Los astronautas podrían estar expuestos al 60 por ciento del límite de dosis de radiación recomendado durante un viaje de un año a Marte.
Por Marcos Merino
Ciudad de México, 10 octubre (SinEmbargo).- Hace tiempo que la posibilidad de lanzar en los próximos años una misión tripulada a Marte, décadas después de la última visita de un astronauta a la Luna, parece haberse instalado como una opción factible entre gestores políticos, responsables científicos y medios de comunicación; una opción en la que sólo estarían a debate los plazos concretos.
Sin embargo, la investigación científica no deja de plantear últimamente obstáculos a la presencia humana en Marte. Si el pasado verano saltaba la noticia de que Marte carece del CO2 suficiente para poder terraformarlo y convertirlo en una ‘nueva Tierra’ (al menos para las tecnologías que podemos fabricar o planificar en la actualidad), una nueva investigación plantea un obstáculo a más corto plazo y aún más insalvable: podría no haber manera de asegurar que los astronautas sobrevivieran a una misión al Planeta Rojo.
Y es que un nuevo estudio financiado por la NASA advierte de que los viajes espaciales a largas distancias podrían destruir el tejido gastrointestinal de los astronautas que se embarcasen en esa clase de misiones. La clave reside en que la radiación cósmica alteraría la flora intestinal, desencadenando alteraciones funcionales a largo plazo y aumentando notablemente la posibilidad de desarrollo de tumores de estómago y colon.
“Los iones pesados son dañinos debido a su mayor masa, en comparación con los fotones como los rayos X y gamma que prevalecen en la Tierra”, explica el investigador principal del estudio, Kamal Datta, científico senior del Centro Médico de la Universidad de Georgetown y de la NASA. “Con la tecnología de blindaje actual, es difícil proteger a los astronautas de los efectos adversos de la radiación de iones pesados. Aunque puede haber una manera de recurrir medicamentos para contrarrestar estos efectos, éstos aún no se han desarrollado.
Datta explica que es cierto que los viajes cortos, como los de las misiones Apolo a la Luna, “no pueden exponerlos a este nivel de daño”, pero que la verdadera preocupación de los científicos “son las lesiones duraderas que pueda provocar un viaje largo, como el de Marte o el de otras misiones del espacio profundo, que serían mucho más prolongadas”. De hecho, los experimentos realizados hasta ahora con ratones han provocado efectos irreversibles en sus organismos.