido un poco. Hay que realmente aprender a escuchar y entender que somos un mundo absolutamente diverso, que tiene muchísimas maneras de pensar y eso solo te das cuenta cuando de repente estás en un salón de clases, no importa el grado por cierto, estoy hablando desde maternal hasta universidad, me ha tocado transitar por todos esos niveles, y es muy curioso ver por dónde van sus inquietudes, por dónde van las ganas, que les destapa, en qué momento hay una reacción positiva, negativa, a ciertas ilustraciones, a ciertos cuentos, estar estimulando, literalmente, una creatividad que muchas veces yace dormida, por todo lo que nos está moldeando en este momento”.
En relación a su proceso creativo, comentó que para él cada libro es una aventura diferente. “Me encantaría decir que tengo una receta. Yo personalmente no la tengo, me encantaría tener también el recetario y vamos a hacer libros de monstruos, pero creo que las maneras en como se gestan estas cosas dependen de cada libro, son aventuras diferentes y que obedecen a cosas diferentes. De repente hay una ilustración que te destapa todo un cuento, que puede haber sido, aparte, creada en una servilleta también, no necesariamente llegan en el sillón de pensar específico, llegan de manera muy curiosa, o en sueños, o en anécdotas”.
“Entonces, para mí siempre ha sido como ir buscando cada aventura. Recuerdo alguna vez que decía ‘¿de qué no he hecho cuentos? no he hecho de plantas carnívoras y empecé a hacer una historia de unas plantas carnívoras, que ya estaban hartas de comer moscas porque eran muy sucias y que entonces mejor se vuelven vegetarianas, pero en ese momento de volverse vegetariana se volvieron caníbales de alguna manera, finalmente y de repente eso llevó a otra cosa, se convirtió en un texto que se llamaba Suerte de caracol. Al final sí aparecen unas plantas carnívoras en una décima y ya, eso llevó a otras aventuras que nunca imaginé en el momento que lo concebí, nunca fue tan estructurado sólo se fue transformando hasta que de repente quedó algo que dije ya está.
—Es decir lo que conocemos en estos libros, ¿es un germen de las ideas que pasan por la mente de Juan Gedovius?
—Sí, o que filtra la mente de Juan Gedovius… por ahí tengo un libro que se llama Shhh, que es una sorpresa que trae una niña, una niña Emilia, que trae en su mochila un secreto, pero no quería decirlo y al final saca un hipopótamo con el cual juega y de eso va, esa historia. Bueno, curiosamente yo también tengo una hija Emilia, ya es muy mayor, pero entonces era una niñita muy chiquita, que en efecto conseguía siempre algún invitado extraño en su mochila: una cochinilla, una cucaracha, un caracol. Entonces, de alguna manera, ahí estaba la historia, había que filtrarla y quizás ponerle un par de ingredientes extras y condimentarla. Muchas de esas historias ahí están y están en frente de uno, otras hay que buscarlas más concienzudamente y otras se van transformando, pero, te digo, cada libro es una aventura diferente.