Esta es la Legislatura menos preparada desde el 2000. Si bien la mayoría de diputados y senadores cuenta con licenciatura, carece de postgrados. Su escolaridad es tan variada que va desde cursos de popotillo hasta becas en la Universidad de Harvard
Desde cursos de popotillo, cestería y guitarra hasta la obtención de un doctorado honoris causa y estudios postdoctorales es lo que presentan los legisladores que recién entraron en funciones el pasado 1 de septiembre como parte de su trayectoria académica.
La LXII Legislatura presenta una composición muy plural. Lo mismo puede encontrarse en la Cámara de Diputados un investigador con nivel tres en el Sistema Nacional de Investigadores (Mario Carrillo Huerta, del PRD), alguien que estudió un diplomado en liderazgo en gestión social en el Centro Fox (es el caso del panista Humberto Prieto Herrera), una perredista becaria de la Coparmex para estudiar en Harvard (Jessica Salazar Trejo), que un senador que sólo concluyó la primaria (Armando Neyra Chávez, del PRI). La priista Petra Barrera Barrera, quien pasó de la presidencia municipal de Santa Catarina, Guanajuato, a ocupar una curul, anotó en el rubro de trayectoria académica de su currículo: “Cursos de formación de promotoras rurales municipales, mecanografía, cestería plástica, desarrollo de productos en popotillo plástico, guitarra, entre otros”.
El diputado perredista Andrés Eloy Martínez Rojas, por otro lado, informa que es astrónomo, coordinador del proyecto International Astronomical Search Collaboration (IASC), que ha descubierto diez supernovas, así como el asteroide con denominación temporal 2010 RJ137.
De acuerdo con la información disponible en el Sistema de Información Legislativa (SIL) de la Secretaría de Gobernación –a casi un mes de haber tomado protesta, en las páginas electrónicas de la Cámara de Diputados y del Senado aún no se encuentran publicados los curriculum vitae de los legisladores–, la Cámara alta cuenta con un mayor nivel de instrucción escolar en comparación con su co-legisladora: el 7.8 por ciento de los integrantes del Senado posee un Doctorado y el 30.4 por ciento una Maestría, en tanto que sólo el 3.6 por ciento de los diputados tiene el grado de Doctor y 19.6 por ciento el de Maestro.
Lo anterior significa un aumento en el nivel educativo de los senadores en comparación con la anterior Legislatura, en la que, de acuerdo con el Reporte legislativo número tres de Integralia –dirigida por Luis Carlos Ugalde–, cinco por ciento contaba con un Doctorado y sólo 14 por ciento con estudios de Maestría. En el caso de los diputados, ocurrió una variación a la baja: en la LXI Legislatura, 30.85 por ciento tenía nivel de posgrado –según datos de la especialista Laura Valencia Escamilla– en tanto que en la actual, dicho porcentaje es de 23.2 por ciento.
La revisión hecha por Sin Embargo MX muestra que son los diputados los menos transparentes: de los 500 que entraron en funciones, 70 (el 14 por ciento) no incluyen en su currícula datos sobre su formación escolar ni especifican su último grado de estudios; en el caso del Senado sólo no se tiene información de dos legisladores, el 1.5 por ciento de los 128 que integran dicha Cámara. La opacidad aumenta si se consideran a aquellos nuevos representantes que dicen tener una licenciatura, pero omiten mencionar la institución educativa en la cual la estudiaron, es el caso de 61 diputados (12.2 por ciento) y cuatro senadores (tres por ciento).
CÁMARA DE DIPUTADOS
De los 430 diputados que proporcionan información sobre su nivel de escolaridad se desprende que uno de ellos realizó un posdoctorado y 17, un doctorado; 98 tienen grado de Maestro, 282 el de licenciatura, 17 son pasantes (con carrera trunca), siete sólo tienen estudios de Bachillerato y ocho son técnicos. Es decir, 415 diputados, el 83 por ciento, cuentan con estudios de licenciatura o superiores, lo que coloca a la actual Legislatura como la de menor preparación académica desde 2000.
La bancada del PRD es la académicamente menos preparada si se consideran los estudios de postgrado: sólo 16.3 por ciento de sus actuales 104 integrantes –el 4 de septiembre tres diputados del PT y uno de Movimiento Ciudadano se adhirieron al grupo perredista– posee este nivel. En contraste, el 46.7 por ciento del grupo parlamentario del PT cuenta con el grado de Maestro o Doctor; en esta situación se encuentra el 24.1 por ciento de la bancada más numerosa en la Cámara de Diputados, la del PRI, que en la primera sesión ordinaria pasó de 207 a 212 miembros debido a la inclusión de cinco legisladores que dejaron el PVEM, entre los cuales se encuentran Verónica Carreón Cervantes y Joaquín Caballero Rosiñol, quienes cuentan con una Maestría.
