En el fondo de la película está la falta de comunicación que a menudo afecta a padres e hijos. Y así lo reconoce este nuevo director de 57 años con un hijo de 25.
Por Gonzalo Sánchez
Venecia, 10 de septiembre (EFE).- El mexicano Jorge Cuchí compite en la Semana de la Crítica de Venecia con su primera película, 50 (o dos ballenas se encuentran en la playa), una reflexión sobre la tristeza compartida por dos jóvenes y su camino hacia la muerte, pero también sobre la fuerza motriz del amor, según explicó a Efe.
Cuchí, que se estrena así en la dirección, recuerda que decidió escribir el guion cuando hace tres años se topó en la prensa con La ballena azul, un juego de rol por internet de origen incierto que induce supuestamente a los jóvenes al suicidio.
Su historia es la de Félix (José Antonio Toledano), un muchacho de 17 años lleno de traumas que se adentra en este siniestro ritual y decide cumplir los cincuenta desafíos que un desconocido le propone por internet hasta llegar al último, el suicidio.
Y en este tenebroso contexto conoce a Elisa (Karla Coronado), con quien irá cumpliendo las pruebas decididos ambos a llegar al final.
Son jóvenes rotos, marcados por las decepciones de sus cortas vidas y que se encuentran en este juego de muerte para conocer el amor, lo que les planteará cierto conflicto.
«El amor me gustaba porque es lo único que pensaba que podría ser más poderoso que el poder de no querer estar aquí, de vivir. Pensé ‘¿Qué fuerza es tan poderosa que te puede hacer quedarte en un lugar que no te gusta?’. Si no es el amor, no se me ocurre otra», afirma.
En el fondo de la película está la falta de comunicación que a menudo afecta a padres e hijos. Y así lo reconoce este nuevo director de 57 años con un hijo de 25.
«Siento que les falta una vigilancia más sensible y que entienda mejor. Los problemas de los adolescentes no son solo que se metan drogas o que fumen mucho o digan groserías, y creo que hay que ser más vigilantes del tema emocional de nuestros hijos», sostiene.
En la cinta cada uno de los protagonistas llega a casa y se mete en su habitación sin mediar palabra con los padres, que ignoran por completo lo que les preocupa o atemoriza, y el director plasma esta circunstancia partiendo el plano en dos para unirles en su soledad.
Una incomunicación que «pasa, es normal» en las familias de todo el mundo y que es a su parecer perniciosa.
«Quiero subrayar que quienes deben estar presentes en la vida no están, léase psicólogos, escuela o los padres», denuncia.
En esta soledad «compartida» los dos protagonistas se unen para cumplir su amenaza secreta y lo hacen a través de las redes sociales, que el director considera «muy positivas» pero solo si se usan positivamente y das con la persona adecuada.
«El problema es que no todo es bonito o positivo y no todo el mundo está bien con la vida. Uno siempre conecta con alguien afín, entonces si tú no estás bien con la vida a lo mejor un tipo que está fantástico no te va a interesar o deprimir más», sostiene.
Cuchí se ha dedicado durante los últimos veinticinco años a la publicidad pero se cansó y decidió empezar con el cine.
Y ha tenido un estreno de oro al conseguir entrar ni más ni menos que en la Semana de la Crítica de Venecia, un certamen paralelo e independiente de la Mostra que recoge trabajos de medio mundo, y llegar a Venecia tras someterse a tres pruebas de coronavirus.
Su selección ha sido casualidad. Recuerda que él mandó la cinta en copia de trabajo a Toulouse para buscar fondos y entonces la vieron los programadores de la Semana de la Crítica italiana, que se mostraron muy interesados en estrenarla en su competición.
«Esto no me lo esperaba», asegura, mientras rompe en carcajadas.
No obstante antes tuvo que apresurarse en terminarla, algo que ha logrado a pesar de la pandemia y terminando la postproducción en fase de confinamiento. Ahora falta por ver si consigue conquistar el concurso de la crítica con este primer trabajo suyo.