Erik Del Ángel Landeros
10/10/2021 - 12:02 am
El “libertador de México” a 200 años de la Independencia
A este tipo de actores, como San Martín o Simón Bolívar, se les ha bautizado en sus países como “libertadores”, sin embargo, en el nuestro a Iturbide no sólo no se le ha reconocido como tal…
Agustín de Iturbide fue el personaje histórico que le correspondió negociar y convencer a distintos personajes, y combatir militarmente a otros, para lograr consumar la Independencia de México. A este tipo de actores, como San Martín o Simón Bolívar, se les ha bautizado en sus países como “libertadores”, sin embargo, en el nuestro a Iturbide no sólo no se le ha reconocido como tal, sino que su papel en la Independencia de México ha sido relegado en la Historia, por decir lo menos. La razón principal, haber elegido como forma de gobierno a la monarquía constitucional moderada y erigirse como emperador, hecho que los liberales-republicanos, ganadores en la pugna contra los conservadores decimonónicos y pilares en la confección del México actual, nunca perdonaron. Las conmemoraciones por los 200 años de la Independencia de hace unos días no modificaron la concepción e interpretación histórico-política de Iturbide. Por tal motivo, en los siguientes renglones realizaré algunas anotaciones sobre dicho personaje.
En los inicios de la guerra de Independencia, su pariente, Miguel Hidalgo, le ofreció integrarse al movimiento independentista o que se declarara neutral para respetar sus propiedades y garantizar la seguridad de su familia. Ofrecimiento que rechazó y permaneció en el bando realista. En 1821, Agustín de Iturbide era comandante general y, aquilatando la década de conflictos armados, trabajó para terminar con la guerra “desde adentro”. Utilizó más el arte de la política que de la guerra para lograr su cometido, convenció paulatinamente a actores novohispanos, criollos, militares, clérigos y también a los rebeldes que aún resistían, no sólo a Vicente Guerrero, también a líderes regionales como Antonio López de Santa Anna y Anastasio Bustamante. Su fórmula fue ofrecerles a todos ellos espacios políticos y respeto a sus privilegios. De esta forma, el 27 de septiembre de 1821 entró triunfal con el Ejército Trigarante a la Ciudad de México y al día siguiente firmó el Acta de Independencia de México.
Ya en el poder, convocó a la formación de un Poder Legislativo y, tras realizar consultas con ayuntamientos y otros órdenes de gobierno, estableció una monarquía moderada. Sin embargo, casi desde sus inicios, los diputados comenzaron a intrigar y abrogarse atribuciones que no les conferían, lo cual llevó a Iturbide a disolver la Cámara de Diputados en 1822. Uno de quienes traicionaron a Iturbide fue Santa Anna, quien se levantó en armas en 1823 con el Plan de Casa Mata. Que Iturbide haya sido traicionado por el villano de la historia mexicana del siglo XIX tampoco le ha valido un trato histórico más favorecedor.
En ese mismo año, dadas las circunstancias, Iturbide partió al autoexilio en Europa. Trató de establecerse en Inglaterra, pero fue hostilizado y se instaló finalmente en Liorna, Italia, con una serie de restricciones y vicisitudes producto, por un lado, por ser una persona non grata para la Santa Alianza, quien desconocía la Independencia de México, y, por otro, debido a la intriga que espías mexicanos y españoles urdían contra él. En su paso por tierras británicas, se encontró con José de San Martín, también en el exilio. Ambos con vicisitudes económicas. Sin embargo, el libertador mexicano no tuvo una “restitución histórica”, como el libertador de Argentina, Chile y Perú. El primer paso para ello fue el fusilamiento de Iturbide en 1824, cuando regresó a México para ponerse a las órdenes del Gobierno para defender al país de las invasiones que se urdían en Europa y de las cual se había enterado durante su destierro.
La familia del primer emperador de México se trasladó a Estados Unidos de América, no le permitieron recuperar propiedades y pertenencias, ni tampoco se les entregó la pensión que había sido asignada a Iturbide. El primer liberal del siglo XIX mexicano, Benito Juárez, ordenó finalmente como mandatario que se le otorgara la pensión a la familia de consumador de la independencia. En 1925, Plutarco Elías Calles ordenó trasladar los restos de Miguel Hidalgo, Mariano Matamoros, Xavier Mina, Nicolás Bravo y Vicente Guerrero a la columna de la Independencia. Sólo los restos de Iturbide permanecieron en Catedral. En 1971, el Congreso Echeverrísta publicó un decreto para honrar a Vicente Guerrero como consumador de la Independencia e inscribir en letras de oro “La patria es Primero”, Iturbide no apareció en este reconocimiento.
El 27 de septiembre de 2021, a 200 años de la entrada triunfal del Ejército de las Tres Garantías, el Presidente Obrador inició su discurso con una fuerte frase que calificó el acto encabezado por Iturbide dos centenarios atrás: “Aun cuando la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México fue un festejo de la élite militar y política, y con poca o ninguna significación social, no deja de ser el acontecimiento formal en el que desembocaron los acuerdos de Iguala y los Tratados de Córdoba, y la culminación de la lucha de más de una década para alcanzar la Independencia de México.” El mandatario sólo hizo dos menciones sobre Iturbide, ninguna elogiosa, todo lo contrario. En el libro que la Secretaría de la Defensa Nacional preparó para estos festejos, se incluye un apartado titulado “El Dragón de Hierro Agustín de Iturbide”, aunque nunca refiere que ese mote se debía a la habilidad de Iturbide para cabalgar. En ese capítulo no se hace valoración o interpretación alguna sobre el exemperador, aunque quizá no haya sido su propósito, el vació es notorio.
En suma, algún recordatorio merece Iturbide por su simple papel político en la consumación de la Independencia, pese a que desde la óptica de los ganadores de la historia en México sea políticamente inaceptable que El Dragón de Hierro no se haya levantado en armas por la independencia; que no tuviera una agenda social y garantista profunda en su movimiento de 1821, pero sí haya incorporado a la religión; que hubiera establecido una monarquía con él a la cabeza y no una República liberal, etc.
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