El único diputado con un postdoctorado pertenece al PT. Se trata de Adolfo Orive Bellinger, quien simpatizó con el movimiento de Othón Salazar y Demetrio Vallejo, participó en las campañas presidenciales de Ernesto Zedillo y Francisco Labastida y fue presidente de la Fundación Colosio del PRI entre 1999 y 2000. Orive es un ingeniero civil que se doctoró en Ciencias Políticas por la UNAM y en Economía Política por la Universidad de Cambridge, Inglaterra; realizó cursos de postgrado en Economía Política marxista y planeación en China. El legislador no aclara en qué institución estudió su postdoctorado en Economía Política.
De los 17 diputados doctorados, ocho son del PRI: Alberto Acosta Peña, Manuel Añorve Baños, Eloy Cantú Segovia, Marco Antonio González Valdez, el general de división Raúl Macías Sandoval y Areli Madrid Tovilla, además de Jorge Mendoza Garza, vicepresidente ejecutivo de Información y Asuntos Públicos de Grupo Salinas, y Enrique Doger Guerrero, un médico cirujano partero, ex rector de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, al que la Universidad de Camagüey, Cuba, le otorgó el Doctorado honoris causa. Tres diputados con grado de Doctor son del PAN (Ricardo Anaya Cortés, Alfonso Robledo Leal y Jorge Iván Villalobos), dos de Movimiento Ciudadano (Francisco Coronato Rodríguez y Ricardo Monreal Ávila), dos del PRD (Carrillo Huerta y Jorge Salgado Parra), uno del PT (Loretta Ortiz Ahlf) y otro del PVEM (Antonio Cuéllar Steffan).
Entre los nuevos diputados predominan los abogados: 134 (el 26.8 por ciento) poseen estudios en Derecho, les siguen los ingenieros (45), los administradores (38), los profesores o quienes estudiaron licenciaturas referentes al ámbito educativo (38), los contadores (37), los economistas (18) y los médicos (12). Hay además 11 politólogos e igual número de comunicadores, así como de los que estudiaron Relaciones Internacionales. Siete son arquitectos, cinco psicólogos, tres filósofos, dos literatos; uno, escultor y otro artista plástico.
La UNAM es la institución educativa en la que más nuevos legisladores han estudiado su carrera profesional: es el alma mater de 48 diputados. Después se encuentran centros de estudio como el Tecnológico de Monterrey, la Universidad de Guadalajara, la Universidad Iberoamericana y la Autónoma de Nuevo León, de las que provienen 29, 13, 11 y 11 diputados, respectivamente.
CUÁL ES LA EDUCACIÓN DE LOS SENADORES
De los 128 nuevos senadores, 10 tienen un doctorado, 39 una maestría, 63 una licenciatura, ocho son pasantes o con carrera trunca, dos sólo estudiaron hasta el nivel Bachillerato, dos son técnicos, uno estudió sólo la Secundaria y uno más únicamente la Primaria; dos legisladores no aportan datos respecto a su trayectoria académica, son los casos del perredista Luis Sánchez Jiménez, ex presidente municipal de Nezahualcóyotl, y del petista Marco Antonio Blásquez Salinas, vicepresidente del canal de televisión PSN de Baja California.
El PRI y el PVEM reúnen a los cuatro senadores con menor nivel educativo. Encabeza la lista Neyra Chávez, líder de la CTM en el Estado de México y secretario de Finanzas del CEN de dicha organización obrera, quien sólo estudió la Primaria pero ha sido cinco veces diputado federal. Neyra Chávez ha descrito al presidente electo, Enrique Peña Nieto, como “un gran estadista”. El también priista Isaías González Cuevas, secretario general de la CROC, sólo estudió la Secundaria; ha sido dos veces diputado federal. Sólo estudiaron la Preparatoria Margarita Flores Sánchez, del PRI, y Carlos Alberto Puente Salas, del Partido Verde. La primera fue directora del DIF en Tepic, Nayarit; el segundo ha ocupado diversos cargos en TV Azteca: jefe de Administración de convenios públicos, gerente de Estrategias y desarrollo político, así como director de Enlace y atención gubernamental.
De los cinco grupos parlamentarios en el Senado, el del PAN es el que ostenta el mayor nivel de instrucción: la mitad de sus integrantes cuenta con estudios de postgrado (16 tienen grado de Maestro y tres de Doctor). Por el contrario, ninguno de los miembros del PRD (22 en total) tiene un doctorado y sólo el 27.3 por ciento cuenta con una maestría. La bancada más numerosa, la del PRI, cuenta con 52 miembros, de los cuales sólo el 30.8 por ciento (16 integrantes) tiene nivel de posgrado.
El PRI tiene en sus filas a cinco senadores doctorados: por la Universidad Panamericana, Raúl Cervantes Andrade; por la UNAM, Gerardo Sánchez García y Enrique Burgos García; por el Instituto Universitario de Puebla, Lucero Saldaña Pérez, y por la Universidad Complutense de Madrid, Arturo Zamora Jiménez. Por su parte, el PAN cuenta con dos: José Rosas Aispuro lo obtuvo en la UNAM y Roberto Gil en la Universidad Carlos III de Madrid. Completan la lista dos miembros del PT, Manuel Bartlett y Martha Palafox Gutiérrez; ambos se doctoraron en la UNAM.
En la Cámara alta, como en la de Diputados, predominan los abogados: lo son 43 senadores; es decir, uno de cada tres de quienes ocupan un escaño estudió Derecho; 13 se formaron como contadores, 11 como economistas, diez como administradores, siete como politólogos y seis son profesores; hay asimismo cinco médicos, cinco comunicadores y cuatro ingenieros. Completan la lista, entre otros profesionistas, un veterinario (el panista Francisco Domínguez Servién), una mercadóloga (Ninfa Salinas, del PVEM), una estudiosa de la Literatura latinoamericana (Mónica Arriola Gordillo, del Panal) y otra del teatro (la perredista Angélica de la Peña Gómez). También es la UNAM la institución educativa en la que más senadores estudiaron su carrera profesional: 16; le siguen el ITAM y el Tecnológico de Monterrey, con diez cada uno, y la Universidad Iberoamericana y la Anáhuac, con cinco cada una.
MITOS LEGISLATIVOS
Para Laura Valencia Escamilla, profesora investigadora de la UAM Xochimilco, los datos duros indican que los partidos políticos han ido tomando en cuenta cada vez más la formación personal de los candidatos que postulan al Congreso. En ese sentido, califica como un mito la idea de que la mayoría de quienes se convierten en legisladores son personas poco preparadas. Establece que son tres los aspectos que han venido considerando estas organizaciones: liderazgo local, nivel educativo y experiencia en el empleo público.
“En los últimos tiempos los partidos han modificado sus estatutos para seleccionar mejor a sus candidatos, y podemos decir que el arraigo local es uno de los requisitos de mayor peso. Por ejemplo, en el PRI, para ser candidato, se prefiere postular a aquellas figuras que previamente fueron electas para un cargo electivo anterior al que se aspira; es decir, en el PRI ya no sólo se considera el apoyo de las corporaciones: en la medida en que la competencia aumenta, los candidatos deberán contar con mayor reconocimiento social fuera de las filas corporativas. Algunos datos de perfiles legislativos revelan que en las últimas cinco legislaturas (LVII-LXI) los representantes con experiencia legislativa local han pasado de 30 a 40 por ciento.
“En cuanto a los niveles educativos, los legisladores mexicanos poseen una formación universitaria sólida: entre el 50 por ciento y el 90 por ciento de los representantes tienen estudios a nivel licenciatura y postgrado. Cabe destacar que el número de integrantes que sólo cuenta con estudios básicos y medios se encuentra en su mayoría en la Cámara de Diputados. Es decir, los partidos en México sí han aprovechado la formación personal de sus candidatos, sobre todo si tomamos en cuenta que el gremio profesional al que pertenece la mayoría se encuentra en las carreras de abogado, médico, ingeniero y Maestro de Educación básica”, explica.
-¿Qué significa para usted el hecho de que haya diputados y senadores que apenas cuentan con educación media superior o incluso sólo con primaria o secundaria?
-Este punto es prácticamente un mito en la medida de los datos que comenté anteriormente. Le puedo decir que los partidos no sólo han aprovechado la formación personal de los candidatos que postulan, también han tomado en cuenta sus antecedentes en la administración pública. A pesar de carecer en su mayoría de experiencia legislativa –en 1997 el 14.4 por ciento de los integrantes de la Cámara baja reportó tener alguna experiencia como legislador federal, en el año 2000 el porcentaje de legisladores con experiencia aumentó ligeramente un punto porcentual (15.8 por ciento); para el 2003 la tendencia es a la baja (12.4 por ciento), manteniéndose en la siguiente legislatura (12.8 por ciento) y aumentando en la LXI Legislatura a 17.3 por ciento–, su experiencia en la administración pública local y federal es considerablemente mayor. Entre los diputados y senadores la experiencia acumulada de sus integrantes sobrepasa el 50 por ciento hasta llegar al 70 por ciento de representantes que reportan tener mayor grado de experiencia en la administración pública. Se debe recordar que en México se carece de un sistema de servicio civil de carrera que incentive la permanencia en el cargo burocrático, de ahí que la oportunidad de estos burócratas para mejorar sus expectativas de ascenso sea por la vía de la representación popular. Inicialmente se había mencionado que la carrera política de los legisladores en México tenía una tendencia ascendente hacia otros puestos más elevados dentro de los cargos de representación popular, como las gubernaturas, de ahí que permanecer estáticamente en el cargo de legislador no era atractivo para las ambiciones de los representantes, sin embargo, llama la atención que el número de ex gobernadores que regresa a las curules va en aumento: de 1997 a 2006, 20 ex gobernadores se sumaron a la Cámara baja, mientras que 13 hicieron lo propio en la Cámara alta. Es decir, las fuentes de postulación de los partidos se relacionan fuertemente con los puestos de representación popular y la experiencia en la administración pública local y federal.
Valencia Escamilla recuerda que los artículos 55 y 58 constitucionales no ponen como condición para convertirse en representante federal nivel educativo alguno. Opina que establecer como requisito un mínimo grado de estudios no garantizaría una mejor labor parlamentaria.
“De todos los países de América Latina, sólo dos de ellos hacen obligatorio un nivel de estudios como requisito para aspirar al cargo de legislador: Chile exige un nivel medio o su equivalente; en El Salvador es obligatorio mostrar conocimientos de instrucción básica. Esto representa un tema controversial, puesto que son muy pocos los países que por reglamentación solicitan un nivel mínimo de instrucción. En México la instrucción no es un elemento de restricción”, apunta.
Respecto al perfil de los nuevos congresistas, Valencia Escamilla hace notar el regreso de algunos representantes y la reincidencia de otros: “Podemos decir que los legisladores novatos han disminuido, lo que significa que si la reelección fuera posible, en la actualidad probablemente estaríamos hablando de mayor interés de los representantes por continuar una carrera legislativa”, plantea.
EL EMPLEO DE LEGISLADOR NO ES ATRACTIVO
Fernando Dworak, experto en temas legislativos, duda de que se pueda fortalecer el Congreso mejorando el perfil académico de los legisladores: “Hay muchas falacias. En primer lugar ningún sistema electoral puede garantizar que ingresen las mejores personas, sea lo que eso signifique. En todo caso los partidos pueden intervenir al respecto dependiendo del sistema electoral y la capacidad que tengan para designar candidatos”, afirma.
En un sistema mixto, como el mexicano, pide distinguir entre los candidatos de mayoría y los de representación profesional.
“Un legislador en distrito de mayoría simple se espera que, más allá de su preparación (o independientemente de ella), se especialice en los temas que inciden en su distrito, toda vez que su carrera depende de ello. Es decir, defender las causas y problemas de sus electores a través de las comisiones correspondientes le puede brindar reconocimiento y apoyo. Pero para que este supuesto sea operativo se necesita que el diputado o senador compita repetidas veces por el mismo cargo. En el caso de los asientos de representación proporcional la creación de las listas es el resultado de la negociación entre las facciones al interior del instituto político y la necesidad de contar con personas que trabajen ciertos temas. Para este caso importa insertar algunas personas con un perfil académico determinado.
“De esta forma se puede concluir que, si bien ningún sistema político puede garantizar que ingresen los mejores perfiles, sólo la competencia continua por el mismo puesto puede llevar a que sobrevivan los más aptos”, agrega.
Coincide con Valencia Escamilla en que no debe establecerse legalmente determinado nivel educativo para que alguien pueda convertirse en legislador.
“Un órgano legislativo tiene funciones complejas, y muchas no están a la vista de la opinión pública. Por lo tanto hay roles y para cumplirlos a cabalidad se requiere de confianza entre los actores. Lamentablemente esto no se puede decretar: se construye con el paso del tiempo. Y poco se puede lograr si los actores rotan cada tres años.
“Veamos lo anterior desde otro ángulo: ¿Qué tan atractivo es para un profesionista ingresar a un trabajo donde no sólo va a dejar su fuente de empleo (y su posicionamiento) por un tiempo determinado, sino sabiendo además que haga lo que haga no puede hacer carrera en ese mismo encargo? Lo anterior no significa que no haya profesionistas o académicos en cargos de representación, sino que hay reglas que facilitan o dificultan que ciertos perfiles tengan interés por competir”, acusa.
Partidario de la reelección legislativa, Dworak advierte que el problema no son los legisladores y el grado educativo que puedan o no tener, sino la imposibilidad de premiar o castigar a los individuos de acuerdo con su desempeño. “El problema no son las personas, sino un sistema de toma de decisiones orientado al corto plazo, donde ninguno de los actores da seguimiento a lo que pactan más allá de su mandato y no existe la rendición de cuentas”.